Nos quieren convencer de que la división de poderes ya no es tal. Mentira. Una más. Abanderados por la legitimidad democrática de las urnas, desde el Gobierno de España quieren aglutinar responsabilidades que no le corresponden mientras se les va de las manos aquellas que, por acuerdo democrático, deben asumir. El tiempo apremia, desde el...
Nos quieren convencer de que la división de poderes ya no es tal. Mentira. Una más. Abanderados por la legitimidad democrática de las urnas, desde el Gobierno de España quieren aglutinar responsabilidades que no le corresponden mientras se les va de las manos aquellas que, por acuerdo democrático, deben asumir. El tiempo apremia, desde el inicio de la pandemia, y no lo saben gestionar o, peor aún, no quieren.
No han sabido contemporizar ni ejercer la cuota de poder que les corresponde. Quieren aglutinar tareas que no les competen y aquellas que deberían dominar no las controlan. El barco va a la deriva y únicamente se dedican a buscar nuevos enemigos.
La totalidad de la prensa, las redes sociales y la libertad de expresión no son sus aliados. Nunca estuvo por contrato, aunque algunos se lo lleven calentito. Hace tiempo, un buen periodista, cuando gozaba de un gran cargo marcado por la responsabilidad, me comentó que el periodismo hacía tiempo que ya había dejado de ser el cuarto poder y que, en los tiempos que corren, tiene que redefinir su nuevo rol en la sociedad: el de contrapoder.
Ahora tenemos un Gobierno que pone en duda todo. Eso sí, no deja que se cuestione nada de lo que hace. En su gestión tampoco tiene cabida la autocrítica. Tendremos que plantearnos el sistema actual porque, gracias al Covid-19, se le han visto las costuras. Necesitamos una regeneración democrática, cuya degeneración y corrupción la llevamos sufriendo desde hace ya unas décadas.
Intentaré no poner en duda la legitimidad democrática de nuestro Gobierno. Han jugado sus bazas. La aritmética, las promesas incumplidas y los noes, que por arte de birlibirloque se han convertido en síes, han dado como resultado esta nefasta representación parlamentaria. Nuestro destino, a día de hoy, está en manos de quienes ha querido la sociedad. El protagonista y responsable de todo esto es el electorado. Como dicen mis amigos murcianos, ‘que por nadie pase’.
Tenemos una sociedad que domina al dedillo estadísticas, formaciones, méritos, presupuestos, gestión… pero en un ámbito tan bonito y lúdico como es el fútbol. Siempre se ha dicho que cada español lleva un seleccionador nacional dentro. ¿Y si llevásemos un presidente del Gobierno? Igual la cosa cambiaría. El desencanto político ha derivado en esto. La culpa es nuestra. No le demos tantos méritos a los mediocres que nos representan. No se lo merecen.
Las redes sociales son una bendición, que nadie os diga lo contrario. Ser selectivos, saber qué leer y qué creer depende únicamente de nosotros. ¿Son el caldo de cultivo perfecto para la manipulación? Puede ser. También son fuente inagotable de conocimiento. Cada uno que busque la utilidad que mejor le parezca. No quiero ahondar en estos temas tan manidos y que se llevan debatiendo desde su irrupción. La sociedad necesita referentes. El deporte siempre ha sido un bálsamo, un espejo en el que mirarse para mejorar. Utilicémoslo en nuestro beneficio. Ahora los referentes han cambiado. Enfermeros en la primera línea de fuego se llevan su merecido aplauso a las 20:00 horas cada día. Icónico pero insuficiente. Necesitan medios y no depender de las gangas de un mercado persa al que, con negligente desacierto, acuden nuestros gobernantes. No nos merecemos esto. En serio que no.
Lo mismo sucede con los medios de comunicación. El criterio de la sociedad bastaría para discernir qué medios gozan de credibilidad y cuáles no; las noticias adulteradas y tóxicas de aquellas que intentan arrojar algo de luz. Me niego a pensar que somos acríticos.
En este maremágnum de saturación informativa surgen los que van un paso por delante y se convierten en adalides de la verdad. Verificadores de bulos perniciosos y partidistas que hacen un ejercicio sesgado y pendenciero en busca del descrédito de otros para ganar un prestigio que no les atañe. Volvamos a la calidad.
En periodismo, ser el primero no es lo principal. Basta con ser fiable. Los “cómo”, “dónde”, “quién”, “cuándo” y “por qué” son aspectos que competen a lo que se cuenta en la noticia, no a cómo se ha gestado la información. Por desgracia, ahora el foco está en el proceso. Dicho de otra forma: en la cucaña informativa, el más rápido no siempre es el mejor. Tenganlo claro, que luego llegan las sorpresas.
El pistolero del retuit, ese que se apresura a difundir algo sin tener en cuenta la idoneidad del momento, es únicamente eso, rápido en desenfundar. La estrategia de la comunicación y, por ende, de la información, se nutre de todo tipo de perfiles. Mamporreros, críticos irreconciliables, escépticos, francotiradores de la verdad, ventiladores de mierda… todos tenemos un rol y es únicamente el capitán del barco quien tiene que saber sacar lo mejor de cada uno de nosotros para diseñar una coreografía útil para la sociedad. Debemos tener muy en cuenta, tanto nosotros como el propio capitán, que esos galones son prestados. Volviendo a símiles futbolísticos: el brazalete no lo lleva tatuado en el brazo, se gana a pulso partido a partido.
Es curioso ver cómo la responsabilidad tiene la capacidad de recaer en las personas más insospechadas en momentos cruciales, como el que nos toca vivir. Me consuela pensar que también cambia de manos en busca de líderes que la sepan sobrellevar con acierto. Tenemos millones de ejemplos en la literatura y el cine. Desde Excalibur hasta el martillo de Thor.
La frugal elocuencia de quienes piden el voto ha dado paso a una gestión temeraria del poder. Entretanto, quieren cercenar la capacidad de la prensa y amenazan nuestro derecho al pataleo. Quieren que todos arrimen el hombro. Yo seré el primero que baje a galeras a remar, pero permítanme decir una cosa: creo que vamos viento en popa a toda vela hacia el ojo de la tormenta y los muertos ya se cuentan por decenas de miles.
Alberto Gozalo Pérez
@agozalo