Las Navidades son momentos complicados llenos de contradicciones, que acaban afectándonos.
La Navidad es una época llena de contradicciones. A veces, no es lo mismo lo que sentimos que lo que estamos obligados por esta sociedad a sentir. Este choque emocional entre lo correcto y lo real nos hace sentir fuera de lugar. ¿Entonces, a qué hacemos caso? ¿A la sociedad, al calendario o a nuestros sentimientos?
Las Navidades son momentos complicados llenos de contradicciones, que acaban afectándonos. Esta noche nos sentaremos en una mesa con personas que quizá no hayamos visto en todo el año, pero es que a lo mejor ni siquiera hemos interactuado por móvil con ellas. Pero es lo que manda la tradición, llegado el momento, ni siquiera sé si lo celebramos porque nos gusta o porque lo manda la sociedad. La misma sociedad que te presiona para estar casado o casada a cierta edad, la misma sociedad que “manda” que tengáis hijos después del año de casados, esa misma que dice que a cierta edad no puedes vestir de determinada manera, o irte de fiesta hasta altas horas. La sociedad que dice que los chicos no lloran y que las mujeres tenemos que ser dulces y dóciles. A veces me da la sensación de que las Navidades se convierten en un escaparate de una red social, donde todo el mundo está obligado a ser feliz, y a tener mucha familia y amigos que le quieran..
Y yo pienso en esa gente que no es tan feliz, esa que se lleva mal con su familia, o en los trabajadores de los comercios que llevan más de un mes haciendo horarios interminables y esfuerzos inimaginables porque en estas fiestas estamos “obligados” a consumir, consumir regalos, consumir comida, conectar luces por toda la casa (que, por cierto, es una campaña de marketing para segregar hormonas de felicidad e incitar a las compras). Por experiencia, digo que yo, cuando llegaba Nochebuena y trabajaba en comercio, solamente quería descansar, ponerme mi pijama, tomarme una copa de vino porque me lo había ganado y a las 22:00 de la noche irme a dormir. Pero claro, era Nochebuena y tienes que cenar con la familia, nadie va a entender lo contrario. Y a mí sinceramente, con mi familia con la que me llevo bien y la veo a menudo, me da igual cenar un 24 de diciembre que un 3 de abril, que seguro que estaría más descansada para poder disfrutar de la cena.
Que no os engañe mi discurso, por eso digo lo de las contradicciones. Soy de las que llora en el sorteo de la Navidad, no sé qué tienen los niños de San Ildefonso que cuando los oigo canturrear un premio, me emociono como la que más. Y me encanta decorar la casa con algunos adornos que solo están en estas fechas, soy de las que tararea villancicos, y de las que se pone hasta arriba de turrón de almendras del duro. Y por supuesto, veo cada año Qué Bello es Vivir. Esto no quiere decir que nadie debería estar “obligado” a que le encanten estas fiestas y a ser feliz por obligación, que en marzo también se puede ser solidario, y en junio también puedes decirle a la gente que la quieres con todo tu corazón, porque la solidaridad, la felicidad y el amor no deberían depender de una fecha del calendario.
Dicho esto, ¡Feliz Navidad a todos!