Hablar del corazón no abarca solo un sentimiento, sino que engloba muchos, y vale la pena saber, o al menos plantearnos, dónde se localiza el nuestro.
Tan fácil es responder a la pregunta de dónde está el corazón como decir que en el lado izquierdo del pecho, pero la respuesta puede ir más allá y no ser tan sencilla como a primera vista aparenta. Quizás al leer el título de este artículo, lo primero que viene a la cabeza es el sentido que le da Shakira en su canción del mismo nombre, pero como Los Rodríguez decían en su conocida canción Hace calor, el corazón es algo más que un “músculo sano que necesita acción”, por eso vale la pena plantearnos dónde tenemos el nuestro.
Para algunas personas, este órgano tan importante para nuestra supervivencia está en sentido metafórico en algún lugar en el que vivieron experiencias dignas de ser recordadas.
Siguen anhelando volver a tiempos pasados que siempre les parecen que fueron mejores, lo cual les impide disfrutar de los momentos actuales y perderse nuevas vivencias que podrían enriquecer su vida. Como bien sabemos,
El pasado es historia, el futuro una incógnita y el presente es un regalo.
Esta es la razón por la cual la opción más sana y sabia es vivir el momento poniendo toda nuestra atención y nuestro corazón en ello.
Una persona muy cercana me ha dicho en varias ocasiones una frase que me resuena porque desde siempre he tenido esa sensación: “Mi hogar está donde me hallo”. Y esta frase trae a colación su semejante en inglés referida al corazón, ya que en esta lengua hay un refrán que dice: Home is where your heart is. Es en ese hogar que no se corresponde con ningún lugar físico en concreto, sino que es donde nos hallamos como en casa, es el lugar en el cual se encuentra el corazón de cada persona.
El inglés, una lengua muy flexible a la hora de acuñar nuevos términos, tiene una palabra para expresar esta sensación: homefullness, que traducido sería algo así como aquello a lo que nos referimos cuando decimos “como en casa en ningún sitio”, ese placer de abrir la puerta después de un día agotador o un viaje maravilloso y sentir que por fin vas a descansar. Una sensación de seguridad, confianza, bienestar, relajación y tranquilidad que conllevan el tener un lugar al que llamar hogar.
¿Dónde está el corazón cuando suspiramos por un lugar en el que por la razón que sea ya no habitamos?
Una pregunta que bien podríamos hacer a Ulises, cuyas peripecias en su vuelta a Ítaca, su casa se narran en el poema épico La Odisea. El hogar también es un lugar del que podemos hablar desde la perspectiva emocional de dónde está el corazón desde la perspectiva de quienes han tenido que salir de su casa, de su zona de confort, de la tierra en la que nacieron y quizás no querían abandonar, para trasladarse por distintas razones a lugares más acogedores, ya sea por estudios, por trabajo, para buscar nuevas y mejores oportunidades o en calidad de refugiados para preservar su vida.
Al estar fuera del terruño, la patria chica, del lugar que nos vio nacer o en el que habitamos, muchas veces nos embarga la añoranza, la melancolía, la nostalgia, un anhelo irresistible o todo a un tiempo.
Todos estos sentimientos se pueden resumir en una única y bella palabra que el castellano perdió en el Medievo y que el gallego y el portugués todavía mantienen hoy en día: saudade. Este término nos evoca cómo nos sentimos cuando nuestro corazón siente distancia y lejanía temporal o espacial hacia algo amado, ya sea una persona o un lugar. Y también implica el deseo de acortar o hacer desaparecer esa distancia, tal como le pasa a Ulises, aquejado de un intenso sentimiento y ansia por regresar a Ítaca, a su tierra, a su casa, donde se encuentran su mujer Penélope y su hijo Telémaco, y que es donde ha dejado su corazón.
Por otro lado, no podemos olvidar el papel de la mente en todo esto. Una cita cuya autoría no está clara pero que en algunos círculos se atribuye a Walt Whitman, nos dice que,
Si queremos saber dónde está nuestro corazón debemos observar atentamente hacia dónde se dirigen nuestros pensamientos cuando nuestra mente divaga.
Es en esos momentos en los que no estamos ocupados haciendo algo que nos ocupa toda la atención, en esos momentos en los que la mente es libre para dirigirse hacia donde quiera, cuando observando atentamente descubriremos dónde está nuestro corazón. A qué actividad, plan o proyecto se dirige nuestra mente, a qué persona dedicamos nuestros pensamientos. Así que, ya sabéis, si queréis saber dónde está vuestro corazón, observad a dónde va vuestra mente cuando campa a sus anchas libremente.
If you want to know
where your heart is,
look at where your mind goes
when it wanders.
Pero no es solo esa sensación de hallarte en cualquier lugar como si estuvieras en casa, sino un abrazo, una compañía que te hacen sentir como si hubieras llegado a casa.
Somos huéspedes en el corazón de otras personas y ellas lo son en el nuestro.
Habitamos el sentimiento y nos vinculamos de diferentes maneras según la conexión que establecemos con cada una de ellas. El corazón está dentro de todas y cada una de las personas a las que amamos, con las que compartimos el día a día, y también de las que ya no están pero estuvieron.
Hablar del corazón no abarca solo un sentimiento, sino que engloba muchos, y vale la pena saber, o al menos plantearnos, dónde se localiza el nuestro. Sabemos dónde está situado en el cuerpo, pero quizás no somos conscientes de dónde podemos encontrar el nuestro según los dictados de nuestra mente, de nuestros sentimientos y de nuestra emoción.
Sonia Vecino Ramos
Profesora, asesora de formación y doctoranda en innovación educativa