Si la veis, mimadla. Mientras, os hablo de la vejez en perros.
Hace diez años fui a Barcelona por una formación sobre perros Senior, una visita relámpago en la que me quedé a dormir en casa de una amiga. Allí estaba ella, sus perras, sus gatos y una joven pastor alemán que me adoptó y me usó de peluche toda la noche.
Pregunté sobre ella al día siguiente, estaba en “adopción privada”, por eso se encontraba allí. Su persona responsable no podía cubrir sus necesidades, la perra se había… no sé cómo decirlo, vamos a dejarlo, siendo generosa, en que estaba explosiva. El tema está en que, por las circunstancias generales, desde ser un perro con pedigrí hasta los problemas de comportamiento y otras circunstancias que la envolvían, la situación era complicada para la perra y para quien la adoptara.
Creo que tengo, desde hace años, una oportunidad diaria de adoptar un nuevo perro o gato, con o sin marca, con o sin problemas. Pero esa joven dulce y ¿puedo decir cabrona? me ganó de alguna manera, me conquistó y salí de aquella casa diciéndole: “volveré a por ti”.
Y volví a los tres meses, teniendo claro el cambio de vida que iba a suponer por sus características, por las mías y por las del resto de los animales de casa, entre ellos un perro senior, de 15 años.
Hemos pasado juntas vidas, muertes, crianza, platós de televisión, anuncios, coreografías, protocolos de trabajo, formaciones, ejercicios y demás venturas y desventuras. Ahora, en su vejez, es perra única.
Más sabia, más exigente con sus gustos, más dulce, más consciente de su paciencia y de su potencia y, como siempre, social por encima de mis posibilidades.
Supongo que hemos entrado en la fase de tiempo regalado, de disfrutar mucho el día a día, de ser conscientes de que estamos en la segunda juventud y, sobre todo, de darle su “licencia de madurita”. Porque sí, mucho hablamos de la “licencia de cachorros”, pero ojo con los perros seniors y sus comportamientos juveniles (es más fino que seniles).
Los cambios producidos por la vejez no son un fallo educativo, no son un problema de conducta canina (aunque a nosotras nos causen problemas), simplemente estamos ante un proceso natural que conlleva cambios físicos, emocionales y, por ello: conductuales. Algunos más fáciles de aceptar que otros.
¿Cómo podemos reconocer el envejecimiento de nuestros perros?
Probablemente, la primera alarma sea que ha cumplido 7 u 8 años, esa es la edad estándar marcada. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esto varía con el tamaño, envejeciendo más rápidamente los perros de tamaño grande que los de tamaño pequeño.
Los cambios pueden aparecer de forma sutil, incluso podemos pasarlos por alto o pensar que, de repente, aparecen (o vuelven) problemas de comportamiento.
Algunos signos comunes de envejecimiento en perros:
- Disminución de la actividad física
- Cambios en el ciclo de sueño
- Alteraciones de los sentidos (especialmente vista y audición)
- Desorientación y confusión
- Cambios en el apetito
- Problemas de movilidad producidos por dolor
- Cambios de carácter
Todo esto a veces se da en el mismo espacio – tiempo de días de comportarse como un perfecto perro joven (¡ya vendrán después los achaques!). Evidentemente, con el cuerpo no respondiendo de la forma en la que estaban acostumbrados, puede aparecer la irritabilidad y la falta de tolerancia.
¿Cómo ayudar a un perro senior?
- Control veterinario
- Ajustar la comodidad y el descanso: Cama cómoda, bebedero elevado…
- Ejercicio moderado ¡ojo con sobrecargar!
- Estimulación mental, que no falte
- Evita cambios bruscos, agradecen poder predecir el día a día
- Adapta su entorno. Puede necesitar alguna rampa, alfombra…
- Mucha paciencia y mucha comprensión
- Disfruta sin penas cada momento
Al final, tener un perro senior es tener el privilegio de acompañar a un viejo amigo, quizá al que mejor nos conoce, en su etapa final.
Cambios ternura, adaptación, aprendizaje… Amor, humor y respeto.
Así que hoy, en el cumple de “la petita”, no puedo más que dar las gracias a todas las personas que confiaron en mí como persona para ella.
Y a Diana, por supuesto, que varias veces me ha puesto el mundo del revés (como pocos perros han hecho) y otras tantas me ha devuelto a mi centro.
Sabia, conocedora de su potencia, de sus armas… mimadla si la veis.
Y, sobre todo, mimad y biencriad a esos seniors que tenéis en casa. No los miréis con pena: es vuestro perro, el de siempre, pero más sabio.
Disfrutad, disfrutad mucho.
M Cinta Marí Marco. Educadora canina