
Que se active, desactive y tenga botón de reinicio.
Lo tenemos todo a un clic, en la palma de nuestra mano. A través de un dispositivo obtenemos respuestas de inmediato. Queremos exactitud, precisión y, si puede ser, que nos diga que tenemos razón. Luego parpadeamos y nos relacionamos con seres vivos. Je.
Buscamos (espero que sin darnos cuenta) que nuestros perros respondan a nuestras expectativas de inmediato, con precisión, sin errores, sin retrasos, sin pensar, sin hacernos quedar mal, con la eficiencia de un dispositivo que funciona bien… ¿Qué sucede cuando queremos que nuestro perro tenga una actitud predecible como la de un aparatito electrónico?
Estamos ante buen inicio para dar la bienvenida a la frustración colectiva, la del perro y la nuestra.
El mito del perro perfecto
Para que nuestros dispositivos funcionen necesitan de la parte material (hardware) y de programas, instrucciones y reglas para poder ejecutar ciertas tareas (software). Esto resulta comprensible y lógico, es la base del funcionamiento de nuestros aparatitos. Pero ¡sorpresa! Los perros no son aparatitos.
Ya sería fácil, triste y aburrido reducir a los perros a la lógica de un programa, obviando sus necesidades, sistema nervioso y emociones. …Uy. Que igual está sucediendo…
Todas las personas enseñamos (o tratamos de hacerlo) a nuestros perros las instrucciones, reglas, costumbres de nuestro hogar y, prácticamente la totalidad de perros que conviven con personas son, además de pacientes con nuestras contradicciones, excelentes lectores de nuestro funcionamiento.
Me inquieta la costumbre a un mundo tan estructurado por sistemas y reglas rígidas que parece no comprender que la vida, la esencia y las experiencias no pueden diseccionarse e introducirse con un chip.
Y ya vendría bien que pudiéramos facilitarles instrucciones precisas, paciencia y mantenimiento, cual PC. Luego si eso, ya sumamos la empatía, la comprensión o el respeto por su naturaleza.
Aprender a convivir
¿Podemos con la misma dedicación que aprendemos a usar smartphones, PC’s o electrodomésticos supersónicos aprender sobre el funcionamiento del perro?
Diariamente nos esforzamos por estar a la altura de nuestra tecnología, por saber manejarla, sin dejar de aprender (voluntaria o involuntariamente). También nos esforzamos por lograr nuestras rutinas: laborales, ocio, descanso, alimentación… y, en todo esto, fácilmente caemos en no terminar de tener en cuenta las necesidades de nuestro perro, que no pasan, precisamente, por atender comandos preprogramados.
Queremos que obedezca de forma automática, que no robe de la basura, que no ladre…Pensamos que no entiende, que no coopera, que es desobediente, que se venga.
Nos gusta de los perros su autenticidad, pero pretendemos que formen parte de planes rígidos, automáticos y predefinidos.
Queremos su interacción, su compañía, su naturalidad, no limitándose a cumplir tareas. Me pregunto si tenemos disposición para aprender sobre su mundo con la misma paciencia que ellos aprenden del nuestro o con la misma paciencia con la que actualizamos el software (poca).
Si podemos aprender de tecnología, podemos aprender de perros.
Manual sin instrucciones: aprender de los perros
- Comprender cómo “funcionan”. Cómo nos observan, tratan de entender nuestro (a veces caótico) mundo y cómo tratan evitar conflictos. Este entendimiento implica querer conocer sus reglas, no imponer las nuestras.
- Mejorar la comunicación. Señales visuales, tono de voz, formas… De la misma forma que desciframos las funciones de una nueva aplicación, podemos aprender a descifrar cómo nos entienden a través de nuestros gestos, tonos de voz y lenguaje corporal.
- Respetar sus instintos. A nadie se le ocurriría pedirle a una licuadora que haga una hoja de cálculo. ¿Por qué pedimos a los perros que actúen en contra de su naturaleza?
- Aplicar conocimientos reales. Los perros están “diseñados” para soportar periodos cortos de estrés y disfrutar de descansos prolongados. Permitirles descansar y evitar que “se recalienten” no es solo natural, sino necesario.
- Recordar que ni siquiera los dispositivos obedecen siempre. Se cuelgan, tienen errores, a veces fallan. Los perros, también tienen días malos, problemas de salud, etapas de desarrollo y otros problemas propios.
- Fomentar su confianza permitiéndoles explorar, olfatear, descubrir. Del mismo modo que instalamos mejoras para optimizar nuestros dispositivos, permitir a un perro ser perro es un acto de confianza y respeto.
- Tener paciencia ante un comportamiento “inadecuado”. Pocos segundos de espera son nada comparados con los minutos, o incluso horas, que dedicamos a actualizar un sistema o resolver un fallo técnico.
- Respetar sus momentos de interacción, su tiempo para olisquear, saludar o simplemente existir, como cuando alguien se sienta frente a un ordenador concentrado en su tarea.
- Usar la empatía. Poner en práctica la capacidad de entender a otro ser desde su propia realidad. Se que a veces no es fácil, pero esto se supone que es una de las grandes cualidades de las personas.
Preocúpate si tu perro maúlla
Muchas veces nos quejamos de que los perros ladran, piden comida o tiran el cubo de basura, pero ¿no es precisamente eso lo que hacen los perros? ¿No es más fácil, por ejemplo, guardar el cubo de basura que exigirle no robar tesoros?
¿Puede tu teléfono darte un abrazo? Escribo la pregunta y mi cabeza dice “dale tiempo”, pero de momento no. Pues, de momento, por favor, tampoco pidamos a los perros que funcionen como dispositivos automáticos.
Igual, si dejamos de intentar reprogramarlos, si empezamos a comprender su naturaleza, si cubrimos sus necesidades reales, podemos disfrutar de la verdadera maravilla y privilegio que es convivir con un perro tal y como es.
Soy consciente que, en nuestro mundo, con nuestros tiempos no es fácil adaptarse a otro ser vivo. Aun así, la convivencia con un perro no puede basarse en que se adapte de forma automática a nuestras formas, requiere aprendizaje, entendimiento y respeto.
Ojo, no estoy obviando eso que llamamos problemas de comportamiento, si los hay, tenemos que ayudarles. Desde el conocimiento, la comprensión, la seguridad, la posibilidad de adaptación e incluso de error.
Al final, lo que adoramos de los perros es su genuinidad, autenticidad, la capacidad de adaptación a nuestro mundo, la forma en que están a nuestro lado… y esto no es programable. Pero, lo que si podemos construir es una relación auténtica, basada en el aprendizaje mutuo.
M Cinta Marí Marco
Educadora Canina
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