
Como demócrata no sé exactamente qué podemos hacer en este momento, pero nadie podrá decir que no lo advertimos y denunciamos.
Similar a, o quién sabe si, de aquella expresión alemana: “Etwas in den Schornsteinschreibenkönnen”(escribir algo en la chimenea), surge la local, “a quejarse al maestro armero”, que nos dice que algo ya no tiene solución, ni tan siquiera esperanza de poder conseguirlo.
Pues si lo consentimos, ahí estaremos.
El estudio de la historia nos aporta ingente cantidad de abusos expansionistas, entendidos como la obsesión que tienen ciertos Estados o líderes dictatoriales en incrementar su territorio por medio de la agresión militar. En la mayoría de los casos altamente cruenta, además de totalmente injusta.
Por poner algún ejemplo, el expansionismo inglés, o de los “colonos americanos”, llevó a que mediante el uso de las armas y la transgresión de tratados, se ocupara inmisericordemente los “territorios indios”, propiedad natural de los nativos de norte-américa.
El excesivo y abusivo expansionismo alemán, guiado por un autócrata de libro, aunque accediera al poder presuntamente de una forma democrática, llevo a invadir parte de Europa y África, con el trágico final de la Guerra Mundial.
Y un tercer ejemplo sería el de los soviéticos o los rusos, como queramos llamar. Extender su influencia y dominio sobre otras naciones, ha sido su tónica desde hace siglos.
Casi cuatrocientos cincuenta años duró su primer intento, primero imperialista y después comunista, que finalizaba con la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética en la década de los 90′ del pasado siglo. Millones de muertos atestiguan el precio de sus ansias de control de territorios. Desde Berlín hasta Alaska, desde el Caspio Meridional hasta el Círculo Polar Ártico.
Una de las “últimas aventuras” de aquel proceso de dominio y control, fue la invasión en 1968 de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia. Ver aquel hombre y buen amigo checo Emil Cirin con lágrimas en los ojos, en nuestra casa de verano en Montecristina, ante la llegada de los tanques rusos a Praga, me dejó eternamente marcado.
Y hoy en día volvemos a las “andadas”. La anexión de Crimea por la Federación Rusa de una forma unilateral, es decir no reconocida internacionalmente y la llamada “Guerra de Ucrania” que no es otra cosa que la invasión rusa de Ucrania iniciada en febrero de 2022, nos confirman la voluntad invasora, agresiva y expansionista de Putin. Seguramente forzada por la necesidad de consolidación interna, pero que afecta directamente a Europa.
Ahora Estados Unidos de América, que tiene a Donald Trump como Presidente, porque así lo han decidido los americanos mayoritariamente, ahora digo, con un claro formato contrario a todas las normas de la diplomacia, rayando en el insulto y la agresión verbal, exige que se respete el expansionismo cruento de la Rusia de Putin.
Trump deja bien claro a Zelenski, que EEUU «no tolerará por mucho más tiempo» sus exigencias de garantías de seguridad e integridad territorial para acceder a un acuerdo de paz con Rusia.
El artículo segundo de la Carta de las Naciones Unidas mantiene que la “integridad territorial”, es un principio de derecho internacional que evoca el derecho de un Estado a preservar intacto su territorio ante la intervención exterior. “Los miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas.”
Mientras USA se lanza a su nueva aventura expansionista sobre Panamá y Groenlandia o Méjico y Canadá; y RUSIA a la conquista de occidente; en Europa nos quedamos “bocabadats” y no hacemos lo que hay que hacer.
La acertada frase “de aquellos polvos estos lodos”, nos lo define con total claridad.
Como demócratas no sé exactamente qué podemos hacer en este momento, aunque seguramente la solución es equipararse en poder armamentístico, pero hay que hacer algo con urgencia. Nadie podrá decir que no lo advertimos y denunciamos.
Esta aventura ya se ha repetido desde hace siglos en multitud de ocasiones. Si nos quedamos quietos solo nos quedará el “derecho al pataleo”, avalado por la sumisión a los nuevos autócratas del “mundo mundial”.
Miguel Angel Mulet i Taló