Confío en que el día o la noche menos pensados, una patrulla policial pille con las manos en la masa a quienes con potentes escaleras y abundantes botes de pintura llevan meses llenando la ciudad de Castelló de pintadas ofensivas contra el Partido Socialista.
En la provincia de Castellón y en el conjunto de la Comunitat Valenciana, donde durante lustros la corrupción fue coetánea de gobiernos muy retrógrados y muy conservadores, se inició en 2015 un proceso de catarsis institucional con el que se ha conseguido recuperar el buen nombre y la reputación que esta tierra y sus gentes nunca debieron perder.
Ha sido un largo periodo de ocho años que ha merecido muy mucho la pena. Hoy en España ya no se habla ni del aeropuerto sin aviones del abuelito, ni del señor de los trajes, ni del desmedido gusto por el dinero de Zaplana, ni de los dos millones de pelas de Rus, ni del yonqui del dinero, ni del hermano del peluquero, ni de aquel señor de bigotes al que alguien muy principal quería un huevo, ni tampoco de aquel pijo hortera y ridículo que llevaba caviar a sus papás por Navidad y conducía un lujoso Infiniti.
Me refiero a ese mismo que un buen día se convirtió en delator de sus hermanos de credo político para eludir la cárcel. ¿Os acordáis de cuando lucía carísimos trajes con collarín, cabestrillo y brazo enyesado?
Es uno de esos apestados que a buen seguro hoy recordarán con nostalgia la última década del siglo XX y la primera del XXI, tiempo en el que camparon a sus anchas sin excesiva presión mediática, policial, o judicial.
Tuvieron tanto poder que hasta determinados directores de bancos se atrevieron a hacer oídos sordos cuando en alguna ocasión se les requirió judicialmente información de algunos tipos que entonces tenían mucho poder.
Curiosamente hoy, en pleno 2023, cuando todo eso ya es historia, en la ciudad de Castelló de la Plana se está produciendo un gravísimo ataque antidemocrático contra el Partido Socialista, que parece estar perfectamente orquestado, y que consiste en llenar la urbe y sus accesos por carretera de pintadas con la inscripción Corrupsoe.
Se trata de una campaña que debe costar un dinerito y que requiere una cierta y aparatosa infraestructura, ya que para que la insultante inscripción sea visible y legible requiere que los delincuentes escribanos que la ejecutan dispongan de muchos botes de pintura y de escaleras muy altas. Y de tiempo para actuar.
No sé si disfrutan de impunidad, pero lo que está claro es que tienen mucha suerte porque pintan y pintan y vuelven a pintar, sin que hasta la fecha tengamos noticia de ninguna detención.
Eso sí, espero que las detenciones lleguen pronto, porque pintan tanto que por mero cálculo de probabilidades cabe pensar que tarde o temprano serán pillados con las manos en la masa. Tientan tanto a la fortuna que es lógico colegir que un buen día serán sorprendidos por una patrulla.
Y cuando ocurra espero que les metan un buen puro. Porque el fin no justifica los medios. Y la difamación, la mentira, el insulto y la calumnia no deberían tener cabida legal en los procesos electorales. Máxime cuando el 28 de Mayo hay que elegir entre el futuro que representa Volkswagen en Sagunto o lo que antaño supuso la Gürtel para toda la Comunitat Valenciana.
Rafa García. Periodista
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