Chocolate, ron y tangos ( 2 )

Chocolate, ron y tangos ( 2 )

Con la venia: una tarde de otoño llovió.

 

Por separado, ambos nos refugiamos en un bareto. Pero coincidimos en la barra y pedimos lo mismo al mozo. Sonreímos, nos rozamos, y nos entró el Ahoramismoyá.

Salimos juntos del bar bajo el paraguas suyo. Fue muy bueno hacerlo, y mejor continuarlo.
Luego de unos pocos años, y como sin querer -pero con dedicación- nos fabricamos la Separata.
Y ni siquiera fue cuestión de astas. Lo hicimos de mutuo hastío, que es bastante peor. Quien lo probó lo sabe.

De resultas del desamorazo me quedé pero que múmalamente. Tanto que no quería ni afeitarme, por no verme la cara de avurtado que traía. Era un suplicio rasurar tal avechucho.

Para colmo, me infecté desas clásicas ganas de acostarte y despertar medio siglo más tarde. Lo típico de quien prefiere que se le pudran los días antes que plantarle cara al problema.

Pero mi legendaria buena suerte no me falló. Mediada la semana canónica de luto inútil y silencios rasposos, amanecí en una desayunería que ahora es un famoso y pringosillo Quévá. Pedí café y prensa.

Mirando de resolver el cruci del día, leí en el 1 Horizontal: «Arreglo, remedio». Diez letras se me daban para la respuesta.
No la adiviné. La sabía. Acabé el cafeto y puse plata en la barra. Recogido mi cambio, rellené los cuadros escribiendo r-e-p-a-r-a-c-i-ó-n, y salí de naja.

En el domicilio -que ya no hogar- asumí que me tocaba recitar el mantra ese que dice: «Por respeto al cariño que nos hemos tenido, ¿Te parece que nos demos un tiempo de descanso?»

Lo que traducido literalmente resulta en: «Que me voy, porque ya quieres que me vaya.»
Ella aceptó de inmediato. Con un punto de tristor por la despedida y mucha alegror de no tener que verme más la jeta.
Yo abrí la puerta para buscarme apaño.

Que se sepa para curar hay que currar. A ser posible en algo que hagas medianamente bien, porque así obtienes pequeños éxitos rápidos y coges confianza.

Desta manera el diafragma baja desde la altura de tus tetas a su sitio natural. Y créeme, cura mucho respirar sin ahogo.
Coherente yo como ninguno, me propuse propinarme un retiro con todos los avíos: ascético, creativo, laborioso y reparador.

Mediados los años 60, en mi primera visita al Hort de Victorino, el Sinyó Batiste me impuso dibujar una serie -a plumilla- con El Circo como tema, para que lo dejara en paz un rato.

En aquel tiempo salí bien airoso de la prueba, lo que me dio muchísima alegría y -al recordarlo- decidí trabajarme una nueva versión, corregida de ideas y aumentada de resultados. Esa sería mi labor en el retiro.

Una bendita amiga que tenía tienda -ilegal- en el bajo de una casa húmeda y vieja, me cedió el uso de la andana. Allí me acomodé, con mesa, silla y coy.

En casa de mi hermana, de la Sancta Caja Privada que me guardaba, salieron a la luz el Rotring 0.2 con sus recargas, y como cinco kilos de hojas de papel de barba.

Pidiendo las vacatas en la oficina se me pegó a la mano -casualmente- una caja de rotuladores Edding negros. De punta fibra. Del número 1.
También allí recuperé de mi taquilla unas reservas del ron Pálido de Motril, el que hace Paco Moreno Martín.

En el Puerto, un colega camionero pulía palmo y medio de tabletas de chocolate italiano y dos cartones de Muratti Ambassador -la sigaretta delle gambe lunghe- y hubo trato.

Tengo claro que el tango siempre es machista, sexista y falócrata. Y un tanto cursi a veces. Pero cuando pensaba en elegir el fondo musical -que tanto ayuda a la concentración- me sorprendí silbando Por Una Cabeza.
Así pues que tomé una cinta con grabaciones de Gardel, y el Brigmton Non Stop para reproducirla.

Trasladé todo a la andana. Lo que fue un currazo porque era un tercero con escalera estrecha.
Sentadico ya para descansar del ajetreo, encendí un Muratti.
Llámalo chaladura -o pareidolia si quieres- pero el humo me insinuó un tourbillón de siluetas.
Allí estaba El Circo, con l’écuyère, la contorsionista, el clown, el augusto, la banda, el público…
Saqué un papel, y me puse a rayar.

También esta semana nos acompaña Gato Barbieri, con su estupenda Lluvia Azul.

Manolodíaz.