Aquí en Castellón tenemos un magnífico refrán que no necesita traducción: “més val previndre que curar”.
Me horroriza ver tantas muertes que se podían haber evitado, ver el tejido empresarial valenciano -las pequeñas y medianas empresas de la zona arrasada- enfrentarse a esta situación. Es política la prevención y ahora centrarse en las familias de las víctimas, en las PYMES, en los autónomos y en las personas trabajadoras de la zona.
Una guerra, un colapso, otra inundación, que nos toque la lotería… Nadie lo espera, pero todas las personas lo tenemos al acecho aunque no lo tengamos presente. La pregunta es: ¿estamos realmente preparados para lo improbable? ¿Vivimos más en el paradigma de la certidumbre inconsciente o en el de la incertidumbre consciente? ¿Somos conscientes plenamente de que la vida es incertidumbre?
Como viajero y amante de las aventuras, siempre me atrajo la incertidumbre y la gestión de la misma, al trabajar en emergencias me ha ayudado a aprender algo. Empecemos aclarando conceptos: por un lado, incertidumbre es la falta de certeza, un estado de conocimiento limitado y, por otro, la teoría de la probabilidad es una rama de las matemáticas que estudia los fenómenos aleatorios y estocásticos. Cabe destacar que en ciencia la incertidumbre no se limita solo a estos, sino que también incluye aspectos como la falta de datos, imprecisiones en las mediciones o carencias en los modelos o teorías subyacentes. Desde la perspectiva psicológica, la incertidumbre se refiere a la falta de información sobre eventos externos a nosotros, lo que genera un estado mental en el que resulta complicado organizar o comprender claramente lo que ocurre. El psicólogo Paul K. J. Han ha catalogado tres tipos de incertidumbre: por probabilidad, por ambigüedad y por complejidad.
Esta condición es una constante en nuestra vida diaria y un ejemplo reciente está en la pandemia del coronavirus, que nos enseñó que, pese a ser improbable y complejo, puede suceder. De hecho, no vivir unas Magdalenas o Fallas y no salir de casa era inaudito para cualquier persona de la terreta y generó gran incertidumbre.
Los desastres naturales, como la reciente DANA o las sequías, la guerra de Ucrania y su afección a la economía, una crisis global o la pérdida de muchas profesiones por eventos disruptivos, son cuestiones que han demostrado que estos fenómenos se pueden anticipar y prepararse para ellos. Nuestra actuación es reactiva, no preventiva. Seguimos manteniendo sistemas frágiles e insostenibles.
Ahondando más en lo acaecido recientemente en la Horta Sud de Valencia, normalizamos un panorama de políticos ineptos. No estamos politizando una desgracia, aunque todo lo que rodea una catástrofe es, en esencia, política. Me horroriza ver el tejido empresarial valenciano -las pequeñas y medianas empresas de la zona arrasada- enfrentarse a esta situación. Es política centrarse en las víctimas, en las PYMES, en los autónomos y en las personas trabajadoras de la zona. También lo es brindar apoyo psicológico y logístico a las miles de personas afectadas, agilizar las ayudas y asegurar que no se queden en simples promesas al viento, que no sea una arrancada de caballo y parada de burro.
Es política que el PP haya recortado las partidas presupuestarias destinadas a proyectos clave de prevención y seguridad en los presupuestos de 2024.
Entre ellas, la inversión para prevenir inundaciones en el río Magro ha caído de 37,9 millones a 19 millones de euros. No es azar los recortes a los recursos asignados a la Sociedad Valenciana de Gestión Integral de los Servicios de Emergencias (SGISE), encargada de los Bomberos Forestales de la Generalitat, de la logística y medidas preventivas; el presupuesto bajó un 18 %, pasando de 70,1 millones en 2023 a 57,4 millones en 2024. Asimismo, el presupuesto de la Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias (AVSRE) disminuyó de 97,7 millones a 94,8 millones de euros. No es azar, es política el abaratar y los recortes salen caros. Nadie a día de hoy criticaría a la UME por ser un chiringuito de Zapatero, peor suerte tuvimos con la UVE (Unidad Valenciana de EMERGENCIAS) con el cuerpo de Bomberos Forestales con más de 30 años de trayectoria, y que fue eliminada alegando ser un chiringuito de Puig y un ahorro de 9 millones de euros, curiosamente se han superado los 10 millones de euros en horas extras efectuadas solo en bomberos de Diputación de Valencia. Todo esto, sin duda, es política cortoplacista centrada en el pan para hoy y hambre para mañana, sin querer reconocer que vivimos en un mundo impredecible.
Los fenómenos imprevisibles van a existir siempre y en todas partes ¿En Japón es tan improbable que tengan otro terremoto como en Valencia otra inundación? La diferencia entre los efectos de estas catástrofes entre sociedades radica en la revisión de antecedentes, tener presente el conocimiento de la ciencia en sus diversas especialidades, la preparación de las infraestructuras, inversión en I+D con su tecnología, la formación de la población (incluidos simulacros) y la eficiencia en la Administración Pública y sus políticos.
Mención merece el porqué IKEA es el negocio que se salvó de la DANA en la zona cero. No es magia: es prevención y ciencia.
En las inundaciones en Valencia la ciencia SÍ advirtió a través de AEMET de la probabilidad de una DANA el 23 de octubre y sus sucesivos avisos, por cierto, datos públicos y SÍ avisó y puso la alerta roja el 29 de octubre a las 7,36 am, lo que sucedió después trágicamente bien conocemos. Lo que nos enseñan los especialistas es que la intensidad de la DANA no justifica la severidad de la tragedia vivida, tema expuesto por el científico del CSIC Juli Pausas, pues la catástrofe que se vivió no solo dependió de la intensidad de la DANA, sino especialmente de la prevención previa, de la preemergencia, de la gestión durante y después de la tormenta, y de las decisiones técnicas del arcaico modelo provinciano de Consorcios de Bomberos. Su gestión y decisiones fue reactiva, no preventiva, y además no se utilizaron todos los recursos disponibles de Bomberos SGISE de la Generalitat Valenciana, sus helicópteros, camiones BRP, bombas y personal formado en el IVASPE (Instituto Valenciano de Seguridad Pública y Emergencias), ni de los 3 SPEIS, la UME, y bomberos de Ayuntamientos o los conocimientos de la AEMET ni de la Universidad con sus doctores y catedráticas (ya pagados con los impuestos, ¿de qué nos sirven si no los aprovechamos bien?).
No, no se utilizaron en la preemergencia ni desde el minuto 1 de la emergencia, y lo peor de todo esto es que se podían haber salvado muchas vidas y no fue así, ya que se avisó tarde y mal a la población con el mensaje SMS Es Alert. Y es normal, la Consellera Salomé nada tenía en su currículum sobre emergencias, el Presidente estaba comiendo con una periodista y el Director General de Interior de la Generalitat puesto por Mazón es experto en “festejos taurinos”.
¿El Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia, en esta ocasión aplicó a rajatabla los protocolos establecidos en el Plan Especial de Inundaciones y Plan Territorial de Emergencias utilizando adecuadamente todos los recursos de la Generalitat Valenciana? Las investigaciones judiciales lo dictaminarán a su debido tiempo. El caso es que la incompetencia llegó hasta el punto de no reunirse 24 horas antes el CECOPI para evaluar la situación con los Técnicos del 112 e informar a los Ayuntamientos, algo que sí se hizo en la anterior DANA del 2019. En Florida o en Cuba se avisa y desaloja a la población cuando la ciencia avisa de una alerta. Seguimos perpetuando sistemas frágiles con políticos que gestionan sin conocer de qué recursos disponen y deben tomar decisiones basadas en el único mérito de pertenecer al partido más votado y no en sus conocimientos técnicos o curriculares, siendo reactivos en un mundo impredecible.
Las consecuencias de la improvisación se vieron nuevamente y esto es lo que sucede cuando se subestima el conocimiento de la ciencia y como consecuencia de ello, se genera más incertidumbre y caos quedando patente que tenemos administraciones dinosaurios por falta de agilidad, interconexión entre ellas e infrautilización de los recursos públicos disponibles:
Hoy ha sido una DANA, mañana puede ser una sequía, un colapso u otra emergencia como un gran incendio forestal.
No escuchar a la ciencia con consciencia frente a las mentiras, los sesgos cognitivos, los discursos simplistas de RRSS, el efecto avestruz, o el odio populista e ignorante supone pagar el caro precio del aumento de la necedad de la especie humana y, como nos recordó Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo.”
También eran improbables las consecuencias del huracán Katrina, la caída de Lehman Brothers, el incendio de Notre-Dame, el ascenso del nazismo, o aquí en el estado Español la guerra civil con la dictadura del Caudillo Fascismo Franco, y al final sucedieron con fatídicas consecuencias.
En mis recientes lecturas ociosas, regaladas por Luca, Paqui y Alfons, todo hay que decirlo, destacan dos puntos clave a colación de lo improbable:
- El mundo de ayer, de Stefan Zweig: Refleja cómo, antes del ascenso del Nazismo en 1938, muchos de los amigos austriacos del autor, especialmente en sectores aristocráticos y cosmopolitas, subestimaban la posibilidad de una invasión bárbara alemana, aferrándose a una falsa sensación de seguridad y estabilidad. Sucedió con sus nefastas consecuencias.
- Sapiens, de Yuval Noah Harari: Explora cómo la Revolución Cognitiva hace 70.000 años permitió a los Homo Sapiens, contra toda probabilidad, superar a otras especies humanas mediante la capacidad de imaginar conceptos abstractos (mitos, religiones, estructuras sociales). Harari retoma esta reflexión sobre el futuro de la humanidad y la posibilidad de trascender nuestras limitaciones biológicas y la improbabilidad de nuestra supervivencia tal cual la conocemos ahora en 21 lecciones para el siglo 21.
Algo que me preocupa profundamente y que está directamente relacionado en este contexto contemporáneo es la crisis climática mundial que nos da mayor recurrencia y severidad de las DANAS, sequías extremas, alteraciones en el mar y la salud de la humanidad descrita por muchos científicos, incluido Fernando Valladares. Este desafío global nos recuerda que nuestro modo de vida actual, la falta de conciencia y de una cultura preventiva frente a los últimos acontecimientos mundiales, ha llevado a nuestra civilización a superar 6 de los 9 los límites planetarios. Esto con toda probabilidad tendrá un costo humano y económico incalculable. Sin embargo, como sociedad, seguimos aplicando el sesgo cognitivo del avestruz, ignorando la gravedad de la situación. Ya en noviembre del 2023 las Naciones Unidas avisaron de que estamos procrastinando la adaptación al cambio climático. Y seguimos sin atender la sostenibilidad bien entendida, porque prepararse para lo improbable requiere cambiar nuestra perspectiva: no es paranoia, es prudencia y es necesario, como dice mi amigo David Valiente, «conectar los puntos de una sociedad que se consume».
Aquí en Castellón tenemos un magnífico refrán que no necesita traducción: “més val previndre que curar”.
¿El futuro siempre será incierto? Es una ilusión, pero nuestra capacidad para enfrentarlo no tiene por qué serlo. Prepararnos para lo probable y lo improbable es el primer paso hacia una sociedad valenciana más resiliente y mejor preparada.
N.B. Hace más de un año en este mismo periódico publicábamos el artículo sobre Tormentas extremas, ¿estamos preparados? Solo hay que volverlo a leer para ratificar lo expuesto.
P.D. Para una mayor profundidad y ampliación de los conceptos de este artículo, se recomienda leer los enlaces marcados con los hipervínculos azul y subrayados.
Dionis Montesinos, Técnico Superior en Coordinación de Emergencias y Protección Civil y estudiante de Psicología.