Se quiere mover las islas británicas, alejándolas del resto de Europa -para que crucen el Atlántico-, y convertirlas en un Estado más de Estados Unidos. Ese es el objetivo del Brexit. Parece que finalmente ha llegado un Brexit, pero no como había planificado para el Reino Unido el primer ministro británico, Boris Johnson. Como fiel...
Se quiere mover las islas británicas, alejándolas del resto de Europa -para que crucen el Atlántico-, y convertirlas en un Estado más de Estados Unidos. Ese es el objetivo del Brexit. Parece que finalmente ha llegado un Brexit, pero no como había planificado para el Reino Unido el primer ministro británico, Boris Johnson. Como fiel seguidor de la administración Trump y de su política para Europa -y para el resto del mundo- la línea de debilitar económicamente y degradar políticamente. Sin embargo, este Brexit ha llegado a la vez que el Reino Unido ha tenido que ser aislado de la Unión Europea por ser el más contagioso enfermo de Europa.
Con la aparición en su territorio de una mutación del Covid-19, la relevancia internacional del Reino Unido ha alcanzado su nivel más bajo. Después de que se detectara una nueva variante altamente transmisible del coronavirus en el Reino Unido, un número creciente de países tuvieron que paralizar las actividades de transporte con el país. Y han llegado a ser más de 40 países los que suspendieron los viajes de entrada y salida desde el Reino Unido, entre los que se incluyen los países europeos aliados y más cercanos, y que se extiende también hasta la India, otrora una colonia del antiguo Imperio Británico.
La agencia Reuters publicó un artículo titulado, “Hombre enfermo de Europa”: Reino Unido aislado por temores sobre la nueva cepa de COVID. El mismo día, en la portada del periódico Daily Mirror se leía “Sick Man in Europe” (Hombre enfermo de Europa) junto a una imagen del primer ministro británico Boris Johnson con una máscara, luciendo exhausto. El término se ha convertido en una burla colectiva de los medios de comunicación británicos en estos días.
El Reino Unido, que alguna vez fue un imperio en el que nunca se ponía el sol, se está convirtiendo en una isla aislada. Este nuevo brote causado por un coronavirus mutante podría haber llevado el prestigio internacional del país a su nivel más bajo desde el Imperio Británico. Por ejemplo, recientemente, Londres se ha estado acercando al gobierno de la India en un intento de involucrarse profundamente en la región de Asia-Pacífico en el futuro con su visión de una “Gran Bretaña global”. Sin embargo, la prohibición de los vuelos del Reino Unido por parte de India manifiesta que su proyecto no es bienvenido de momento.
El Reino Unido, hogar de más de 66 millones, ya ha alcanzado los más de 2 millones de casos confirmados del nuevo coronavirus. Y la cifra de fallecidos se acerca ya a los 68.000. La política del gobierno británico de Boris Johnson, siguiendo la estela de la administración Trump, no tomó medidas drásticas al inicio de la pandemia en marzo. Y desarrolló una política de poner la economía por delante de la salud y la vida de sus ciudadanos. Y tristemente lo que ha aparecido además es una mutación del virus.
Las consecuencias sociales de la pandemia están siendo graves. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha tenido que aportar una subvención de 25.000 libras esterlinas (33.526 dólares) para ayudar a alimentar a los niños británicos afectados por la crisis del COVID-19. Es la primera vez que es necesaria esta respuesta de emergencia en el Reino Unido en los más de 70 años de historia de UNICEF. “La pandemia ha elevado el número total de personas en el Reino Unido que viven en la pobreza a más de 15 millones, el 23 por ciento de la población”, según el diario The Guardian.
A lo largo de su existencia como país imperialista, a su clase dominante le gustado llamar a otros países “hombre enfermo” y lo ha hecho al usarlo con China durante la dinastía Qing (1644-1911), y también lo ha utilizado con el Imperio Otomano en el siglo XIX. Desgraciadamente, el Reino Unido se ha encontrado con que ahora otros países le aplican la expresión.
Según The Guardian, la economía británica habrá sufrido “una contracción económica del 11,1 por ciento” en el año que termina, convirtiéndose en “el peor año para la economía del Reino Unido desde 1709”.
La clase dominante británica puede tener delirios de grandeza, pero su pueblo tiene que enfrentarse a la pandemia sanitaria y a las dolorosas consecuencias económicas y sociales. Tal situación nacional no está para apoyar una mentalidad y unas ambiciones imperialistas. Que además es, real y meramente, un bailar al ritmo de los planes hegemonistas de la superpotencia estadounidense, enviando portaaviones y haciendo demostraciones de su fuerza e influencia en otras partes del mundo. Ahora solo debería preocuparse de su pueblo.