Con la venia: El Bar Maravillas se merece tal nombre, que no es el que está escrito sobre su puerta.
Además de una ubicación muy cercana a mi descansadero, y una falta de pretensiones hostelero/decorativas que es un bálsamo para los ojos, tiene abundantes cualidades que no me resisto a enumerar.
Está siempre limpio. No tiene televisión. Apenas se oye una radio en la que no se perpetra reguetón alguno. Tras la barra reina y ríe MariaBrava, de alegres maneras y exacto apodo. Los clientes entrantes saludan sin dudarlo, y los sedentes contestan invariablemente.
El pan que se vende es sabroso, y sus puntas, que arranco y me tapiño en cuanto me dan mi barra, quitan más males que un billete de quinientos. El café americano que se me sirve es igual al que preparaba Brenda, ( bendita sea donde esté ), suave, rico en aromas, amistoso, y recompone la realidad que anoche se disolvió en mi almohada.
Dispone de dos hermosas cristaleras, que me regalan la magnífica visión de tantas gentes camino de su afán diario; mamás con y sin niños, jovencitos, operarios, paseantes, chaquetudos, corbatosos, despistados con prisa, jubilatas, y un largo etcétera de pululantes varios. Es el escaparate donde veo agradecido el despertar de la ciudad.
Hoy, de pie junto a la puerta chica y café en mano apuraba el primero de los cuatro cigarrillos del día. PacoBierzo pasó puntual con su nieto mayor de la mano camino al colegio, y nos saludamos con la alegría de costumbre. El chaval, como siempre, levantó la mirada del móvil, me sonrió, y se zambulló de nuevo en la pantalla.
Apagada la colilla conforme a las normas, entro a la sala y pido a MariaBrava otro café que me sirve diligente. Ya sentado en la mesa pequeña, lo remuevo, lo pruebo y lo apruebo.
Abro el maletín, extraigo tableta y teclado y los conecto, Blutús mediante. Y me pongo a pensar como resolver el encargo que persona amiga muy querida, me hizo en una llamada del domingo pasado. Por cierto en mitad de la siesta, para susto mío y risa suya. Y que acepté, naturalmente.
Consiste la misión en pergeñar unos cuantos párrafos semanales, de tema libre, con destino a esta Sección. Y digo yo, y creo decir bien, que seria bueno comenzar en esta mi primera aparición expresando dos agradecimientos. Por el aquello de ser bien nacido, que diría mi centenaria madre.
Vaya el primero para la persona que me hizo el encargo, amiga querida como ya he dicho, por acordarse de mi y darme oportunidad y confianza. Y el segundo y no menos «de profundis», sea para ustedes, los lectores, por la paciencia que ya han empezado a derrochar.
Feliz y suculenta semana.
Manolodíaz.