Con la venia: Pasaron unos semestres. Yo vivía tranquilo en mi piso y con mi trabajo. Todo en calma, pensé un día. Los Hados, tan finos como salaos ellos, lo oyeron. Y...
…a principios de aquel otoño, se me ayuntaron la Roma y el Santi, engendrando sospechosos efectos. En el Lindo Museo, sufrí la perra zancadilla de la nueva adjudicataria del servicio, que se negó a subrogarme, por lo que hube que seguir en plantilla con la empresa que había perdido el concurso. Esta, nada solapadamente, decidió animarme a una airada renuncia o algo peor, y me envió a trabajar bien lejos. Al no disponer de plazas en la península de Kola, fui destinado al tómbolo de Peñíscola.
De aquel exilio básteos saber que, además de los muchos problemas del desplazamiento diario en bus, con un cuadrante loco y cruel que hubiera firmado el mismísimo Calígula, la ubicación que me fue asignada también chorreaba mala leche. De trabajar en la esquina de Caballeros con Gracia, pasé a penar en la última punta de la calle del Olvido. Hay que joérse con la poesía de los callejeros municipales
Para mas inri aleteó de nuevo el Efecto Mariposita, que podrido lo vea yo, y me comunicaron los caseros que debía desalojar el piso para principio de año. Harto de jodas, decidí ganarle el combate a la mala racha. Por nocaut.
Como preparación al macht, en la garita infame del castillo papalunar, con una tableta prestada de Wifi intermitente, online comencé la búsqueda de un queo, pedí vacaciones para la segunda quincena de diciembre, e interpuse una venenosa y afilada demanda laboral, cuya defensa encargué a un Gran Maestro Probado en Esgrima.
De aquella pelea os diré que, a tiempo raspado, pude encontrar un almacenillo para atiborrarlo con todos mis imprescindibles e inútiles enseres. Ayudado por un Granadero de la Guardia, con carnet para camiones él, obramos el milagro del traslado, logrando una meritoria versión de la cueva de Alí Babá. Así me anoté el primer asalto.
Aguantando en el vil chamizo de los jardines peñiscolanos como antipapa en castillo, esperé unos pocos meses, hasta que me comunicaron que Su Señoría estimaba la totalidad de mi demanda, por lo que debía yo, al día siguiente, retornar en carne mortal a la conserjería del Museo Etnológico de nuestra ciudad.
La contrariada parte contraria apeló, pero ya se habían acabado los desplazamientos y la pertenencia a la empresa Tornillo S.L.U.G. Segundo asalto al zurrón.
Con risitas sardónicas esperé el fallo del TSJCV, y a mi favor se produjo. Vamos, lo que viene siendo un lindo K.O. Cierto que tuve que oír, a un sumiso cordero laboral, aceptar que reclamara mis derechos, y recriminarme acto seguido que me atreviera a ganar contra la empresa. Puse en la lista de asnézdotas el comentario.
No necesitaba que nadie, y menos el ovino sujeto, levantara mi brazo. Me encaminé a la ducha tras bajar del ring, pensando en el trayecto qué trofeo quería tener en mi vitrina. Cuando pisé la calle ya lo sabía.
Mi premio fue una semana vacacional de festarrupio, en la que bebíme, comíme, y reíme cuanto tenía a bordo. En lunes cerré el sardanapalazo con una sobria apoteosis que llevaba; obras de Rameau como banda sonora, un gewüzrtraminer de Léon Beyer, bocata DoubleScylla, y unos pocos sorbos de Marí Mayans Dry Stick. Que el martes hay que trabajar, Manolico. Mójate solamente, no te me ahogues, chaval.
Lo habéis intuido ya, y con razón. La Cajuela de los dineros había reaparecido. Un Guadiana de Plata derramó su caudal en mis zarpas. Lo convertí en fiesta, con los Hados de cara y la Mariposita Culojudas en excedencia forzosa.
Suave, momento fue aquel.
Y así sea la semana que tengáis.
Buenas noches.
B.S.R.
Disfrutad en el Yutús de: Marcelle Meyer play Rameau.
Manolodíaz.