Recuperar el sentido común y el sentido de la vergüenza

Recuperar el sentido común y el sentido de la vergüenza

"La ejemplaridad en política significa, simple y llanamente, que la política tiene que ir un paso por delante de la legalidad…”, Pedro Sánchez dixit.

 

Hemos entrado en una dinámica a punto de transformarse en histórica, en la que la pérdida del “sentido común” ya parece normal y no solo normal, sino que en ciertas ocasiones hasta obligada.

Cómo si no, se puede entender que la mentira practicada por algunos políticos, sea “obligada” para “funcionar” en una Democracia. Pues sí, “pérdida obligada del sentido común”, entendido este como la capacidad que tienen las personas, entre los que se encuentran los responsables de las Instituciones, de actuar, entender o juzgar de una forma razonable.

Se dice popularmente que el “sentido común”, es el menos común de los sentidos, por la sensación de que no se aplica generalmente. Nada más lejos de la realidad, si analizamos nuestros comportamientos, acciones y reacciones, veremos cómo, a diario, en más de un 90% lo aplicamos. Ahora bien, ese 10% restante nos genera “sin pensarlo” graves problemas y quebraderos de cabeza.

La cosa se complica cuando los porcentajes se alteran en detrimento del propio “sentido común”  y más cuando se hace de forma colectiva y mucho más cuando se hace intencionadamente y con la consecuencia de perjudicar a un importante sector de la sociedad.

Desgraciadamente vemos actualmente actitudes de algunos dirigentes, democráticamente elegidos, que van en contra de los principios constitucionales e incluso de los racionales.

¿Es que pretenden hacer normal lo anormal? ¿O es que pretenden no exigirse a sí mismos lo que exigen y exigieron a los demás? El “sentido común” nos dice que ¡SÍ!

Y no de banalidad va lo de la aplicación del “sentido común”, ya que desde su consideración en la escolástica medieval, recogida por Santo Tomás, ha sido utilizado y considerado por la práctica totalidad de los estudiosos que se inspiran en Aristóteles.

Autores clásicos como Cicerón y Séneca, abogaron por su uso como herramienta fundamental para trazar un adecuado discurso filosófico y de actitud vital, es decir, político en el buen sentido de la palabra. Considerando que la Filosofía lo que pretende realmente es desarrollar el “sentido común” o que un orador no puede cometer el grave error de despreciarlo.

Más adelante Descartes defendía que “no basta tener un sano juicio, lo principal es aplicarlo bien” reivindicando así el buen uso del sentido común por los dirigentes y porque no, de la sociedad en general. E incluso el propio Kant opinaba que el “sentido común” por él denominado “inteligencia común”, era la facultad de los sentimientos humanos que nos permitía juzgar adecuadamente las acciones diarias.

Fuere como fuere, es criterio general que las personas que tienen “sentido común”, son las que todos conocemos como equilibradas, prudentes y razonables. Y las de los que no lo tienen o no lo usan… lo contrario.

Y viene aquí, en la actual coyuntura, la praxis de aquellos que lo deberían utilizar con carácter prioritario. Por calidad personal y por responsabilidad para con la sociedad.

Que el hermano de un alto cargo político, consiga un trabajo por ser hermano de quien es y no por sus valores profesionales, e incluso y esto aún es peor, que le preparen un trabajo específico, altamente remunerado, por ser el “hermanísimo”, es, aplicando el “sentido común”, inaceptable.

Que la mujer de un alto cargo político, desarrolle sus intereses privados con los medios  y relaciones del cargo de su marido y para más inri con una Cátedra, sin ser catedrático, titulada Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva, que enseña cómo conseguir ayudas públicas mediante comportamientos, estrategias y relaciones. Aplicando el “sentido común” no solo no es ni ético ni estético, es indecente.

Pero Pedro Sánchez dijo: “La ejemplaridad en política significa, simple y llanamente, que la política tiene que ir un paso por delante de la legalidad…” cierto, muy cierto…si se aplica.

Decir lo uno y practicar lo opuesto, no solo es contrario al “sentido común” es perder también el “sentido de la vergüenza”.

Tristemente nuestro Presidente del Gobierno de España, rompiendo todas las normas de lo “etic i estetic”, del “sentido común” y del “sentido de la vergüenza” ni los aplica, ni los respeta, ni los hace aplicar… y ahora qué!

Solo nos queda denunciarlo públicamente y esperar que el “sentido común” de los españoles, de todos, los suyos incluidos, se lo tenga en cuenta cuando se presente ante las urnas, esperemos en una contienda, democrática, justa e igualitaria, como manda del “sentido común”.

Miguel Ángel Mulet i Taló