En la vida diaria, y la política no es una excepción, casi siempre los árboles nos impiden ver el bosque. Los españoles estamos muy preocupados, al menos eso nos venden, por los pactos de Gobierno en comunidades y municipios, y pendientes de la próxima investidura, descarten la posibilidad de nuevas elecciones, de “Iluminado II” Sánchez....
En la vida diaria, y la política no es una excepción, casi siempre los árboles nos impiden ver el bosque.
Los españoles estamos muy preocupados, al menos eso nos venden, por los pactos de Gobierno en comunidades y municipios, y pendientes de la próxima investidura, descarten la posibilidad de nuevas elecciones, de “Iluminado II” Sánchez.
Entre este entretenimiento, algo de la Pantoja y el fútbol femenino, que ahora, desde que hay dinero por medio, parece importar mucho, intentan que el pueblo no piense, y lo más curioso es que lo consiguen.
Nos quieren convencer de que una subida de impuestos es lógica atendiendo, sobre todo, al déficit de 40.000 millones de la Seguridad Social. Pues bien, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el agujero de la SS es el chocolate del loro. Si echamos, solo por encima, una ojeada a las cuentas del Estado el déficit de caja de la SS es el menor de nuestros problemas si de política económica hablamos.
A la deuda pública le faltan unas pocas monedas para alcanzar el billón trescientos mil euros, es decir, más de lo que España produce en un año. Una deuda insostenible creada por el despilfarro de los últimos gobiernos y por el descontrol más absoluto del gasto corriente. Tenemos más funcionarios que EE.UU y diez veces más políticos, excelentemente pagados, que Alemania, y no tengo que recordarles que los yanquis son 327 millones y los alemanes casi 83.
Pero el tremendo socavón económico no está solo en la administración central. Los “infrafinanciados”, permítanme que me ría, las comunidades autónomas, acumulan una deuda de 260.000 millones de euros sin el más mínimo sonrojo. Y no piensen que tienen intención de moderarse, no. Solo quieren más y más dinero para gastar más y más. El Gobierno de nuestra Comunidad gasta todos los días 8 millones de euros más de los que tiene en caja y no existe la más mínima iniciativa, al margen del lloriqueo, para frenar semejante sangría antes de llegar al punto sin retorno, si es que no lo hemos alcanzado ya. Pero no sufran, están muy contentos con su nueva televisión, con sus subvenciones para pagar el voto cautivo y con su derroche en pro del catalán aunque eso suponga la desaparición del valenciano y la desigualdad más absoluta entre ciudadanos.
Se ha moderado, permítanme tan benévola expresión, el déficit de los ayuntamientos que “solo” asciende a 26.000 millones de euros, una auténtica miseria si lo comparamos con la de “sus mamás” las comunidades. También, por la crisis del sector inmobiliario, han dejado de “ordeñar” la gallina de los huevos de oro que consistía en vender, a precio alto, suelo público para construcción privada de vivienda. Durante años los ayuntamientos han sido corresponsables, junto a los contratistas a los que no quiero exculpar, de la subida del precio de la vivienda, cuanto más dinero necesitaban, más suelo público y más caro vendían. Sí, los ayuntamientos han estado décadas vendiendo nuestro patrimonio, el suelo municipal, para pagar sus caprichos y para dejarnos sin posibilidad de que un trabajador pueda comprarse una vivienda digna.
No quiero darles más la paliza, creo que entenderán ahora el porqué de mi afirmación de que los árboles no nos dejan ver el bosque y lo más preocupante es que parece, a la vista de los resultados electorales, que el problema, al igual que a los políticos, tampoco importa a los españoles.