Como ejemplo cercano de sororidad, y como modernas brujas del siglo XXI que somos, a mis amigas estoicas y a mí de vez en cuando nos gusta celebrar akelarres.
Para el estoicismo la amistad es uno de los pilares fundamentales de la vida y es considerado mucho más valioso que cualquier otra cosa material que tengamos a nuestro alcance. Como decía Cicerón: “Extirpar la amistad de la vida es como quitarle la luz al día” y este preciado bien es un lujo que debemos cuidar. Cultivar este vínculo con todas las personas afines que encontramos a nuestro paso nos ayuda a crear esa red afectiva elegida que nos acompaña a lo largo de la vida. Sin lugar a dudas esta máxima es aplicable tanto a hombres como a mujeres pero, en esta ocasión, queridos míos, el protagonismo se lo llevan Ellas, mi red de amigas, a las cuales me gusta llamar estoicas. Pienso en ellas así según la primera acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que define este adjetivo como “fuerte, ecuánime ante la desgracia”. Su fortaleza es firme como la roca de la montaña y en ellas tengo la inmensa suerte de poder apoyarme.
Robin Dunbar, antropólogo, psicólogo y biólogo evolucionista británico, formuló hace años el conocido como número de Dunbar, un valor que marca la cifra de 150 seres humanos como medida del “límite de individuos con los cuales se puede mantener una relación estable”. Dentro de ese número se cuentan tanto hombres como mujeres en número diferente según cada persona, pero resulta interesante que este autor también afirma que las mujeres tendemos a expresar más nuestros sentimientos y por eso solemos tener relaciones de más calidad. Por eso es importante que creemos redes fuertes entre nosotras que constituyan una pieza fundamental para desmontar el mito de la rivalidad y la competitividad que se suele vincular a las relaciones entre mujeres. Si bien no podemos negar que estos casos existen, también es cierto que cuando una amistad verdadera surge entre nosotras, ésta se basa en un afecto personal, puro, compartido y desinteresado que nace y se fortalece con el trato y las experiencias vividas.
Es innegable que una característica de la amistad entre mujeres es la calidad de las relaciones, dado que solemos ser más intensas emocionalmente (reiterando el matiz de “solemos ser”, ya que no siempre tiene por qué ser así) y esto hace que los vínculos que establecemos sean mucho más estrechos. Esto hace que, también según Dunbar, nuestros vínculos de amistad perduren más en el tiempo, incluso cuando no podemos vernos con regularidad, porque hacemos un esfuerzo por mantener el contacto. Todo esto siempre teniendo en cuenta que habrá excepciones y eso hace que no sea una verdad absoluta, sino una tendencia. Todas estas reflexiones nos llevan a un concepto que define una hermandad que entre las personas. En el caso de los hombres coloquialmente se suele conocer como colegueo en contraposición al término sororidad, término más o menos equivalente que se utiliza cuando se habla de relaciones entre mujeres. Ambas palabras son parejas aunque parezcan antagónicos.
Como ejemplo cercano de sororidad, y como modernas brujas del siglo XXI que somos, a mis amigas y a mí de vez en cuando nos gusta celebrar akelarres. Así. Tal cual. Con k y en euskera. Porque así tiene más fuerza. Aunque para nada se trata de reuniones de brujas en el sentido de la palabra original, sino de momentos compartidos que organizamos de tanto en tanto para nutrir nuestra amistad. Los llamamos así porque al estar juntas hacemos magia y lanzamos conjuros en forma de apoyo mutuo, aprendizajes, risas y también, por qué no, lágrimas. En ellos practicamos el ritual del compañerismo y nos apoyamos en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza hasta que la muerte nos separe. Como un compromiso adquirido para estar ahí cuando nos necesitemos en lo que sea y para compartir y debatir todo aquello que nos ocupa y nos preocupa.
Nuestros akelarres son reuniones de amigas en las que nos apoyamos y acompañamos compartiendo momentos únicos. Son círculos de mujeres sabias, fuertes y de voluntad inquebrantable que tejen una red invisible entre ellas. Las brujas modernas ansiamos un mundo en el que la feminidad tenga un papel más visible y las mujeres nos aliemos para no transitar solas por los distintos momentos vitales que nos unen por el simple hecho de ser mujeres. Esta sensación hace que crear y cuidar nuestra tribu sea esencial para sentirnos arropadas y acompañadas por nuestras semejantes, así como para compartir aquellos espacios de nuestras vidas que nos caracterizan. Porque, como dicen Mon Laferte y Rozalén en su canción Amiga:
Amiga mía,
Qué suerte tenerte.
Los amores van y vienen
Pero lo nuestro es para siempre.
Creemos redes de mujeres. Fomentemos amistades firmes inasequibles al desaliento de los vaivenes de la vida. Hagamos crecer nuestra comunidad. Eso nos hará más fuertes de lo que ya somos. Invoca un conjuro de amistad. Convoca un akelarre.