Chocolate, ron y tangos ( y 3)

Chocolate, ron y tangos ( y 3)

Con la venia: ¡Tuve que borrar docena y pico de párrafos!

 

Ocurrió que al hacer memoria de aquellos días tan complejos me dio un ataque de detallismo, y me puse a escribir en Manuelino Flamígero. ¡P’habernos matao!
Pero no temas; para evitar que nos den las uvas te resumiré la historia como mejor pueda.

Lunes primero.

Salgo a por provisiones de boca, campingás, sartén, dos cazos, cubo basurero y papelera. Vuelvo raudo a encerrarme en la andana sin parar en bar alguno.
Cando la chapa de la puerta. Dispongo la mesa a la buena luz de la ventana, y la doto de tabaco, cenicero, chocolate, botella y microvaso.
Biselo las mechas de los Edding con tiento y cutter. Limpio y recargo el Rotring. Pulso el play y Gardel se pone a lo suyo. Lavo mis zarpas pecadoras y arranco.
Lo primero en estos casos es hacer una prueba del estado de la mano. Nada más empezar noto como si todos mis dedos fueran meñiques tensos de viejata cursi. Además tengo el pulso acartonao y pedregoso. Malum signum.
Costará al menos cuatro días desacorcharme la muñeca. Tendré que ir repitiendo la faena hasta que se afirmen los trazos. Un auténtico coñazo en el que sudaré como un galeote, me temo.

Primer viernes del mes.

Pues no he sufrido tanto, porque anduve celebrando cada avance con mordisquillos al chocolate y dedalicos del Pálido.
Gardel canta -sin parar- males de amor. A ratos me identifico con la tristura de sus versos, pero me administro unos Pálidos con fines medicinales. Y funciona.

Segundo sábado.

Qué yúyu más grande: me toca arrugar papeles a mansalva. Los apuntes -que todas las anoches eran cojonudos- por las mañanas dejan claro que cada ayer portaba yo una media trompa larga.
Pero sigo trabando y descarto sin piedad los errores cometidos. Se me va afianzando la intención y la mano. Tanto así que ya me atreví -el jueves- con un previo para la estampa del Payaso Bailarín. Al quinto intento quedó aceptable el boceto. Y lo festejé a modo.
Sigue desconsolándome el Gardel pero, según y cómo, lo remedio a dedalicos.

Viernes torcido de la semana tercera.

Estoy bramando cual tollina ferida con férreo arpón. Ayer tuve un despiste y me propiné una escuchada sentimentaloide del Gardel. Naturalmente caí en las garras de la maldita Llantina Desdichada Chémirávós.
Buscando alivio para mi cuore empecé a chupar del Pálido, me tapiñé casi dos tabletas de choco y me fumé medio paquete de Muratti. Resultando: que los venenitos se ayudaron entre sí, me cogió de sopetón un pitiflús, y tuve que arrojar en la papelera una papa tremebunda. Miserable situación.
Esta mañana -temblorosico aún- arrumbé al Spar, en busca de sifones. Ocho dellos tengo ahora en la celda. Cada uno contiene litro y medio de penitencia abstemia marca Tosca.
No me será fácil esta expiación, pero tiene un lado bueno: cuanto más mearé menos lloraré.
Eso sí: como estoy malito hago que Gardel cante muy bajito.

Cuarto lunes.

Afuera está lloviendo de firme. Hay una gotera en una esquina de la andana. Le he puesto el cubo debajo y suena un plich plich espaciado y cantarín.
Repasando los trabajos terminados veo que solo hay tres estampas bien resueltas. Y que con los descartes podría empapelar el Fadrí dos veces. Me digo que tanto esfuerzo para sacar un miserable trío está siendo una partida mal jugada. Lo que se dice una pena.
Pero reacciono yo, yo mismo, y me increpo a mí, así, desta manera: ¿Manolico, hijo, ya estás otra vez hablando de penurrietas? ¿Te recuerdo que has venido al retiro a quitártelas, y no a regarlas con lagrimones ni abonarlas con potadas venenosas? ¿ Vas a montarte otra joda? ¿Volverá la burra al trigo?
Míralo como és, jodío; ni que sean pocos, ya tienes dibujos que no te avergonzarás de firmar. Y los descartes nunca son en vano. Estás mejor de pulso, y más fino de intención. Además te queda tiempo de vacatas. ¡Sigue en el empeño, coño! ¡Que tú sabes y puedes!
Ahora te me dejas de piculinadas, te me pones risueño, le das temple al trazo, y te ciñes a los temas. Usa esa gracia que tienes cuando la picha no te emborrona la sesera.
Venga Manolico; que eres un portento de galanura tú. Dale seguida al asunto más allá del retiro este. Verás como en dos meses te pondrás primoroso y será una fiesta. Desas que tanto nos gustan. ¿Qué me dices?

Cuarto y último domingo. Mediodía.

Llovió fuerte desde el lunes, pero escampó hace un ratico. Han sido jornadas divertidas estas. Y productivas, porque le pegué a los trazos de valiente. Con los venenos anduve bien cauto y se me cuadró la salud. Te cuento.
Después de mi conversa de mí conmigo mismo y en persona, apagué al Gardel, encendí un Muratti y fumé mirando por la ventana. Al cabo de un rato el Rotring cíclope me guiñó su ojo señalando hacia los papeles. Le hice caso y me puse al remo.
Solo se oía el bordoneo de la lluvia fuera y el plich plich de la gotera dentro. Pronto se sumó el rasgueo del Rotring sobre el papel. Con semejante base musical hacía falta un solista, por lo que no tardé en ponerme a improvisar -sobre un tema de Vivaldi- silbando por lo bajini.
Aquella tarde -¡por fin!- el ánimo y las horas se remansaron y, para mi fortuna, los días siguientes han estado al mismo rango. Como puedes imaginar, esta semana he silbado más que Kurt Savoy y mejor que cualquier ave canora, porque dibujar tranquilo y en paz produce buenos resultados y mucha armonía.

Mismo día a bocanoche.

La Dueñamiga vino a verme, tomamos unos Pálidos prudentes, vio mis trabajos, le gustaron, y hemos llegado a un acuerdo que me permite seguir laborando aquí. O sea que no tengo que hacer las maletas: ¡Qué requetegüays!
También me sugirió ella tender unos cordeles para colgar las estampas terminadas. Ahora -flotando en el aire- la Amazona cabalga sobre el lomo de su caballo, bailan balones de colores en los pies de la Antipodista, los Payasos gesticulan sonriendo, el Hombre Bala saluda desde la boca del cañón, el Forzudo levanta sus cejas y sus pesas, los Trapecistas vuelan sin red, la Orquesta anima, el Público aplaude. Ahora la andana es un Circo Feliz en plena fiesta.
Vale que no estoy recuperado del todo porque aún está tierna la cicatriz, pero esta marca pronto será solamente un recuerdo en mi piel y -a su tiempo- formará parte de mi coraza. Y me protegerá.

Despedida cariñosa.

Bueno, pues ya te conté la historia desde la amistad que nos une. Seguro estoy de que habrás sacado conclusiones. Haz lo que puedas, o sepas, o te atrevas. Pero -discúlpame la escatología- sobre todo procura no tapar una mierda cagando encima della.
Buena mar tengas. Y que suerte no te falte. Amén.

Musicalmente vendrá al pelo recordar hoy a Manolo Tena cuando canta: Tocar Madera.

Manolodíaz.