Isaac Guijarro, la víctima y abogado que se ha encargado de su propia defensa, se ha mostrado "muy satisfecho" después de tres años de lucha, ya que ha logrado que se condene la violencia verbal que el colectivo LGTBI "normalmente enfrenta en su vida diaria".
Un hombre ha aceptado hoy cumplir una condena de tres meses de cárcel por un delito de odio. Esto se debe a que insultó a otra persona durante una discusión de tráfico debido a su orientación sexual. El agresor se percató de que la víctima llevaba las uñas pintadas de negro y una pulsera con la bandera LGTBI. Además de la pena de prisión, el acusado también deberá indemnizar a la víctima con 900 euros.
Asimismo, ha acordado pagar una multa de 270 euros, asistir a un curso sobre igualdad y derechos LGTBI, y será inhabilitado para ejercer la docencia durante dos años. Estos acuerdos se alcanzaron durante el juicio por conformidad, llevado a cabo hoy miércoles en la sección quinta de la Audiencia de Valencia. Inicialmente, la Fiscalía solicitaba una condena de dos años de prisión.
Sin embargo, el acusado no ingresará en prisión si durante los próximos dos años no reincide en delitos y cumple con el pago de los 900 euros como compensación por los daños morales ocasionados.
Isaac Guijarro, la víctima y abogado que se ha encargado de su propia defensa, se ha mostrado «muy satisfecho» después de tres años de lucha, ya que ha logrado que se condene la violencia verbal que el colectivo LGTBI «normalmente enfrenta en su vida diaria», pero que ahora la Justicia «comienza a frenar».
Guijarro ha destacado la importancia de esta condena por los insultos y vejaciones recibidas, que representa la forma de violencia «más común» que sufre el colectivo. Según sus palabras, este fallo judicial es «un paso muy importante» que debe «servir de advertencia a los agresores de que los insultos ya no quedarán impunes». Asimismo, animó a las personas afectadas a denunciar «cualquier tipo de agresión, no solo las físicas o las más graves».
No podemos normalizar la violencia verbal, merecemos la misma dignidad que cualquier otra persona.
Enfatizó.
El abogado, especializado en delitos de odio, explicó que sintió la responsabilidad de hacer lo que siempre aconseja a sus clientes:
Denunciar estos hechos no solo por ellos mismos, sino por todo el colectivo, porque aunque sean solo insultos, representan un ataque a la dignidad y a la integridad moral, además de pretender atemorizarnos.
De hecho, admitió que ahora le da miedo salir con las uñas pintadas o con la pulsera por temor a ser insultado nuevamente.
Hay que luchar.
Concluyó.
Los hechos admitidos por el condenado ocurrieron el 11 de febrero de 2020, cuando el coche que conducía se acercó demasiado a la motocicleta en la que iba la víctima. Al recibir la recriminación de la víctima, el agresor la insultó llamándole «maricón» y «chupapollas» al notar las uñas pintadas y la pulsera del colectivo LGTBI.