Desde mi ventana

Desde mi ventana

Ventanas para comunicarnos: con la vida, con la gente, con nosotros.

 

Desde mi ventana hoy veo un día espléndido, más propio de finales de mayo que de marzo, aunque si me asomo más veo allí, a lo lejos, unos nubarrones que amenazan con apoderarse de todo el azul. Veo también los árboles suavemente mecidos por un airecillo que quiere dejar el diminutivo y ascender de categoría.

Veo el día a día de la ciudad que me vio nacer, una vorágine de coches, personas, autobuses; todos y todo moviéndose. Una ciudad viva, siempre viva, despierta, ágil, acogedora …

Oigo también los atascos, los cláxones de los coches (suena raro, pero el ordenador me ha dado por buena la palabra), las sirenas de ambulancias y policía; todo tan inherente, tan propio de las grandes ciudades y en especial de esta, mi ciudad. Oigo gritar al que no puede salir de su garaje porque una furgoneta de reparto ha mal estacionado delante de su puerta; oigo al peatón que increpa al automovilista por saltarse un semáforo en rojo. Oigo el arrancar remolón de los autobuses tras la subida o bajada de viajeros. Oigo bullicio, oigo alegría, oigo latidos de actividad.

Y a pesar del ruido, del frenesí, del ir y venir apresurado de todas las personas hacia todos los sitios, me siento tranquila, me siento en casa. Siento que formo parte de esa (hiper) actividad. Siento que aquí no desentono cuando camino con zancadas rápidas y largas, que no me voy a salir de la ciudad por muchos paseos que dé, por muchas calles que recorra.

Mi ventana está en un cuarto piso, y domino desde las alturas las andanzas cotidianas de un día cualquiera de cualquier gente.

Pero mi ventana está también en mi ciudad de adopción, esta más tranquila, más lenta, sin ruido, sin tanto bullicio, pero también con su encanto. El clima, los largos paseos por la playa, los fatigosos paseos por la montaña, la asequibilidad para hacer gestiones sin tener que realizar grandes desplazamientos.

Mi otra ventana no es física, no; es la que me permite periódicamente aparecer por aquí. La que me sirve de vaciado, de poner en orden mis pensamientos, de dedicarme un tiempo que me gusta, que es para mí, aunque sea tan difícil encontrar ese tiempo; un momento de introspección, de sacarme una idea que de repente surge y se va masticando y creciendo y hasta que no ve el teclado no para.

Esas son mis ventanas.

Elena Rodríguez
Docente discente