Publicado por Libertad Digital 04/05/2020
La fiscal denuncia que se han dictado órdenes y decretos leyes que «poca o ninguna relación guardan» con las razones del estado de alarma.
La fiscal de Sala del Tribunal Supremo Consuelo Madrigal ha publicado este lunes en El Mundo un artículo titulado «La sociedad cautiva» en el que denuncia que «constituye un ejercicio antidemocrático de poder la imposición encubierta, y sin el control interno y europeo, de un verdadero estado de excepción, en el que se restringen severamente los derechos, bajo cobertura de la prórroga del estado de alarma que garantiza al Gobierno el mando único en la fase aguda de la excepcionalidad y en la vuelta a la ya imposible normalidad».
La también académica de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación señala que «se han dictado sucesivas órdenes ministeriales de inmenso calado económico y fuerte compromiso de derechos, y un sinfín de decretos leyes restrictivos de derechos fundamentales, frecuentemente oportunistas, sobre materias que poca o ninguna relación guardan con las razones sanitarias y de orden público que formalmente demandaron el estado de alarma».
En el texto, Madrigal lamenta que se ha hecho realidad la «hipótesis inconcebible» de Popper de «una sociedad abstracta en la que los hombres no se encontrases nunca cara a cara» y se refiere a la «hiperconectividad» que impone la tecnología, «sustitutoria de la satisfacción emocional». «Triste sustituto que ha sido –lo sabemos–, manipulado, monitorizado y pervertido desde el poder. Y aun con el alivio adictivo de la conectividad digital, los usuarios de internet, aislados y asustados, somos incapaces de vivir una vida común no monitorizada, incapaces de articular –más allá de la cacerolada– un sujeto liberador, un nosotros que haga valer su existencia y su libertad», agrega.
La fiscal apunta que «el más sucio de los negocios es la apropiación ilícita de poder; la que aprovecha el miedo, el cautiverio y la postración de la sociedad», y enumera una serie de padecimientos: el del «tardío abordaje de una crisis sanitaria –que no de orden público– mediante la privación de libertad bajo una coerción policial, innecesaria sobre una ciudadanía mayoritariamente responsable» o el de «la exasperación de esas medidas en contra de la propia ley de estado de alarma que, como regla general, impone la libertad y sólo como excepción temporal, su restricción y cuyo artículo 1.2 somete toda intervención a los principios de proporcionalidad y necesidad, que no han sido aplicados a los ciudadanos sanos».
Refiriéndose a los bulos, Madrigal comenta que, «en nuestro mundo relativista, la verdad se ciñe a la identidad entre nuestro pensamiento sobre las cosas y la realidad de las mismas cosas». La fiscal afirma que «decir que una proposición, opinión o noticia es un bulo es invocar una norma que rige la fe y el juicio, para afirmar que esa proposición, opinión o noticia es indigna de asentimiento, no debe ser creída. Pero, ¿quién se erige en autoridad normativa de lo falso para separarlo de lo verdadero que-debe-ser-creído? ¿Por qué y para qué lo hace? Las respuestas a estas preguntas se han tornado amenazas para quienes hemos asistido al impúdico reconocimiento oficial de la monitorización de redes sociales y escuchado en palabras de su máximo responsable en esta crisis, que la Guardia Civil destina parte de sus esfuerzos a minimizar la crítica al Gobierno, para comprobar después que los contenidos intervenidos son los que guardan alguna relación, siquiera lejana o indirecta, con el cuestionamiento de la gestión y la versión oficial de la crisis».
Además, Madrigal atiza a los «los medios de comunicación vasallos» que «martillean la representación idealizada del heroísmo de los profesionales (esos que son enviados al trabajo sin condiciones ni protección) y los diversos formatos del mensaje, irisado y pueril, de que ‘resistiendo’, ‘todo acabará bien'» y avisa: «Si descuidamos la vigilancia y si no fortalecemos las instituciones democráticas de control, dándole más poder a quienes ya lo ejercen, no viviremos ya en una sociedad abierta. Habremos perdido nuestra libertad y no será una pérdida temporal».