Primeras Palabras

Primeras palabras, terrible responsabilidad llenar este espacio e hilar algunas pocas frases medianamente congruentes. Pero, más allá del miedo escénico, quisiera que mis primeras palabras por aquí fueran de agradecimiento y de recuerdo.

 

De agradecimiento a la persona que me ha ofrecido la posibilidad de esta pequeña colaboración, por haber pensado en mí y por haber sabido verme unos valores que yo tan solo presumía.

Para el recuerdo me tengo que remontar a, casi, tres años atrás. Un curso, una incertidumbre de no saber si resultaré elegida (me imagino que la misma que mis compañeros de entonces sentirían), una llamada: que sí, que contamos contigo y, al fin, primer día de curso; por cierto, muy interesante, divertido y productivo. En él, gente variopinta, de distintas profesiones, edades y situaciones, con ganas de aprender y de enseñar (una historia, un sentimiento, cada uno los suyos).

Durante todo el tiempo que duró el curso, unos cuatro meses, fuimos navegando de la mano de la tutora; nos íbamos dando cuenta de que nuestra situación, fuera la que fuera, no era tan mala como habíamos pensado. Tampoco era ni mejor ni peor que la del resto, era, simplemente, la nuestra. En general tendemos a pensar que no nos van a entender, que solo uno mismo sabe por lo que está pasando, y no es del todo incierto. Pero el hecho de compartirla, de darla a conocer, nos alivia de la carga.

Y esto es lo que en muchas de las sesiones del curso hacíamos: terapia, terapia grupal. En aquellos momentos se creó un vínculo que, entonces, creíamos indestructible. Con el paso del tiempo te vas dando cuenta de que pocas cosas hay que resistan eso, el paso del tiempo.

La cuestión es que, de una manera o de otra, se fueron estableciendo redes. Lo que empezó siendo compartir espacio físico a nivel general, se fue acotando y se buscaba estar con unas personas y no con otras; a lo mejor tampoco se buscaba, y surgió de esa manera.

El curso llegó a su fin, y comenzaron las quedadas. Quedadas en las que era imposible reunir a toda la gente, por trabajo, ocupaciones o intereses diferentes. Quedadas que se fueron haciendo más espaciadas.
Siempre había, eso sí, una felicitación por Navidad, un “me gusta” en Facebook, un intercambio de información (un curso, sí, otro curso: de idiomas online, de idiomas presencial, de esto o de aquello).

Fue precisamente a través de Facebook que supe que una de aquellas personas, compañeras de curso, estaba de nuevo trabajando en lo que había hecho siempre y en lo que había querido volver a trabajar. Me alegré mucho, me alegré sinceramente.

Y como de bien nacido es ser agradecido, agradezco las casualidades que ahora me han traído hasta aquí, desde donde me asomaré esporádicamente a la vida, siempre que el tiempo (dichoso tiempo) y las musas lo permitan.

Elena Rodríguez
Docente discente