Carta de D. Casimiro López Llorente para el domingo 13 de septiembre
Nos disponemos a iniciar el nuevo curso pastoral con una Jornada diocesana, el día 19 de septiembre en el Seminario diocesano Mater Dei. Lo haremos en momentos de incertidumbre y de preocupación ante la pandemia del Covid-19. En esta situación ponemos nuestra confianza en el amor de Dios. Sabemos, con la certeza que nos da la fe, que el Señor resucitado está presente y actuante por la fuerza del Espíritu Santo en medio de nosotros. Dios nos ama y nunca nos abandona.
También y precisamente en esta situación de crisis sanitaria, con sus graves consecuencias económicas, laborales, sociales y políticas, nos apremia el amor de Cristo que nos llama a evangelizar. Hoy como ayer, el Señor Jesús nos envía a anunciar, celebrar, vivir y testimoniar con alegría y esperanza la buena Noticia del amor de Dios, más, si cabe, en estos momentos de especial dificultad.
Dios ha querido que, precisamente en estos tiempos de pandemia, la caridad y la justicia sean el objetivo de nuestra programación pastoral para este curso. Siguiendo el mandato del Señor, nuestra Iglesia nos llama a “vivir el mandamiento del amor y el compromiso por la justicia como servicio a los más necesitados y testimonio de fe”. El mandamiento del amor y el compromiso por la justicia serán los acentos especiales de la acción pastoral de nuestra Iglesia de Segorbe-Castellón este curso.
El amor de Dios, ofrecido en Cristo, es la raíz y el fundamento de todo; es lo primero y lo más original de la fe cristiana. Dios es Amor, en sí mismo y para nosotros. Al decir que “Dios es amor” (1 Jn 4, 16), afirmamos que Dios ama a todas y cada una de sus criaturas. El amor a Dios es nuestra respuesta a este amor que nos precede y que es inseparable del amor al prójimo. Este amor de Dios, a Dios y al prójimo, nos ha llevar también a la búsqueda del bien común: es un amor o caridad social, que aúna el amor y la justicia: “La caridad que ama y sirve a la persona no puede jamás ser separada de la justicia: una y otra, cada una a su modo, exigen el efectivo reconocimiento pleno de los derechos de la persona, a la que está ordenada la sociedad con todas sus estructuras e instituciones” (San Juan Pablo II, Christifideles Laici, 42).
Cuantos integramos la Iglesia diocesana estamos llamados a ser testigos de este amor de Dios en nuestras relaciones personales, familiares, laborales, económicas, sociales y políticas.