Andando voy, andando vengo

Andando voy, andando vengo

Qué menos que saber dónde vas, por dónde vas, y, si me apuras, hasta con quién vas.

 

No voy a hablar de Danas, no. No voy a hablar de políticos feministas violadores, no. No voy a hablar de millones de euros que aparecen por las paredes de las viviendas, no. Y no es por falta de ganas, no; ya se está hablando bastante y mejor de lo que lo haría yo. No voy a hablar de otra cosa que no sea mi libro, o, bueno, mi “algo” parecido a artículo.

Me hace gracia la gente, así en general.

Y en particular aquella gente que va sin saber dónde va. Me refiero en concreto a la montaña. Me ha pasado, y no en una única ocasión, de ir por esos montes y cruzarnos con alguien que pregunta:

¿Queda mucho?

Y decir: “Pues depende de dónde vayas; ¿dónde vas?”

Ah, no sé, ¿por aquí a dónde se va?

O sea, que salen de casa, pero no saben ni cuántos kilómetros van a hacer, ni hacia dónde se van a dirigir, ni a dónde van a llegar. Eso en la montaña.

Porque, digo yo, que una cosa es un despiste, que de esos tenemos todos (y yo muchos más que nadie), y otra es vivir en la más absoluta de las ignorancias, en la oscuridad más profunda… Y, digo yo también, que cuando uno o una sale de casa pues qué menos que saber qué tipo de ruta hacer, por dónde se puede ir, tiempo estimado de duración… no sé, esos pequeños detalles.

En una de mis salidas en grupo, nos tocó sufrir “un tiempo infernal por lo invernal”. Nosotros íbamos preparados, pero se nos añadió una pareja que si no llega a encontrarnos, perece. Por abrigo, un ligero chubasquero el uno, y un chaquetón de paño como de marinero el otro, que eso debía pesar 50 kgs, con una nieve y un agua que caían… El calzado tampoco desmerecía: unas zapatillitas deportivas ambos. Y allí que estaban. Pero ¿no habrían podido mirar antes el tiempo que iba a hacer? ¿No podrían haberse descargado en el móvil un mapita de la zona, que encima no conocen, porque eran extranjeros?

Poco pasa, la verdad, para todo lo que podría pasar.

Estos en concreto llegaron bien, al final, empapados y con mucho susto, pero bien.

En esa misma línea, otros que preguntan, al ir a empezar su ruta, cuántos kilómetros has hecho en la tuya,  y cuando les dices una cifra dicen: “¿Y cómo los has hecho?”. Obvio, primero un paso, luego otro, hasta que llevas muchos y vas sumando. Es que…

En fin, batallitas, vivencias que no las da estar sentado en casa.

Elena Rodríguez

Docente discente