El talento sin atención es una bomba de relojería.
Socialmente, tener una hija o un hijo con altas capacidades intelectuales suena a bendición. ¡Qué suerte! ¡Qué lista! ¡Qué listo! ¡Será un genio! ¡Hará lo que quiera! ¡No necesitará ayuda! Parece un camino despejado hacia el éxito, como si el talento fuera un billete automático al futuro. Pero nada más lejos de la realidad.
Para comprobarlo, basta con hablar con la mayoría de las familias de estas criaturas o, darse una vuelta por algún centro educativo y ver el porcentaje de personas evaluadas, de adaptaciones, etc. Detrás del brillo superficial hay muchas historias de incomprensión, soledad y sufrimiento. Porque estas niñas y niños —sí, personas menores, no personas adultas disfrazadas de menores— no necesitan menos, sino más: más atención, más comprensión, más recursos adaptados, más formación por parte del profesorado. Lo que reciben, sin embargo, suele ser justo lo contrario.
La realidad:
Ayer hablaba con una madre angustiada. Su hijo, en Educación Infantil, lo está pasando mal. Tiene respuestas que nadie espera, inquietudes que no caben en el aula, preguntas que descolocan. A veces interrumpe, otras se aísla. Le han dicho que «causa problemas». La orientadora del centro se ha negado a evaluarlo. Así que la madre, desesperada, ha recurrido a un centro privado. Resultado: altas capacidades confirmadas.
¿Y el colegio? Nada. La orientadora no ha querido ni recoger el informe: “Ya lo evaluaré yo… cuando pase a Primaria”. Y mientras tanto, ¿Qué hacemos con ese niño? ¿Congelamos sus emociones hasta que llegue el momento “oficial”? ¿Lo dejamos aprender que no merece atención, que no encaja, que mejor si se calla? ¿Esperamos a que se acostumbre a ser invisible? ¿O a que un día, harto, queme el centro simbólicamente (o literalmente)?
Esto no es una anécdota aislada. Es un patrón. Uno que se repite con pequeñas variaciones en muchísimos centros educativos. Porque sí, tenemos protocolos. Y leyes. Y departamentos de orientación. Pero en la práctica, las niñas y los niños con altas capacidades siguen siendo las grandes olvidadas y los grandes olvidados del sistema educativo. Especialmente las niñas.
Podría contar cientos de historias, tristemente. Criaturas que han pasado años hasta tener un reconocimiento oficial. Familias que han tenido que mendigar evaluaciones. Profesionales que han mirado hacia otro lado. Y criaturas que, aún hoy, esperan una adaptación que nunca llega, pese a que la ley obliga a cubrir sus necesidades educativas especiales. Porque sí, las AACC son una necesidad educativa especial, aunque haya quién prefiera decir “yo no lo veo”.
Para no ofuscarme criticando las injusticias del sistema y el daño que se está haciendo a las personas que se encuentran en el extremo de la campana de Gauss, quiero hablar de algunos mitos falsos que siguen circulando sobre las altas capacidades.
- ¿Genética o educación?
La genética es un factor necesario, sin embargo, eso no exime de necesitar un contexto, estímulo, apoyo y retos adecuados. No es que se sobre estimule a las criaturas, es cubrir sus necesidades, darles lo que necesitan.
- No, no brillan en todo
Puede que alguna persona sí, o en muchas áreas, pero no tiene por qué. Pueden brillar en cálculo, en arte, en poesía y no debe forzarse a que cubran otras áreas a ese nivel.
- Tampoco se las apañan sin ayuda
Es fácil pensar que, como tienen talento, pueden llegar lejos o no necesitan ayuda. Esto es peligroso y negligente. Es más, las AACC requieren apoyo y adaptación curricular.
- Ajustes (o desajustes) sociales y emocionales
No existe un molde estándar para ser una niña o niño con AACC, pueden adaptarse, pueden no adaptarse, ser sociables o no serlo. Esto no depende de su cociente intelectual, pero si de el acompañamiento y comprensión de su entorno.
- La culpa de todo, sus adultos
Insisto con la sobreestimulación. Madres y padres no “creamos” criaturas con AACC, simplemente, como podemos, cubrimos sus necesidades, acompañamos, cuidamos y (permitidme la broma) hacemos másteres avanzados en dinosaurios.
- Tienen el futuro asegurado
Tener AACC no garantiza un futuro brillante, ni académica ni laboralmente (ni siquiera personalmente). El talento no es éxito. El talento escondido, todavía menos.
- Son de buena familia
El CI no entiende de códigos postales (por decirlo finamente). Puede que un contexto de familia bien ayude a cubrir necesidades, sin embargo, lo que realmente ayudaría a cubrirlas es una equidad educativa real.
- No tienen necesidades distintas
Sí, sí las tienen. Y desde el sistema educativo deben de cubrirse, cumpliendo así con la normativa de inclusión.
- No necesitan retos, se bastan
Si les sometemos a la “normalidad” les estamos quitando el derecho a desarrollarse, les estamos privando de sus necesidades, les estamos cortando las alas, enseñando a esconderse, a apagarse. Necesitan, pero no necesitan más deberes, necesitan más retos.
- No es elitismo, es justicia
Atender a las criaturas con AACC no es un privilegio, es una obligación. Es inclusión, es equidad, es cumplir la legislación.
La igualdad no es aguantar un zapato que no es tuyo. El sistema educativo debe cubrir las necesidades específicas de cada criatura, esto incluye a las personas con AACC. Sin más.
M Cinta Marí Marco. Vicepresidenta de ACAST
www.acast.org