Con la venia: Venía yo de largos meses insanos, violentos, en los que me metí lleno de soberbia, donde viví mil fandangasos, y de los que salí harto de guantazos.
Rompí con aquella vida por las bravas y jugándome el bigote, del que perdí buena parte, aunque me libré de peores males. Acabé solito y arrugado como un culo de pollo, con un saco de mar por equipaje, y varias cicatrices merecidas. Eso sí; ninguna dellas en la espalda. Diréis que esto último es un muy tonto consuelo. Razón os sobra, pero os dará una idea de como se entendían las cosas en el mundillo del que venía.
Comprenderéis pues que, tras el trángol, la alegría de tener un queo discretito con un féretro dormidor, un grifo en un rincón aún con caudal, campingás, dos cacerolas, comida poca pero sana, algunas ñapas para la plata, tabaco, y priva, era el paraíso mismo. La modestia en el vivir me sanaba de la ira. Empezaba a estar en paz. Dibujaba un poco, dormía mucho. Engordé un tantico.
Y en esta paz, llega el octubre de luz dorada, con sus ocasos bárbaros, preparando la maravilla de las Oriónidas. Cae la tarde de un día suave, tu fumas ya sentado en tu caja, confiando en dormir tranquilo en un ratico, y…
Y empieza a sonar el réquiem. El puto réquiem, porque oyes pasos que no son tuyos. Por la izquierda vienen.
( Éntrate, estíra, cierra la tapa. Saliva a la brasa yá. Calma.)
– P’acá, tira p’acá…paza tío, qu’éh aquín… –
( Mierdagrandemierda. Atento.)
-¿Tóo éhto qu’éh culega ?-
– Ná máh que cáhah. Sin ná dentro… –
( Ostia si se ponen a abrirlas. Calma. Calma.)
– Culega, qué royo máh shungo, que zón tóah cáhah ‘e muéltoh culega…no me chána ná tóoéhto, culega…
-Támozzóloh tío, qu’aquín no viene la hente… –
( Yúyu mucho. Calma. )
– Son cahah ‘e mueltoh, óhtiah… yo m’ábro culega, que me dá musha hínda, culega. Musho cague dá…-
– ¿ Y d’er shúte qué, tío ? Er cabayo éh mu güeno…y yástamoh aquín…-
( Son dos. No estoy yo para jaris. No ahora.)
– …éhto dá múmarroyo culega…-
( Entraron por la metálica, fijo. ¿No la atranqué? Cabrón de mí.)
– ¡ ‘éjate de pavás, cohóneh !. Avío el shúte, vá pa’éntro, y noh piramoh der tirón. ¿O qué ? –
( El rito ahora. A las chutas les dirán inzulinaz)
-Asientahtén, pázam’er zoplete yescabeza un pito, tío -.
( Están como a cuatro metros, Culega los trae por corbata)
-..culega que márrroyo…-
– ¿ Tequiés cayáyá ? Tío, passadetó. ¿ Tú quiereh shutáte ? Avía er zoplete, óhtiayátío…que ya me quieroh deabríh daquín…-
( El Papela no está tan bravo como antes. La jinda se pega.)
-…yavá culega…trinca y móntalo tóo…-
Hoy les urge el pico, y no les gusta el sitio, pero si les sale bien volverán. Estas naves se harán pasillo, y luego nido. Con suerte, tengo ahora justito para un broncazo potente que los borre de momento, y darme un levante a buscarme otro queo. Si no hay brea será mucho mejor. No hay más remedio. Me la juego.
Así que al aliste. Gafas tras el cojín, el pelo revuelto mucho. Prestando el cúter porsi. Sin el filo fuera, que mete bulla al salir. Y ahora calma. Están zarceando en lo suyo ellos dos. Calma tú Manolo, respira hondo. Calma. Algo se cae allá lejos.
– ..¿ Éezo qu’á sío culega ?-
– ..anguna rata, tío…-
– ..tamién medán márrroyo culega…-
Cavilo lo que quiero hacer, y lo veo. Sopeso que un tajillo con la punta del cúter en el canto de la mano da un sangrapio del carajo, que si me lo paso por la cara y el pecho, es heccehomo y se les pondrá muy mal cuerpo. Decido que no. El tajillo al que le picará será a mí, y si hay breo igual me despista y a ellos los crece. A la mierda el sangrapio.
Porque va a ser de golpe. Golpe de abrir la tapa de golpe, de golpe me siento en escuadra, no los miro, abro la boca y suelto un berreo nazareno, fuerte, largo, bien seguido, moviendo la cabeza como un loco. Luego sí que los miro, y los señalo, y vuelvo a aullar como un penao. Así, va a ser.
Así se hizo. Salió clavao. Zumbaron de naja en un decir jesús. Cagaítos vivos.
Se oyó un ¡¡ CÚLEGACÚLEGACÚLEGA !! que se perdía a lo lejos. Si nadie les paró la carrera, pasaron la raya de Francia esa misma noche.
Recogí lo mío en el saco de mar. Lo que dejaron también: una carterilla, con dos centenos, una postura cumplidica de costo, y la documenta del Papela. El tabaco. El soplete.
Chafé con el pie la papelina, casi resbalo con el limón. Cucha, bote y chuta los tiré a lo lejos. Con rabia.
De camino a un timbre más o menos amigo, donde me tocaría cantar la gallina, limpié el carnet del Papela y lo tiré en Correos, al buzón de Extranjero para más joda. La sorna que me gasto ahora al contarlo es una tirita que no cierra el chirlo. Aunque ya hayan pasado once vidas desde entonces.
Nadie ganó nada aquella noche. Os deseo que no conozcáis una igual.
B.S.R.
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Obra: Madama Butterfly.
Autor: Giacomo Puccini.
Libreto de: Giuseppe Giacosa y Luigi Illica.
Aria: Addio fiorito asil.
Canta: Mario del Monaco.
Versión en color.
Manolodíaz.