¡Obras! ¡Obras!…

¡Obras! ¡Obras!…

”Zona de bajas emisiones”, en el casco histórico o Castellón medieval y sus “arrabales”. ¿Qué y cómo lo queremos preservar?

 

Anda estos días “el gallinero revuelto”, porque hay obras en el centro de la ciudad. Y es que las obras siempre molestan…pero son necesarias. Todos queremos pocas molestias, pero eso sí, que nuestro entorno, esté en buenas o inmejorables condiciones.

Uno de los más ambiciosos proyectos del anterior equipo de gobierno municipal, fue la creación de la ya famosa “Almendra” de la ciudad. Yo me pregunto ¿Por qué no llamar a las cosas por su nombre?

El antiguo Castellón amurallado, que en su segunda etapa ya incorporaba las calles de Enmedio y d’Amunt, así como la morería y la judería, se fue ampliando poco a poco con los arrabales. Al sur, el arrabal de Santa Bárbara o la Trinidad; el arrabal de “Sant Fèlix”, al norte o el del Calvario, al oeste da la Plaza Nueva. Si a esto le añadimos el “ensanche”, ya en el siglo XX, configuraríamos lo que hoy conocemos como el interior de la Ronda Centro. El desarrollado Castellón medieval, espacio urbano, que con el dinero europeo (que también es nuestro) pretendemos mejorar.

Empeñose la anterior alcaldesa, Amparo Marco, en que la contaminación en la ciudad, era similar a la de las más importantes capitales europeas, decidiendo junto a los concejales que la sostenían en su cargo, que debía hacer algo y pidió dinero para subsanarlo con una macro peatonalización de casco antiguo, “ensanche” y arrabales.

Ya en la época de José Luis Gimeno y a instancias de los comercios del Centro, se desarrolló una primera peatonalización, aunque en aquel caso, sin pretensiones medioambientales y con un riguroso estudio previo que aconsejaba en dicha iniciativa, construir toda una serie de parkings que la rodearan, para resolver uno de los principales problemas que suscita ese tipo de actuaciones, el del aparcamiento. Y así se hizo.

Unas décadas más tarde, el “almendrado” proyecto, fue presupuestado en 7,8 millones de euros. La idea era: “reducir el paso de los vehículos motorizados en la parte central de la ciudad, unos 745.000 metros cuadrados en los que el tráfico podría quedar restringido y donde se podrán aplicar diferentes estilos de peatonalización o semi-peatonalización en función de las calles”.

Para gustos colores, pero hoy en día, y en nuestra ciudad, debería ser impensable, desarrollar una acción de este tipo sin consultar con los principales afectados. Y eso no se hizo adecuadamente.

Todo suma a la hora de tomar la decisión democrática de mantener o cambiar a un alcalde o alcaldesa.

Incorporado, después de las últimas elecciones municipales, un nuevo equipo de gobierno, con Begoña Carrasco como alcaldesa, decidió ser consecuente con la nueva forma de gestión prometida y lo primero fue consultar a los colectivos directamente afectados. Una participación ciudadana real y directa.

Con carácter de urgencia, fueron consultados: “comercios, hostelería, pymes, autónomos, proveedores de servicios, colegios profesionales y vecinos afectados”, con la intención de rehacer o reorientar, si el lector lo prefiere, el ya tristemente famoso “Proyecto de Bajas Emisiones”.

En pocos meses, se comunicaba en el Foro sobre Movilidad Urbana Sostenible, organizado por el Colegio de Arquitectos de Castellón, la nueva propuesta. Acto seguido se inició la ejecución por fases, aunque condicionadas por las fechas que marca y obliga Europa.

Finalmente será una realidad, el no deseado (por innecesario), proyecto medioambiental, aunque también es cierto, que las obras mejorarán la calidad de la trama urbana, pero con una serie de mejoras sobre el anterior, como que se recuperan más de un 40% de plazas de aparcamiento, se incrementaran las zonas verdes y no se restringirá el tráfico en las calles nuevamente integradas, salvo en los momentos, en los que los medidores de la calidad del aire lo indiquen y por su puesto sin afectar a los residentes que podrán acceder sin limitaciones a sus viviendas.

No obstante las molestias están servidas. ¡Obras! ¡Obras!…aunque estamos seguros, que planificadas con sentido común y generando las menores molestias posibles a los afectados.

Pero… molestias, queramos o no queramos, tendremos que soportarlas por el bien futuro de nuestra ciudad y sus vecinos.

Miguel Ángel Mulet i Taló