512 siglos ( 4 )

512 siglos ( 4 )

Con la venia: desde el lecho del dolor tecleo.

 

Si me pusiera tremebundo -o poetástrico,- podría decir que estoy suspendido en una nube de blancas mariposas, humedecidas por el cálido rocío de la noche.

Pero la verdad es que estoy relevado de toda guardia, sentadico en el borde del camastro, y en medio de un montonazo de pañuelitos mocosos.

Me explico: este humilde anciano, servidor y narrador vuestro, tiene llena la testuz de una sinusitis estival que -importada desde Tasmania– me contagió mi querida hija Greta.

Más que nada, ella lo hizo para celebrar su vuelta a mis brazos -después de un quinquenio y pico- y que no se me olvidara nunca la feliz ocasión. Lo que se dice un alarde de cariño filial que seguro agradeceré en un lejano futuro.

Pero el caso es que hoy -cuando quería yo ensalzar la pintura rupestre en general y la del cerdito de Sulawesi en particular- soy todo atchíses, coriza, lagrimeo y cefalea.

Estoy seguro de que habéis hecho guardia en esta garita, y recordáis lo bien se pasa, en pleno ferragosto, con quinientos enanitos mineros martilleándote los cráneos desde dentro, con mil agüillas nasales cayendo sobre la pechera de tu camisa Ungaro y tan flemoso como el primer Alien.

Además, como soy un pésimo enfermo -y me siento a punto de entregar la cuchara- no logro entrar al meollo desta entrega por más que lo intente. Estoy en las habas, confundiendo términos y haciéndome de la lía un picho. Pero que mucho.

Por ejemplo; quise escribir sinequanon, pero anoté zinecualo. Cuando releí la burrá, vi tiburones a lo lejos y me asusté.

Para conjurar la mieditis me zampé dos aspirinas con sifón, y en consecuencia hace un largo rato que estoy tetanizao.

Queriendo sacarle provecho de la catatonia, repaso las pocas líneas que llevo acabadas. Y me entero de que he cometido faltas de ortografía hasta parpadeando.

Al viejo y dopado Oficial Administrativo que llevo dentro, lo primero que se le ocurre es ponerse a buscar la caja de Tippex para corregir los errores.

Por fortuna se apaga la pantalla de la tableta y caigo del guindo, regresando al siglo XXI antes de empezar a sonarme con un papel de calco. Que le anduvo cerca.

En definitiva: estoy malo de acostar, sudar y aspirinarme. Y estaré en ello hasta la sanación.

Prometo que, en cuanto me halle útil, teclearé la quinta y definitiva entrega desta historia.

Y agradecería mucho que me tengáis presente en vuestras plegarias. Amén.

La banda sonora de hoy no puede ser más que un Miserere. Pero lo dejo a vuestra elección.

Manolodíaz.