Luis Andrés Cisneros
Desde el inicio de los tiempos infinidad de individuos y países se han servido del miedo para alcanzar los más oscuros objetivos y cumplir con sus más aviesas intenciones. En los albores de la Humanidad infundir miedo mediante ataques físicos era la forma más común de dominar.
Esa es una de las razones por las que las guerras se han desarrollado de manera continua entre los distintos clanes tribales, clanes ideológicos o clanes de todo tipo. Los enfrentamientos armados servían para atemorizar a la gente ante la perspectiva de perder la vida o las posesiones, amén de ver la desaparición de los seres queridos.
Si se vencía en una guerra, la instauración del terror entre los derrotados era una constante entre los vencedores. Se tenía que instaurar el terror físico si se quería que los sometidos fueran obedientes y desistieran de cualquier forma de resistencia.
De ahí se desprende que, para seguir instaurando el terror entre los disidentes o vencidos, se procediera de manera sistemática a castigos físicos, torturas de todo tipo, latrocinios y robos. Con todo esto se vencía la voluntad de resistencia del grupo al que se quería someter. Es bien conocida la colección de torturas maquiavélicas que se han desarrollado a lo largo y ancho de la historia mundial. Recordemos, por ejemplo, las tristemente famosas chekas que jalonaron las ciudades y pueblos españoles sometidos al Frente Popular.
Unos verdaderos maestros en el terror inmisericorde han sido los distintos regímenes comunistas que han jalonado la faz mundial, llegando a acciones tan descarnadas como los millones de personas que han eliminado usando el hambre como arma deshumanizada y cualquier diabólica idea inimaginable.
Desde los gulags soviéticos en Siberia, pasando por los campos de concentración nazis, hasta llegar a los más de cien millones de muertos contabilizados por los descendientes de Marx, Lenin y Stalin, hay un reguero de canto y odas al miedo y al terror.
Hasta que llegamos a nuestros días cuando, sin disparar ni un solo tiro, sin recurrir a invasiones armadas y sin moverse del sillón, los mentores de la Agenda Globalista, diseñan y llevan a la práctica el sometimiento y, perdón por la expresión, «el acojonamiento» de la especie humana.
Se están haciendo con el dominio absoluto de los países, por medio de los dominadores actuales supranacionales, de todo el mundo occidental. Sólo les queda adueñarse del mundo islámico, aunque cabe pensar que las «élites musulmanas» están en el círculo más estrecho del nuevo poder.
Analicemos los hechos que están acaeciendo en los últimos tiempos. Ha habido varios intentos de atemorizar a la humanidad con distintas y consecutivas pandemias (gripe aviar, síndrome de las vacas locas, gripe porcina, etc.) y, ahora el coronavirus.
Es curioso que ya, años antes de la aparición del Covid-19, mecenas del Nuevo Orden Mundial y del Foro de Davos, como por ejemplo Bill Gates, vaticinaran que se estaba a las puertas de una epidemia muy peligrosa y, a pesar de los millones de dólares que dicen haber invertido en instituciones como la OMS, nadie fue capaz de poner las medidas pertinentes para evitarlo.
¿Qué tenemos que pensar? Quizás que no interesaba impedirlo, o quizás que era el primer paso de un nuevo plan mundial, o quizás que era un ensayo para ver la respuesta de la gente a este Nuevo Orden Mundial. No tenemos que olvidar que los grandes propietarios del Mundo están manifestando que en estos momentos habría que proceder a disminuir la población mundial entre un 15% y un 30%.
El miedo que inocularon a la gente fue un gran éxito, y sigue siéndolo. Millones de personas se vieron encerradas en sus casas sin poder ver a sus familiares, sin poder despedir a sus seres queridos fallecidos por cualquier causa, y mirando con resquemor a través de las ventanas y denunciando, como auténticos delatores a todos aquellos que no llevaban puesta la mascarilla por encima de la nariz.
Al mismo tiempo, como protagonistas de 1984 la novela de Orwell, la gente salía a aplaudir a las ventanas, con un entusiasmo patológico, con la excusa de dar las gracias al personal sanitario, personal, por otra parte, abandonado a su suerte por las autoridades comunistas.
Luego vino una segunda ola, luego una tercera, les iban cambiando el nombre y estaban amenazando con la necesidad de inocular más medicamentos experimentales (¿o no?). De lo que se desprendía que no se garantizaba la inmunidad, es más, se empezó a ver que cuanta más gente se inoculaba las mal llamadas vacunas, aparecían nuevos casos.
Pero lo que sí se seguía inoculando es el miedo. Mascarilla, distancia y empezar a realizar un «apartheid» entre los vacunados y los no vacunados. En muchos países del mundo se pretende confinar a los no vacunados, aunque hubieran adquirido la inmunidad natural. Estamos en un estado totalitario comunista de ámbito mundial.
Pero siguen jugando con el miedo, como diría el dicho español «las desgracias nunca vienen solas», ahora se presenta el fin del mundo con el cambio climático, la violencia machista sigue aumentando de forma brutal, en España las mujeres son asesinadas a centenares, los colectivos LGTBIQ+ huyen de España temiendo por su vida, viene un apagón que dejará a la gente al borde de la muerte.
Curiosamente ante un panorama tan devastador y tétrico como el que nos pintan, miles y miles de invasores llegan día tras día a nuestro país y a otros occidentales, atraídos, subvencionados y vestidos y alimentados por los que nos meten el miedo en el cuerpo, miedo al que estos ilegales contribuyen a propagar con sus actos delictivos, pagados con nuestros impuestos.
Todo esto está servido, con profusión de imágenes y periodistas y tertulianos regados por los Amos del Mundo. ¿Y quiénes son estos Amos del Mundo? Muy sencillo; Industria Farmacéutica, Medios de Comunicación, Empresas Tecnológicas, Grandes Emporios, Socialistas, Comunistas, Separatistas y Terroristas.
No van a dejar de usar el miedo, estamos ante el principio del fin del mundo que hemos conocido. Tenemos que defendernos y asirnos a los valores como la Familia, la Patria, los valores Cristianos y luchar contra los fieles seguidores de Belcebú.
Como se puede ver en la viñeta que figura en este artículo, la primera medida para salvarnos es apagar los medios de comunicación oficiales y, sobre todo razonar, usar la inteligencia personal de cada uno y buscar la información que no aparece en los medios de desinformación que nos han invadido.
Para finalizar les dejos un enlace a una publicación aparecida en la revista JAMA (Journal American Medical Association) sobre los «chanchullos» de la Industria Farmacéutica:
Acabemos con las autonomías antes de que ellas acaben con nosotros.
Luis Andrés Cisneros