
Al hablar de medio ambiente debemos aspirar a preservar nuestro entorno de una forma lógica y ponderada, pero al mismo tiempo debemos trabajar para mejorar las condiciones de vida de la humanidad.
La ecología, que como es sabido por todos, es la rama de la biología que estudia las relaciones de los diferentes seres vivos entre sí y la relación de estos con el entorno, “es una de las cuestiones más banalizadas y manipuladas con intereses políticos y de control social”.
¿Quién puede oponerse a la conservación del medio ambiente? Lógicamente nadie, pero no es tan sencillo. No podemos ni debemos permitir, que ciertas fuerzas políticas manipulen estas cuestiones con claros intereses partidistas y de anulación de criterio de la población.
Para profundizar en el tema, en primer lugar sería interesante situarnos en las magnitudes fundamentales, que obviamente afectan de una forma importante a estas cuestiones. De los 510 millones de metros cuadrados de superficie del planeta Tierra, aproximadamente un 30% están ocupados por superficie sólida y el 70% restante por agua.
Y en ese espacio físico, el planeta, nos situamos 8.000 millones de personas que con una tasa de fecundidad de 2,27 hijos por mujer, según el Banco Mundial, podemos superar los 10.000 millones a finales de este siglo.
Por último, según los científicos: “En el medio ambiente, el dióxido de carbono es la sustancia que más contribuye al efecto invernadero, es decir, que absorbe gran parte de la radiación solar incidente, reteniéndola cerca de la superficie terrestre y produciendo un calentamiento progresivo de la misma.”
Nos dicen las agencias internacionales que se encargan de medir objetivamente este tipo de emisiones.
Según los últimos registros a escala global, hay algo más de 1.400 millones de automóviles en activo repartidos por todo el planeta, de los cuales algo menos de la mitad (casi 600 millones) están en Asia y sobre todo en China, Japón e India.
Esa altísima cantidad de automóviles del mundo generan 2. 800. 000. 000. 000 kg/año de CO2, lo que supone una cifra escalofriante, pero no debemos olvidar que hay otros elementos contaminantes, incluso naturales, como puede ser la actividad volcánica con una emisión de CO2 de 500. 000. 000. 000 kg/año, muy cercana a los 700. 000. 000. 000 kg/año de CO2 producidos por el transporte aéreo.
Y toda esta información y realidad, debe ser tenida en cuenta como nos indica el sentido común. Pero no nos puede llevar a la defensa de actitudes apocalípticas que permitan “controlar” la voluntad de la población, y la historia así lo confirma.
En el antiguo Bachiller de mi época, nos enseñaban que en la historia de este planeta llamado Tierra, se vivieron unas glaciaciones que supusieron que en largos periodos de tiempo bajara la temperatura global dando como resultado una expansión del hielo continental. La última vivida hasta nuestros días fue la GlaciaciónWürn. Según los estudios paleontológicos sobre estos fenómenos, los organismos adaptados al frío migraron hacia latitudes más bajas, algunos se extinguieron y otros se reposicionaron en zonas más ecuatoriales.
Pero en épocas más cercanas como la edad media, también sabemos que hubo un periodo de cambio climático, en este caso de calentamiento que hizo que tanto la población como los cultivos tuvieran que ascender físicamente sobre la tierra, llegando a zonas en las que en la actualidad es impensable cultivar estos vegetales y mantener aquellas condiciones de vida.
Si aplicamos el sentido común, no podemos pensar que el hombre per se, puede cambiar, él y solo él, el futuro del planeta. Erigiéndonos en dioses como únicos seres todo-poderosos.
Sí que tenemos la responsabilidad de preservar y mejorar el entorno, pero también el de mejorar las condiciones de vida del ser humano.
Y es aquí donde ciertas teorías mesiánicas son aprovechadas por una determinada clase política para controlar y manipular a la población. Algún día sabremos realmente que fin se persigue con la famosa agenda 20/30, que detrás de la defensa y preservación del medio ambiente, esconde mecanismos de control social y anulación de la libertad.
“Conservar el medio ambiente y la biodiversidad, manejar en forma sostenible los recursos naturales, controlar y reorientar la producción en las áreas actualmente ocupadas, crear y fortalecer los procesos científicos investigativos continuos, promover el ordenamiento territorial y reforzar las áreas naturales y las silvestres”, son fines que debemos valorar y atender racionalmente, pero no permitiendo que nos hagan “comulgar con ruedas de molino”.
Volviendo al sentido común, deberíamos dar el auténtico valor a todos los condicionantes de esta cuestión y al mismo tiempo, asumir que no somos dioses, que debemos preservar nuestro entorno de una forma lógica y ponderada, pero que al mismo tiempo debemos trabajar para mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Y lo que también es importante, evitar que estos argumentos sean manipulados y mal-utilizados por ciertas ideologías para anular la libertad y forzar los tipos de convivencia social de una forma interesada.
Miguel Angel Mulet i Taló