Carta del Obispo, D. Casimiro, de este domingo.
Como cada año, en el mes de noviembre, la Iglesia católica celebra este domingo el Día de la Iglesia diocesana. El objetivo es dar a conocer a todos lo que es la diócesis, su vida y su misión; e invitar a los católicos a conocerla más, a sentirla como propia y amarla de corazón. Por desgracia, existe bastante desconocimiento, también entre los católicos, sobre la Iglesia diocesana. Esto genera falsas imágenes y. a veces, críticas injustas. Cierto que hay cosas criticables, fruto de las deficiencias humanas. Pero corresponde a todos cuantos la formamos, comenzando por los pastores, ayudar a purificarla para que sea de verdad la Iglesia de Jesucristo.
Nuestra diócesis de Segorbe-Castellón, es, ante todo, una comunidad, formada por los cristianos católicos del territorio diocesano; no es una estructura o un territorio. En esta porción de todo el Pueblo de Dios, (Iglesia universal), está presente, vive y se realiza la Iglesia de Cristo. Está presidida y pastoreada por el Obispo, como sucesor de los Apóstoles, en nombre de Jesús, el Buen Pastor; y existe para anunciar a todos el Evangelio de Jesús. Su cabeza invisible es siempre Cristo; y alentada por el Espíritu Santo es el lugar de la presencia de Dios y de su obra salvadora entre nosotros. El mismo Jesús nos ha encomendado la hermosa tarea de anunciar el Evangelio, de celebrar los sacramentos, y de vivir la caridad para que el amor de Dios llegue a todos.
Cada cristiano vive y experimenta la Iglesia en su comunidad parroquial; pero éstas son como células del cuerpo de la Iglesia diocesana, a la que tienen que estar unidas para ser comunidad eclesial, para ser Iglesia. Tampoco se puede ser cristiano al margen de la Iglesia diocesana. Para ello es necesario amarla como algo propio, lo que no será posible si no se la conoce desde dentro e implicado en su misión.
Ser cristiano no se reduce a recibir el bautismo y el resto de los sacramentos, o a una práctica ocasional. Cristiano es el que sigue y vive unido personalmente a Jesús y a su Evangelio en el seno de la comunidad de los creyentes, en la Iglesia diocesana, participando en su vida y misión. Es el camino que el mismo Jesús nos ha dado. Por todo ello la diócesis quiere contar con el compromiso de todos los católicos con su Iglesia diocesana, que han de sentir y amar como propia: viviendo personalmente su condición de cristianos, cooperando en su vida y tareas, y comprometiéndose también personalmente en su financiación. La diócesis necesita de la cooperación de todos, para que no le falte lo necesario para llevar a cabo la ingente tarea que Jesús nos ha encomendado.