No sé las horas que aguantamos ayer el debate de la sesión de investidura de “Iluminado II” Sánchez, personalmente se me hizo eterno. Pocas veces he escuchado tanto tiempo a tanta gente sin decir nada. La mayoría de los portavoces, empezando por el candidato a la presidencia, podrían haberse ahorrado el 90% de su tiempo,...
No sé las horas que aguantamos ayer el debate de la sesión de investidura de “Iluminado II” Sánchez, personalmente se me hizo eterno. Pocas veces he escuchado tanto tiempo a tanta gente sin decir nada.
La mayoría de los portavoces, empezando por el candidato a la presidencia, podrían haberse ahorrado el 90% de su tiempo, soy generoso si afirmo que en el otro 10% dijeron algo.
No solo estoy decepcionado por el bajo nivel de los intervinientes, sobre todo mi decepción proviene de no haber visto nunca a España en manos de tanto traidor, de no haber visto nunca a España al borde de la división con el consentimiento de aquellos que han jurado defender su unidad.
Poco se puede decir del candidato, no aclaró absolutamente nada de lo que todos queríamos saber. Su discurso fue calificado de vacío, teatrero, irresponsable y no sé cuantos calificativos descalificadores más por los portavoces del resto de partidos. Y perdónenme el juego de palabras.
Brillante Pablo Casado, pero su brillantez puede reducirse a dos o tres minutos, el resto más de lo mismo.
A Albert Rivera, que tampoco aportó nada nuevo, habrá que agradecerle al menos que sacara a la palestra los ERE de Andalucía, empezaba a pensar que se les había olvidado a todos los políticos como a la jueza que lleva el caso. También acertó en calificar como “la habitación del pánico” a las reuniones POSE- Unidas Podemos, el pánico de los españoles.
El de la coleta fue conciso, nos dijo en solo seis o siete minutos como iba a destrozar España compartiendo Gobierno con los socialistas. Lo tiene clarísimo, tan claro como el negro futuro de este país en sus manos.
El imberbe de UI hablando de la república que ni conoció ni conoce, eso sí, ofreció al candidato su colaboración para instaurar la plurinacionalidad, cuanto odio siguen teniendo los comunistas a la unidad de España.
Tras la intervenciones de los cuatro representantes del grupo Podemos, gallegos incluidos, llegó la anunciada bajada de pantalones del candidato ofreciendo sillones al de la coleta.
El sainete Sánchez-Iglesias fue de una interpretación holibudiense, de Óscar. ¿Qué es lo que realmente han pactado? Solo ellos lo saben.
Santiago Abascal tuvo el detalle de acordarse de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, en especial de los guardias civiles heridos en Melilla. Acto seguido le dejó claro al candidato que no contara con él para “la ruptura de la soberanía nacional y el cambio de régimen.”
Repartió a diestro y siniestro para sediciosos y filoetarras y afirmó su objetivo de apartar de las instituciones a quienes quieren dinamitarlas.
Con Abascal, una vez más, se puede estar de acuerdo o no, pero también una vez más hay que reconocer que habla alto y claro y fue el único en poner encima de la mesa algunas de las cosas que sí preocupan a los españoles, entre ellas, el abuso en el afán recaudatorio y la ruina de la clase media. Denunció el acoso mediático a su partido, agresiones e insultos tomados como normales por el Ministro Marlaska, denunció la falta de libertad de aquellos que no piensan como la nueva progresía que dirige este país y la ficción política en la que vivimos. Abascal personalizó un canto a la libertad y a la igualdad de todos los españoles.
Fue, sin duda, un aire nuevo en el hemiciclo, un halo de esperanza.
Las verdades duelen, en el turno de réplica de Sánchez vimos por primera vez fuera de sí y enfadado al candidato socialista. Fue incapaz de contestar a Abascal y se dirigió en todo momento a Rivera y a Casado.
Nada nuevo en el horizonte salvo el refresco a la política que aportó Abascal.