
Con la venia: resulta ser que...
…cuando peleas por lo tuyo tienes que creer en ti, y encarnar al que dices ser.
No te queda otra que concentrarte en el entrenamiento como un poseso, y estudiar al rival hasta saber el color de su primer chupete.
Tampoco viene mal una mijita de autoépica íntima. Más que nada para tener la temperatura mental necesaria y no giñarte encima.
Sobre todo cuando sabes que -con toda la razón- se te considera tan inferior a tu oponente, que tu familia consultó precios para regalarte una silla de ruedas, pero no gastó ni un cobre apostando por ti.
Ninguno de los boletos que pagaron lleva tu nombre.
Todos son a favor de El Campeón.
Hablamos del Terrible. Ese que tiene un historial apabullante, conocimiento, fortaleza, preparacíon, y una muy buena esquina.
Ese que ya pasó por miles de ocasiones mayores que esta y no ganó por nocaut, sino por destrozo absoluto del contrario, sus expectativas y su fama.
Ese que, no más nombrarlo, hace que los dientes del público en general suenen a calderilla.
Pero como tu reconoces que a priori eres carne de picadora, pues te calmas y estudias. Y descubres que, si quieres sobrevivir, hay una técnica para ganar usando la esquiva de Niccolino, la mala leche de Alí, y las propias fuerzas de El Campeón.
Se trata de aguantarle ocho asaltos, en los que tú bailarás, harás la bicicleta, lo distraerás a pedos o cantarás por Caruso. El caso es que él falle una y otra vez. Porque nada cansa más que darle puñetazos al vacío.
Esos treinta y dos minutos te van a dejar a La Fiera sudorosa y jadeando, con los brazos de plomo y las piernas enraizadas en la lona. Lo que se dice dispuesto y ahormao.
Luego tú, que estás ileso y guardaste tus fuerzas, sacas todo lo que tienes y -con rabia prudente- lo breas, le cortas el resuello y le quitas la certeza.
Y por fin -si tienes lo que hay que tener- lo mandas a besar su sombra sobre un churrete cualquiera del tapiz.
Este es el escenario y el empeño en que me encuentro. Ya acabó el octavo asalto y me alegra deciros que el plan se desarrolla como previsto.
No soy yo el que bufa y suda y falla y trastabilla. Eso sucede en la esquina opuesta.
Yo estoy fresco y sereno. Y tengo listos unos veintipico metros cúbicos de ostias para bañar a El Campeón. De aquí a un momento. Nomás suene la campana.
Ya caigo en que os estaréis preguntando quien carajo es El Campeón. Si es un piernas, un bluff, no tiene punch, mea esteroides brut-rosé, o en verdad es tan temible como lo he descrito.
Bueno, pues anotad: se trata del Chaquetudo Corbatoso, en su rol de Ventanillero Bancario deseoso de hacer méritos ante el Jefe.
Ahora, los verdaderos conocedores, ya sabéis que hay motivo para temblar.
Comentario musical.
Esta noche llueve en el ring y en Georgia. Del ring me ocupo yo, de Georgia Tennessee Ernie Ford.
Manolodíaz.