521 siglos (1)

521 siglos (1)

Con la venia: noticia rupestre tenemos.

 

En las guardias que ahora son mi curro van incluidas largas horas de televisión. Supuestamente así se distraen y entretienen Vigilante y Vigilada. Lo cual es mentira impía; a La Vigilada lo que le importa -según y a que horas- es una pantalla en marcha y un cierto volumen de audio. Pero atención al contenido no pone ni mijita.

Al Vigilante -yo mismo, sin ir más lejos- le repatea que funcione el aparatito del carajo porque, quieras o no, se le cuelan de reojo las imágenes que escupe sin parar el trasto. Así que tiene que redoblar la atención, no sea cosa que aparezca un imprevisto, no lo detecte a tiempo -por mirar donde no debe- y la cague.

Mucha tensión me da la televisión.

Claro que excepcionalmente hay momentos relajados, y uno dellos fue ayer. Sesteando que estaba La Vigilada, y sentadico yo a su lao, me saltó a los clisos la noticia de que en un archipiélago remoto -y en el fondo, lejano e inverosímil, de una oquedad primordial- se encontró una pintura que ha revolucionado el calendario pictoprehistórico. Mira tú.

El tema de la pintura rupestre me es cercano y me interesa. Tanto es así, que aún sigo pintando con los mismos colores que usé en Santillana del Mar, en aquel parietal que me dejó bizco para los restos, por el humo que daban las teas.

Ciertamente, con las prisas me olvidé de firmarlo, pero aquel magnífico mural es de mi autoría. Aunque no me lo reconozcan ni me paguen royaltys.

Pero su os lo juro por la almagra, el rejalgar y la grasa de rabo de uro: este humilde anciano -servidor y narrador vuestro- pintó los bisontes de Altamira.

Esos que tanta plata dan a los malvados explotadores de imágenes anónimas y a mi -autor preclaro de la obra- no me reportan mejoras en las últimas centenas de mi vida.

En fin, no nos calentemos. Dejemos esto, y vayamos al notición televisivo.

Cuando acabé el turno, me metí en La Red y encontré la grabata donde unos yankys daban cuenta del hallazgo, y se explayaban sobre su importancia.

Me lo vi tres veces, y concluí que si le pones ganas -y te fías del apoyo digital que los rubitos presentan- en la profunda pared susodicha se ve un bicho enorme, que ellos interpretan como cerdo salvaje. Aunque lo normal sería que se tratara de un jabalí grandote y maleducao.

Como tanto macareno que hay todavía.

También se adivinan unos trazos que…que bueno, que si, que vale, que si lo dice un titulao serán gente interactuando con el bicho -lo que vendría siendo darle mulé al animalito- pero verse, no se ve ni un pijo vendao.

Pero el meollo del asunto, la maravilla arqueológica, el revolucionario hallazgo es la datación conseguida por los gringos. De la que os informaré en la próxima entrega.

B.S.R.
Hablando de cuevas maravillosas, nada mejor que escuchar La Gruta de Fingal, en la versión de la LSO dirigida por Abbado.

Manolodíaz.