Con la venia: Lo que antaño era una historieta risible, hogaño, maquillado de ciencia y titulitis, es un descubrimiento ominoso y viral.
Os cuento un par de casos que refirió Adolfo Marsillach en uno de sus impagables programas televisivos, acerca de las supuestamente serias investigaciones, que ya las había entonces.
En el primer caso, un dipsómano titulado en filosofía, de natural becerrúpedo, logró notoriedad en nuestro país, allá por los cuarenta, publicando el siguiente vociferio: la función crea al órgano, las cápsulas suprarrenales no tienen función conocida, ergo las cápsulas suprarrenales no existen.
También contaba Marsillach la historia de un acaudalado galés, que en Córdoba la llana gastó tiempo, y fortuna, y salud, comparando el tufo de los arreos caballares con el de la correa de su reloj de pulsera. Tras arduos y prolongados olisqueos concluyó que eran indistinguibles. Así pues, su estudio, editado con todo lujo tipográfico, el galés proclamaba que el hombre desciende del caballo, olfativamente hablando.
Tremendas fueron las risas, porque al fin y al cabo se trataba de una sátira, y como tal se recibió. Pero ahora, las chorradas como estas se publican en La Red, con el aval de lo científicamente probado, y a nosotros, los infelices mamíferos pedestres, se nos dispara la tensión en el esfinter anal, siquiera sea por un rato. Veamos a continuación el ejemplo que ayer me saltó al ojo.
Una investigación publicada en el Journal of Epidemiology & Community Healt, tras analizar las muestras de sangre de 1400 ingleses, en la variante de metilación del ADN, (sea esto lo que sea), y estudiar unas coincidentes estadísticas sanitarias y laborales tambien del Reino Unido, concluye que vivir de alquiler es peor para la salud que ser fumador o estar en paro, y que los propietarios de pisos gozan de mejor y mayor horizonte vital que los inquilinos, los cuales envejecemos más mal, y mucho más pior. Chúpate esa pa’empezar.
Ítem más; Doña Amy Clair, coautora del estudio, e investigadora del Australian Center for Housing Research de la Universidad de Adelaida, asegura que los datos destos 1400 anglos son extrapolables al universo mundo. Con un par.
La citada científica remacha el clavo en su informe refiriéndose a nuestro país en concreto, apostillando que: «dados los altos niveles de sobrecostes entre los inquilinos de bajos ingresos, y la inseguridad que esto debe causar, es probable que nuestros hallazgos tengan relevancia en el contexto español.» Nos ha jodío Doña Amy, sacando las probables cerezas del cesto de los posibles rábanos.
Resumiendo; que si tienes plata poca, el alquiler es usurero, y tu queo es un camaranchón en un quinto sin ascensor, abundante en goteras, con moho, y mal ventilado, es probable que cómodo, lo que se dice cómodo, no estés. Y añado yo que, si el inquilino anterior tenía allí instalada una granja de feroces ladillas cartageneras, y dejó olvidadas unas mantas, es más que probable que la cosa empeore.
He borrado a perpetuidad la página de marras, y otras cuantas noticiosas parecidas. Ya no aguanto más que cualquier Quídam suelte en La Red una marmotada, y luego reclame la corona de la sabiduría traducida en gringófonos Likes. Cual cosaco de Kazán, continuaré esta operación de limpeza sin temor y sin desmayo, y seréis informados de mis progresos, si los hubiere. Lo cual es muy probable.
Feliz semana tengáis.
B.S.R.
Coherente con el texto de hoy es la repulsa del Conde Almaviva a Cherubino, en el final del primer acto de Le nozze di Figaro.
En la versión de Ruggiero Raimondi, disfrutemos de quello tan bonito que dice: «Non piu andrai, farfallone amoroso, notte e giorno d’intorno girando.»
Manolodíaz.