
Luis Andrés Cisneros
Este refrán de origen popular que da título a este primer artículo del año hace referencia a que el carácter y las costumbres familiares, lo que hoy en día llamamos ADN, se transmiten de padres a hijos. Y en lo relativo a la dinastía Borbón, con alguna pequeña excepción, se ha mantenido a lo largo de los siglos.
Repasemos brevemente la historia de la dinastía de origen francés. A la muerte en 1700 de Carlos II «El Hechizado», último rey de la familia de Habsburgo, y al haber fallecido sin descendencia, se produjo la llamada Guerra de Sucesión entre los candidatos al trono; el que propugnaba Luis XIV de Francia y el candidato del emperador del Sacro Imperio, Leopoldo I.
Esa circunstancia desembocó en una guerra (1701-1715) entre los dos bandos que acabó con la derrota de los llamados austracistas a manos de las tropas de Felipe V. La contienda finalizó con la paz de Utrecht en la que España perdía todas sus posesiones europeas, así como la isla de Menorca y Gibraltar. Bien empezaba el Borbón.
Por cierto, cabe recordar que la ciudad de Barcelona se posicionó del lado del pretendiente austriaco y no, como quieren hacer ver los secesionistas catalanes, como una guerra de independencia. Incluso en el resto de Cataluña la gran mayoría apoyaba a Felipe V.
Entre otras cosas logró una reconstrucción interior, sobre todo en temas de Hacienda y la creación de un estado moderno con la centralización y la unificación administrativa, incorporando todas las regiones a un sistema fiscal nacional.
Hay que destacar que fue el instigador, por sugerencia de su abuelo Luis XIV de la «Memoria Histórica», que después han ampliado Rodríguez Zapatero y Sánchez, con la colaboración del PP. Su primera medida educativa consistió en eliminar de un plumazo todos los logros conseguidos por los Habsburgo y transformarlos en negativo, cosa que duró hasta el mismo siglo XIX.
A la muerte de Felipe V, le sustituyó Fernando VI (1746-1759) que ascendió al trono tras morir los dos hermanos que le precedían en el orden sucesorio. Impulsó el poderío naval español y creó la Real Academia de Bellas Artes. Por el contrario, intentó exterminar a los gitanos y a la muerte de su esposa cayó en un proceso de locura.
Su sucesor, sin duda el mejor Borbón, fue Carlos III (1759-1788) al que se conoció como «El Mejor Alcalde de Madrid», debido a las grandes mejoras para la capital del Reino A nivel nacional consiguió grandes logros, creando la Lotería Nacional. Vale la pena que busquen su biografía ya que sus éxitos superarían en mucho la extensión de este artículo.
Y, a partir de este momento, con Carlos IV (1788-1808) empieza la decadencia borbónica. Su sumisión a Francia propició la derrota en la batalla de Trafalgar, mientras la crisis de hacienda y las medidas de su valido Godoy, propició que su propio hijo Fernando montara una conjura para derrocarlo.
La entrada del invasor francés y las intrigas de su hijo, hicieron que Carlos IV abdicara en su hijo. Napoleón, receloso ante los acontecimientos, convocó a la familia real en Bayona, donde obligó a Fernando a devolver la Corona a su padre, ignorando que éste ya había pactado los derechos de la misma en favor de Bonaparte, que designó rey a su hermano José. ¡¡Como para fiarse de la familia!!
Fernando VII de España «el Rey Felón» (1813-1833) fue también conocido como «El Deseado». Después de la Guerra de la Independencia, lo primero que hizo, al regresar, fue restablecer la monarquía absoluta y dejar sin efecto la Constitución y las Cortes de Cádiz. Vamos, una perla. Tanto su padre como él, ambos consiguieron pingües beneficios económicos.
Sucedió al «Rey Felón», en septiembre de 1833, su hija Isabel II. Este ascenso al trono, con menos de 3 años, de la infanta fue lo que propició las Guerras Carlistas, conflicto dinástico, ya que su tío Carlos María Isidro de Borbón figuraba como primero en el orden sucesorio, pero las maniobras de su padre y la camarilla real promulgaron la llamada «Pragmática Sanción» que propició que la niña fuera declarada heredera de la Corona.
Mientras duró la minoría de edad de la Reina, su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias ostentó la Regencia del Reino. Para mayor oscurantismo, la infanta fue nombrada Reina adelantando en un año, de manera torticera la fecha de su mayoría de edad. A esto se le llama no dejar un cabo suelto, sin importar el precio.
Pero la cosa no acaba aquí. El mismo día que la Reina cumplía 16 años se casaba en el Palacio Real con su primo carnal, el infante Francisco de Asís de Borbón (24 años). Según todos los documentos de la época, los historiadores lo califican cono «pequeño, delgado y con gesto amanerado. Voz atiplada y andares de muñeca mecánica». El pueblo llano lo tildaba con los siguientes motes «Paquita». «Doña Paquita» o «Paquita Natillas». Sus preferencias eran los baños, los perfumes, las joyas y las telas finas.
El regio matrimonio tuvo un total de 12 hijos, pero sólo cinco superaron la niñez. La muerte de los descendientes se achacaba a la consanguineidad, aunque no podía ser ya que el Rey no era el padre biológico de ninguno de ellos, pero le sacaba rentabilidad ya que, para reconocer la paternidad de los hijos de la reina con el amante correspondiente, era recompensado con buenas cantidades de dinero.
Todo eso demuestra la frenética actividad de la reina en las alcobas, ya que no tenía relación de ningún tipo con el consorte. Mientras que la Reina tuvo numerosos amantes, a su marido solo se le conoce uno que fue Antonio Ramos Meneses. Si «de tal palo viene tal astilla» ahora se entiende la afición desmesurada de «El Campechano» a los devaneos amorosos.
En julio de 1868 comenzó la Revolución Española de Juan Prim y Antonio de Orleans lo que obligó a la pareja real a exiliarse en Paris. Posteriormente los reyes se separaron de manera amistosa. Y en junio de 1870, Isabel II abdicó en favor de su hijo Alfonso XII, el cual fue restaurado en el trono en 1874.
Y hasta aquí el repaso a los primeros Borbones en España. Dejamos para un siguiente capítulo el resto de los monarcas de la dinastía francesa, la cual nos acerca a deducir que las cosas no cambian mucho y que el refrán que da título a este artículo es una certitud del aserto popular.
No olvidemos que el 2 de enero, celebramos el 530 aniversario de la Conquista de Granada y la entrada en la ciudad andaluza de los Reyes Católicos. El Rey nazarí Boabdil y tras diez años de una enconada lucha, negoció los términos de la rendición con Gonzalo Fernández de Córdoba «El Gran Capitán».
Con este episodio se daba por finalizada la Reconquista y fue celebrado en toda la Cristiandad con gran júbilo y alegría. En Roma se celebró una gran procesión que duró tres días, En España, en Nápoles, en Inglaterra y en todos los países europeos significó un acontecimiento excepcional.
Y para España ese año de 1492, al igual que para toda la Humanidad, se dieron dos acontecimientos universales: El Descubrimiento de América y la aparición de la primera gramática de una lengua vulgar, escrita por Antonio de Nebrija que se imprime en Europa: el español. ¡Y los hay que reniegan de ser españoles, qué pena me dan!
FELIZ AÑO 2022
Y hoy más que nunca, acabemos con las autonomías antes de que ellas acaben con nosotros.
Luis Andrés Cisneros