Sorprende el silencio de las cómplices Carrasco, Barrachina y Massó, incapaces de afear el ataque al pueblo de sus compinches de partido.
Según la Real Academia Española de la Lengua (RAE), felonía es sinónimo de deslealtad, traición, infidelidad o canallada, términos que para muchos castellonenses definen a la perfección el imperdonable pecado que el pasado miércoles cometieron los tres diputados de esta provincia que votaron en contra de la subida de las pensiones y de la gratuidad de las cercanías de Renfe y otras modalidades de transporte público.
Me estoy refiriendo a Alberto Fabra y Óscar Clavell, del Partido Popular, y a Alberto Asarta, de Vox, tres individuos que antepusieron los espurios intereses de sus partidos al bienestar de la ciudadanía. Es obvio que traicionaron al pueblo, a su pueblo, a toda la gente de Castellón porque, como diputados por esta provincia, están obligados a defenderla.
Mucho mayor fue la felonía cometida contra las jubiladas, los jubilados y las familias beneficiarias de las bonificaciones del transporte público que, con la mejor de las intenciones, votaron a PP y Vox el pasado 23 de julio de 2023.
Una traición que tiene tres cómplices muy destacadas: la alcaldesa de Castelló, Begoña Carrasco, la presidenta provincial del PP y de la Diputación, Marta Barrachina, y la presidente de las Cortes Valencianas, Llanós Massó. En otro tiempo jugaron a reivindicarlo todo con ferocidad; hoy, en vez de afear la conducta de sus compinches de partido, callan de forman vergonzante.
La derechona pide el voto a los menos favorecidos para luego traicionarlos; en 2012 Andrea Fabra gritó en el Congreso a los parados “que se jodan” y en 2025 Fabra, Clavell y Asarta castigan a la población con su NO al decreto de políticas sociales.
Fabra, Clavell y Asarta saben que la mayor parte de sus votantes forma parte de las clases medias y trabajadoras, pero también tienen muy claro que su prioridad política son los más pudientes, los privilegiados de siempre.
Hablamos de la derechona de toda la vida, la que primero pide el voto a los colectivos más vulnerables y luego los machaca.
Y casi siempre con el protagonismo de algún Fabra; en 2012 fue Andrea Fabra, la hijísima, la que desde su escaño violentó a las personas en paro con aquel insultante “que se jodan”, y en 2025 es Alberto Fabra quien utiliza su acta de diputado para votar contra buena parte de sus votantes.
Es evidente que en PP y Vox actúan con demasiada soberbia y notoria falta de empatía, aunque también con manifiesta torpeza, porque cuesta creer que los perjudicados puedan estar contentos, a nadie le gusta que le metan la mano en la cartera.
¿En qué momento se jodió el Perú, que diría Vargas Llosa, en qué instante el general de división Asarta dejó de lado el honor propio de los militares para echarse en manos del nocivo credo de la ultraderecha de Vox?
En Castellón la felonía es cosa de tres: Fabra, Clavell y Asarta, pero creo que resulta especialmente sangrante en los casos de Fabra y Asarta. Sobre el primero me pregunto si, por mucho que haya sido presidente de la Generalitat Valenciana, puede seguir teniendo la consideración de molt honorable quien utiliza su escaño en el Congreso para atacar a los menos pudientes.
En cuanto a Asarta, ascendido a general de división en los tiempos de Zapatero, evocando a Mario Vargas Llosa cabría preguntarle “en qué momento se jodió el Perú”, en qué instante renunció al honor del que tanto alardean los militares para abrazar el credo ultra y altamente nocivo de un partido como Vox.