Échame a mí la culpa…

Échame a mí la culpa…

Creo que en algún artículo anterior les conté que en mi pueblo natal, un gran amigo ya fallecido, tenía un bar donde en la columna central del local, durante la larga vida del establecimiento, permaneció expuesto un anuncio que decía:”Se necesita alguien a quien echar la culpa” Creo sinceramente que los miembros del Gobierno, “su...

Creo que en algún artículo anterior les conté que en mi pueblo natal, un gran amigo ya fallecido, tenía un bar donde en la columna central del local, durante la larga vida del establecimiento, permaneció expuesto un anuncio que decía:”Se necesita alguien a quien echar la culpa”

Creo sinceramente que los miembros del Gobierno, “su comité de expertos” y todos los miembros de los gobiernos autonómicos debieran llevar el mencionado anuncio, obligatoriamente, como incluido en el cargo, pegado en el pecho.

No voy a entrar en disertaciones sanitarias, no soy experto en la materia, pero sí puedo afirmar sin temor a equivocarme, lo dicen infinidad de auténticos sabios en el tema, que vivimos en el país donde peor se ha gestionado la pandemia provocada por el Covid-19.

Para empezar hay que dejar claro que se “apellida” así “19” porque en ese año las autoridades sanitarias y sus respectivos gobiernos ya sabían de su existencia.

Tampoco voy a entrar en la muerte de casi 50.000, si es que no son más, españoles producto de la ineptitud de nuestras autoridades, con el agravante de que muchos de ellos eran ancianos que fueron literalmente abandonados a su suerte.

Sí me gustaría levantar la voz, utilizando mi pluma, en defensa de los hosteleros perseguidos, vilipendiados, acusados falsamente y arruinados por la administración.

Es sospechoso, y soy muy reacio a la caza de brujas, que aquellos que tienen en su hoja de ruta la destrucción de España, es su único anhelo, se dediquen a hundir nuestra hostelería y con ello la principal fuente de ingresos que tenemos, el turismo.

Cualquier medida es buena para arruinar bares, pubs, restaurantes y hoteles al mismo tiempo que se buscan culpables en el ocio nocturno y en nuestros jóvenes.

He visto como los propietarios de los pubs se dejan la piel en cumplir todas y cada una de las normas que les imponen para después, como ocurrió ayer en Benicàssim, recibir multas de 3.000€ porque en el local había un cliente más del aforo permitido.

He presenciado como Policía Local y Guardia Civil les daban hoy una orden y al día siguiente la contraria sin que el dueño de la cafetería supiera nunca a qué atenerse, o como una patrulla de la Policía Local le ordenaba a una camarera la posición de las mesas y solo una hora después, otra patrulla, le ordenaba una distribución diferente.

Hay más seguridad en los establecimientos de ocio nocturno que en cualquier tasca a la hora del almuerzo donde se sigue utilizando mesa corrida y donde cada uno hace lo que quiere sin que veas una sola mascarilla.

Se persigue a los jóvenes, siempre más descuidados por edad y naturaleza, cuando se reúnen o hacen botellón sin que sigamos siendo capaces de ofrecerles ocio y local alternativo que no sea el parque de turno mientras los mayores nos seguimos reuniendo, sin respetar las normas, en huertos, merenderos privados, bodegas y masías.

Otra paranoia de nuestras autoridades es el horario. Parece ser que es más peligroso tomarse una copa a las dos de la mañana que a las 12 de mediodía. Se han empeñado en destruir el turismo y a aquellos que lo ofrecen obligándonos a ir a nuestra casa o al hotel donde pasamos las vacaciones “sin sueño y con sed”, un toque de queda encubierto como el arresto domiciliario contrario a nuestros derechos que han llamado confinamiento.

Respetemos las distancias, salgamos, de momento, solo con aquellos que son habituales en nuestras vidas evitando las reuniones con los menos habituales, utilicemos las mascarillas y mantengamos una perfecta higiene personal, eso, y solo eso, es lo que podemos hacer para evitar el riesgo de contagio pero sigamos viviendo y acudiendo a aquellos establecimientos que cumplen las normas y que proporcionan empleo a miles de castellonenses.

La incompetencia de nuestras autoridades está demostrada, depende de nosotros, solo de nosotros, el control de una pandemia con la que tenemos que convivir pero la solución no es acabar con la hostelería que al parecer tanto molesta.