Sorprende que en pleno siglo XXI no se haya tenido la CAPACIDAD DE REACCIÓN, exigida por la dramática catástrofe de esta pasada semana en Valencia.
De todos es conocido, que las cuencas mediterráneas de la península ibérica, de siglos han sufrido inundaciones provocadas por fenómenos meteorológicos llamados últimamente “gota fría” (ahora Dana), lluvias torrenciales que llenando y desbordando cauces secos, ramblas, barrancos y vaguadas destruyen todo su entorno, incluidas las zonas urbanas que encuentran a su paso.
En el pasado siglo concretamente en 1924 sufrimos importantes desbordamientos en la región valenciana. En 1957 se produjo en Valencia capital y su entorno una de las más dramáticas inundaciones, hasta la llegada de la Dana (gota fría) de esta última semana. En aquella ocasión casi un centenar de personas murieron y más de 1500 viviendas fueron destruidas al desbordarse el río Turia en su paso por Valencia.
Ahora, ante la desesperación de los afectados de este último suceso, surgen serias dudas sobre si se anunció con más o menos tiempo de antelación. Pero hay otras cuestiones ¿De verdad que durante décadas se construyó adecuadamente, se hicieron las obras necesarias con suficiente antelación o los ciudadanos hicimos caso a los avisos de lluvias torrenciales que emitían todos los noticiarios desde hacía días?
Esto no viene de nuevo. Sonada fue también la “Pantanada de Tous” en el año 1982. El desbordamiento del río Júcar en Valencia y la rotura de la presa de Tous causaron 38 muertos y el destrozo de cultivos, negocios y viviendas.
En Castellón también sabemos de este tipo de catástrofes naturales.
Datos de 1600 y de 1800, ya nos describen la zona sur de Castellón entonces denominada “Pla de Sant Francesc”, como preocupantemente inundables, consecuencia de la recogida de aguas del inmenso pinar ubicado en el entorno del camino de Valencia y el barranco de Fraga, cuatrocientos años después ya ha sido encauzado, sin embargo seguimos con problemas de inundación en los extremos sur de la Avda. de Valencia y la Avda. de Casalduch.
Sin duda alguna, en nuestra ciudad, la zona más peligrosa es la de aluvión del Río Seco de Borriol y así lo atestiguan las crónicas, con más de cincuenta desbordamientos con sus correspondientes inundaciones y calamidades urbanas desde 1897 hasta 2001. De una forma especial se recuerda el desbordamiento del Río Seco, el de San Miguel de 1949, ya que la inundación se saldó con la pérdida de varias vidas humanas.
Cincuenta años después, encauzado el Río Seco y el barranco del Sol y con las bombas de drenaje del Coto Arrocero y los “tornillos de Arquímedes”, se ha adelantado mucho, pero sigue sin resolverse con claridad y contundencia la zona de la “Marjaleria”, que como último recuerdo nos ofrecen las graves inundaciones del 2000 y 2001
Queda claro que las lluvias torrenciales no nos deberían sorprender después de lo vivido a lo largo de siglos, pero indudablemente lo que sí nos sorprende es que en pleno siglo XXI, en el que disponemos de medios y tecnología suficiente, y con un “regimiento” de técnicos cualificados, con responsabilidades en planes de emergencia, equipos de coordinación y puestos de mando, no se haya tenido la CAPACIDAD DE REACCIÓN, que exigía la situación y la población.
Y no se entiende con toda la razón, porque no podemos olvidar que la mayoría de los españoles aportamos la mitad de nuestros ingresos anuales al erario público en forma de impuestos para que, entre otras muchas cuestiones, estas situaciones se resuelvan adecuadamente y con prontitud.
Después de la tragedia vivida en 1953 en Valencia se iniciaban las obras del Plan Sur en 1965, los últimos remates finalizaron en 1973. Hoy han salvado a la capital de otra gran desgracia, pero las poblaciones al sur del Desvío del río desgraciadamente no pueden decir lo mismo. La tragedia y desesperación no tiene ni palabras ni consuelo, porque no solo estamos hablando de pérdidas materiales, sino de centenares de vidas humanas.
No se pueden evitar los 600 litros/m2 caídos, pero sí que se deben habilitar los medios necesarios para que las necesidades básicas de cualquier ciudadano sean cubiertas en menos de veinticuatro horas, que las condiciones de habitabilidad, higiene y salubridad mínimas se recuperen en menos de tres días y que se dé el apoyo necesario para la recuperación de viviendas y negocios en el menor tiempo posible.
Lo dramático ya ha ocurrido inevitablemente, ahora lo importante es el día después. Y eso exige de una adecuada CAPACIDAD DE REACCIÓN.
¿Alguien puede entender que el Presidente de la Generalitat no fuera adecuadamente asesorado por los técnicos pertinentes, sobre la dimensión real de la tragedia y sus consecuencias?
Los recursos del Estado, eran los únicos que podían paliar esta catástrofe, al margen de la inestimable y lógica colaboración de los medios locales, provinciales y autonómicos, además de la esforzada colaboración de la población civil. Tenemos una Delegada del Gobierno en Valencia, con los asesores pertinentes, que tiene la obligación de conocer perfectamente desde el minuto cero la grave situación.
¿Alquilen puede entender que no se activen inmediatamente los medios nacionales en su justa y necesaria medida por parte del Gobierno de España?
Yo no, pues ahora pregúntenselo a los afectados.
No es aceptable la violencia, pero es más que comprensible la reacción del pueblo ante una visita oficial que exigía dar la cara, como hizo el Rey y el ‘President’ Mazón y no la “huida por el foro” del auténtico responsable de la activación de los recursos necesarios, el Presidente Pedro Sánchez.
La auténtica desgracia son los fallecidos, la pérdida de bienes y la de los recursos vitales. Pero también se puede calificar de desgracia la falta de CAPACIDAD DE REACCIÓN ADECUADA.
Y no quiero poner sobre la mesa, la posibilidad no confirmada, de que el Gobierno de España haya utilizado esta catástrofe humana para intentar hundir el Gobierno Valenciano, de signo político diferente.
Miguel Angel Mulet i Taló