Habla de la esperanza ante la pandemia del COVID-19.
Volver la mirada a Dios
No cabe duda que estamos viviendo una cuaresma muy especial a causa de la pandemia del coronavirus (Covid 19). Esta epidemia ha trastocado nuestra vida y costumbres, nuestro sistema sanitario, la economía y la vida laboral, la política, las escuelas y universidades, y la vida de nuestras parroquias. Todos sufrimos una cierta dosis de incertidumbre, de preocupación, de angustia y de miedo.
Esta situación de ‘desgracia’ se puede convertir en un momento de gracia de Dios: es una oportunidad para vivir la cuaresma desde su raíz. En el tiempo cuaresmal, Iglesia nos llama a la conversión de corazón a Dios y a los hermanos, mediante la oración, el ayuno y la limosna. Si volvemos nuestro corazón a Dios, si ayunamos de tantas cosas que nos impiden abrirnos al amor de Dios –“porque no sólo de pan vive el hombre”-, nuestro corazón se abrirá también al amor a nuestros hermanos. Esta pandemia nos está ofreciendo la gracia de vivir nuestra caridad hacia los fallecidos y sus familiares, hacia los contagiados y los sanitarios, y hacia las personas mayores y más vulnerables, ofreciéndoles a todos nuestra ayuda, cercanía y solidaridad.
Y en esta pandemia se nos ofrece la gran oportunidad de volver nuestro corazón a Dios mediante la oración, para que avive nuestra fe, afiance nuestra esperanza y fortalezca nuestra caridad. Él es la fuente del amor y de la vida. Dios es misericordia y nunca nos abandona. Como cuando los apóstoles navegaban en el lago de Tiberíades y un fuerte viento zarandeaba la barca, Jesús se acerca y nos dice: “No tengáis miedo, soy yo”. Sabemos bien de Quien nos hemos fiado. Cristo está con nosotros.
Ante tanto sufrimiento y tanta muerte, muchos pueden preguntarse dónde está Dios. Quizá mejor nos deberíamos preguntar, dónde estamos nosotros para no sentir la presencia y el cuidado de Dios en la enfermedad y en la pandemia. “Dios – decía una religiosa hospitalizada por el coronavirus- está en el hospital moviéndose con el personal sanitario y con todos nosotros, los enfermos. Es algo palpable”.
Está pandemia pasará. Jesús y la Virgen María están con nosotros, sufren con nosotros, cuidan de nosotros. Dios no nos abandona nunca. Jesús ha muerto y ha resucitado para que en Él tengamos vida, y vida en plenitud. Nuestra vida terrena es frágil y limitada; no es eterna. Hemos de cuidarla con todos nuestros medios, siendo prudentes y responsables. Pero sabemos que al final de nuestro camino terrenal nos encontraremos con el Dios que nos ama y quiere darnos su vida para siempre.
XCasimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón