Andando, en bici, en patinete, en transporte público o privado, pero vamos.
A mí, que no me hace falta que me animen mucho a ir donde sea, que en cuanto me dicen ”¿y si vamos…?” ya estoy fuera, a mí, digo, se me hace muy difícil entender que la gente no quiera moverse más. Moverse en el sentido de salir de casa, de ampliar miras, y no necesariamente gastando dinero (que también es otra opción, pero no la única). Moverse para explorar, moverse para airearse, moverse para sentirse vivo o para no sentirse inerte antes de tiempo.
He tenido compañeras de trabajo o de estudio que, aun siendo más jóvenes que yo y sin ninguna patología previa, han utilizado el ascensor para subir una planta, ¡una sola planta!
Que se cansan, dicen, subiendo por la escalera. Y más que se cansarán de seguir así. Más allá del mito o no de los diez mil pasos, que si te pones tampoco son tantos, cada vez se recomienda más andar, cada uno según sus posibilidades, pero caminar: bajarse una parada anterior de autobús a la propia, dejar el coche aparcado a unos metros del sitio de destino, pequeñeces que nos hagan salir del sedentarismo.
Recuerdo aquellos tiempos, que ahora nos parecen tan lejanos, de recién salidos del confinamiento. Salíamos todos a la misma hora, que era a la que se podía, pero es que también lo hacían aquellos que no habían andado casi en su vida. ¡Cualquiera aguantaba eso de estar encerrados por obligación! No hubo nada mejor (entiéndaseme la ironía) para que quisiéramos salir.
Y quien dice andar o caminar, dice cuidarse. Las calles están llenas de ciclistas, de corredores; de un tiempo a esta parte somos más conscientes de la salud, disfrutamos otra vez de actividades al aire libre. Por supuesto, habría muchos que ya lo hicieran de siempre.
Vuelvo al caso de andar: no necesitas más que unas zapatillas y ganas. Lo que yo veo un pelín raro (pero igual son cosas mías) es pagar un gimnasio para andar por una cinta. Que sí, que te monitoriza la velocidad, el esfuerzo, la pendiente y no sé qué más, pero que al fin y al cabo es andar, y se puede hacer “de gratis”.
Y todo esto no es solo por cuestión de mantener la línea o las curvas, es la sensación que se produce de bienestar al liberarse endorfinas (eso queda así muy bien expresado, se oye mucho). Algo debe de tener cuando una vez empiezas a practicar cualquier tipo de actividad te vas enganchando, se va uno animando a hacerla más y a hacer más.
Así que, venga, a moverse.
Elena Rodríguez
Docente discente