Comer, hablar…y beber

Comer, hablar…y beber

Dedicado a mi buena amiga Ana…soportadora de estúpidos a diario Hace muchos, muchos años, cuando empezaba el desastre de las nuevas costumbres sociales, más bien antisociales, le preguntaron a un hombre sabio si la educación se había pasado de moda. Su respuesta puedo calificarla de magnífica, digna de un cerebro excepcional como el de él:”No,...

Dedicado a mi buena amiga Ana…soportadora de estúpidos a diario

Hace muchos, muchos años, cuando empezaba el desastre de las nuevas costumbres sociales, más bien antisociales, le preguntaron a un hombre sabio si la educación se había pasado de moda. Su respuesta puedo calificarla de magnífica, digna de un cerebro excepcional como el de él:”No, la educación no se ha pasado de moda, el problema es que la gente la desconoce”. Se llamaba Luis Aguilé, era mucho más que un cantante o compositor, era un señor. Nació en 1936 (Buenos Aires) y murió en España el 10 de octubre de 2009. Le dio tiempo sobrado para ver la evolución de la perdida educación.

Otro hombre sabio, perdónenme la falta de pudor ya que era mi padre, me decía siempre que para ver lo que daba de sí un señor no había más que verle comer y escuchar como hablaba por teléfono. ¡¡Cuánta razón tenía mi padre!!

Solo con fijarte en el comportamiento y en “las maneras” de alguien comiendo puedes averiguar, sin el más mínimo margen de error, la “educación que hemos recibido”.

Personalmente puedo asegurarles que he pasado multitud de “vergüenzas ajenas” compartiendo mesa con señores de traje de alpaca y corbata de seda que tenían serios problemas para utilizar adecuadamente un cubierto o masticar con la boca cerrada.

En lo referente al teléfono la cosa llega a situaciones kafkianas. Hay quien te llama y,  cuando descuelgas, te pregunta:¿Quién eres? Si tuvieras la misma educación que él y su mismo coeficiente intelectual la respuesta debiera ser:”¿A quien coño has llamado tú?, imbécil”

Nunca, digo nunca, cuando llamas por teléfono, debieras escuchar  la  famosa frase:¿De parte de quién? Lo normal, si no has nacido en la selva, es presentarte cuando llamas. “Buenos días, soy fulano de tal, ¿puedo hablar con D.Fulano de tal? ¿A que es fácil?

Y he añadido lo del beber…

Lo que ocurre cada cinco segundos en bares y cafeterías es para renegar de la raza humana.

Hay quien, de entrada, piensa que la señorita (honorable profesión la de camarera) que está detrás de la barra es menos que él y puede dirigirse a ella en el mismo tono y formas que se dirige al ganado del páramo de su abuela. Eh!! ¿Me atiendes? Ponme un café. ¿Vale? Lo del vale es la puntilla, parece que estás llamando idiota al que te sirve y no se ha enterado de lo que le has pedido.

Debería haber dos cosas obligatorias en el mundo, el servicio militar y ser camarero al menos seis meses. Al 90% de la gente se le quitaría la soberbia, la mala educación, el despotismo y el mirar por encima del hombro a quien consideran  inferior.

En el tema de la hostelería la “función” empieza nada más entrar en una cafetería. Traspasas el umbral de la puerta y dices: “Buenos días”. La reacción de los presentes es, por llamarla de alguna forma, curiosa. En primer lugar es raro que alguien te conteste y después, esto sí que es triste, siempre hay algún cliente que te mira perplejo como si pensara:”¿De qué coño me conoce este a mí para que me diga buenos días?

Ponme un café, es este el saludo habitual de los clientes, ni buenos días, ni por favor, el camarero es un pobre esclavo a su servicio. Para encontrar a alguien que diga gracias tras ser servido puedes estar recorriendo bares toda la mañana.

El pagar solo da derecho a ser atendido y servido, no hay nada más incluido en el precio y la camarera que te atiende, en muchos casos, es madre de familia, y en  otros muchos, tiene una formación académica superior a la tuya. La esclavitud está abolida, aunque algunos aún no hayan recibido la noticia, y ser camarero es una profesión tan noble como las demás, yo diría que más, porque en las demás casi nunca hay que aguantar a tanto idiota.

No quiero hablar del TRAM, el autobús o el tren porque me enciendo, se ha llegado a límites más cercanos al neandertal que al homo sapiens .

Debiéramos devolver a las casas y a las aulas la urbanidad, cuanta falta nos hace.

Termino con algo que aprendí de muy joven:”El cliente casi nunca tiene razón, otra cosa es que tengas que dársela”