Prometo Enmendarme

Prometo Enmendarme

Con la venia: estos días padezco malandanza en salud y dineros.

 

Y mis noches son un zigzag de sueños -boboeróticos, bragulientos, pedregosos- más inquietantes que las cartas de la Agencia Tributaria.

Así que estoy que no estoy. Mirad si será grave mi descorde, que esta mañana pasé diez minutos buscando mi Otrozapato, que al final descubrí calzado en mi Otropié.

Pero, aunque la mar pinte putapena, hay que empuñar los remos cada día. Así que para poner orden y método en mi sesera, recurrí a preparme un Cafetupio Canónico. Como es de rigor molí, remolí, dosifiqué, enrosqué, y puse la Alessí al fuego.

Mientras esperaba el alegre borboteo lié un cigarrilio de doce centímetros de eslora, cosa que también es de destreza y buen juicio, y serena el ánimo si se consigue.

Acabé felizmente con los ritos y, para centrarme en el tecleo, acomodéme en el sillón, encendí el humoso y la tabletica, díle un sorbo al Cafetupio y…
…el Ángel Guardián del Café debió ausentarse en el proceso de extracción, el Zimazúl me supo a recolao de desayunería barata, y tuve que apartar de mí el maldito muevetripas.

Ítem más, el papel del liao -que por lo visto ensalivé por la parte que no toca- se abrió por completo a la tercera calada. Hebras y brasas me cayeron encima de la entrepierna, y comenzó un episodio de chispas y manotazos cercanos a las joyas de la corona. Hubo susto, pero por fortuna ningún daño irreparable. Uuúfff.

Pero nunca se acaban mis males, porque cuando me logro recomponer y empiezo el trasteo en la tableta me encuentro que no encuentro ni los apuntes, ni los bocetos que voy recogiendo sobre los temas a tratar. Como si el ventarrón destas jornadas se los hubiera llevado a algún limbo digital.

Me veo pues rebuscando en mi memoria -deteriorada por la vida, la cazalla, y el abuso de aspirinas- en procura de un asunto más o menos coherente.

Está claro que dadas las fechas que corren, sería lógico contaros alguna sabrosa anécdota vivida en Magdalena, de las que tengo abundante provisión.

Pero hacer tal cosa implicaría nombres, apellidos, motes y datos de próceres y próceras locales, que no se sentirán felices si desvelo sus gamberras conductas juveniles. Y no estamos aquí para aguar la fiesta a nadie que no se lo merezca mucho.
No liemos el palangre; queda descartado este punto.

Aunque la idea de referiros alguna trastada formidable se me queda en el magín. ¿Qué tal si os hablo de Pepepezuñas? El que cometió aquella burrá inaudita, cuando entregó las cenizas de su zopenco y difunto cuñao -alias Cagalíu- a su esposa, la sin par Mariarrabietas.

Claro que se trata de un caso pero que muy escatológico, que hasta escandalizaría a ChórdyelChárne -el terror del Cabañal- y darlo a la estampa puede traer consecuencias indeseables. Dejémoslo en el congelador.

Con la intención de cumplir la tarea semanal -y aún dentro del apartado de barbaries varias- me viene el recuerdo del plan que desarrollamos Piudeferro y yo, para dotar a Benicasim de una magna obra de Land Art sin sufrir consecuencias penales.

A partir de unos versos del Duque de Rivas y, con la simplicidad de lo elegante, el asunto se basaba en usar una plantilla perforada, un doble heliógrafo, y doscientos sesenta kilos de sal gorda, para dibujar un hermoso símbolo fálico.

El sistema para escapar de las garras de La Ley era mantener el anonimato, perpetrando la salvajá en la noche del equinoccio de invierno, para que tuviera efecto seis meses más tarde.

El fin último era que el Ayuntamiento benicense se viera obligado a declarar la obra BIC-VIP, asumiendo una campaña de promoción turística acerca del falo susodicho, ya que en caso de rechazar la artística intervención, no quedaría más remedio que dinamitar la ladera de las Agujas de Santa Águeda para hacer desaparecer la erecta imagen.

Pero reflexiono, y concluyo que este relato podría dar ideas a grupos extremistas, de los que no necesitamos ni uno más. Adiós también a este tema.

Tanta prudencia y tanto descarte, me están poniendo mosca y quejoso. Lo que me lleva a pensar en escribir sobre algo en lo que estoy federadísimo: el fracaso. Valga como ejemplo el del plan compensatorio de mi pensión.

Como la poca plata que me da el Papá Estado me está friendo la ancianidad, perfilé un negocio sencillo, que yo pudiera llevar a cabo con soltura y redondeara mi economía.

Consistía en un gabinete de predicción del futuro, basado en entintar el escroto del cliente, obtener una impronta sobre papel reciclado, y fantasearle alegrías al pagano.

Una forma de escrutar el mañana tan inútil como cualquier otra, aunque mucho más cara.

Redacté el dossier -ilustrado y pormenorizado- pero mi penuria económica me impidió pagar el alta en el Registro de la Propiedad Intelectual. Y esta dilación ha dado al traste con mis esperanzas de una larga vejez acaudalada.

Porque otra vez más, otro argentino se me adelantó -shé mirávós- y el pelotudo del anda publicitando en las Redes un gabinete fastuoso, donde ofrece la misma especialidad que a mí se me ocurrió. Otro ejemplo más de Fracasitos Fever y de que no hay suerte p’al hombre honrao.

Se me acaba el tiempo, que entro de guardia con mi madre y debo ser puntual, so pena de sermón.
Creedme que lamento no haberos podido servir un relato ordenado y razonable.
Os ruego que aceptéis mis más sinceras excusas, hago patente mi propósito de enmienda, y os deseo bravas fiestas y suaves resacas. Amén.

No recomendaré hoy banda sonora alguna, que tendréis sobradas músicas esta semana. Disfrutadlas si podéis.

Manolodíaz.