Carta del Obispo para este domingo
Con la imposición de la ceniza el próximo miércoles, en la Iglesia católica iniciamos la cuaresma, tiempo de gracia y de salvación. “Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la Salvación” (2 Cor 6,2). Dios nos concede un tiempo propicio para prepararnos con corazón renovado a la celebración gozosa de la Pascua del Señor y -este año- también a la celebración del Año Jubilar diocesano. La muerte y resurrección de Jesús es el fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. La Pascua no es algo del pasado sino que permanece siempre presente por la fuerza del Espíritu Santo. La Cuaresma nos llama a la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua y nos ayuda a crecer en comunión con Dios y los hermanos para seguir anunciando a Jesucristo muerto y resucitado, la buena Noticia de Dios para el mundo.
El tiempo cuaresmal ofrece a todos la oportunidad de volver la mirada a Dios. A los bautizados nos llama a recordar y revivir nuestro bautismo, por el que renacimos a la vida nueva de los Hijos de Dios y fuimos incorporados a su familia, a su Iglesia. Es un tiempo especial para renovar nuestra fe y vida cristiana, para avivar nuestro amor a Dios y a los hermanos por la oración, el ayuno y las obras de caridad, y para fortalecer nuestra adhesión a Jesús en el seno de su comunidad y vivir así el Evangelio.
La Palabra de Dios nos exhorta a ponernos en camino hacia la Pascua con una vida renovada, es decir convertida a Dios y reconciliada con Él y con los hermanos. “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Son palabras de Jesús al inicio del itinerario cuaresmal. Convertirse es volver la mirada y el corazón a Dios con ánimo firme y sincero. Para ello hemos de escuchar de nuevo y acoger con fe la buena Noticia de Dios, el Evangelio. Dios no deja de hablarnos y de salir a nuestro encuentro. Ya en lo más íntimo de cada persona, resuena su voz. Cuando Dios nos habla al corazón, hemos de escuchar su Palabra, acogerla y adherirnos plenamente a ella, dejarnos guiar por Él como llevados de la mano. Dios no quita nada. Dios nos da todo. Dios se nos da a sí mismo en su Hijo, Jesús. Nos podemos fiar de Dios.
Volvamos la mirada y el corazón a Dios. Como nos recuerda el papa Francisco en su mensaje para la cuaresma de este año: “No nos cansemos de hacer el bien” (Ga 6,9). No nos cansemos de orar; nadie se salva sin Dios. No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida; el ayuno fortalece nuestro espíritu en la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia; Dios no se cansa de perdonar. Y no nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo.
XCasimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón