Si el PP hubiera querido hubiera paralizado ya el expediente para la apertura de una bencinera entre las calles Villavieja y Pintor Carbó.
Les juro que en más de 30 años de información vecinal y reivindicación de barrios en los distintos medios de comunicación en los que he trabajado nunca me he encontrado con un relato como el de la posible instalación de una gasolinera en Rafalafena.
De entrada, es el propio equipo de gobierno el que avisa a la asociación de vecinos: “oiga, que les vamos a poner una bencinera en una parcela del barrio, je, je, je”.
Segundo, el colectivo vecinal, sorprendentemente, se pone del lado del Ayuntamiento (lo habitual es adoptar una actitud desconfiada y beligerante ante la decisión municipal), y adopta una postura colaboracionista, como el Régimen de Vichy con la Alemania nazi, e inicia unas movilizaciones de salón con la edición de unos poquitos carteles, no sea que se haga mucho ruido.
Tercero, los gobernantes del PP, en vez de paralizar inmediatamente el expediente de la ubicación de la gasolinera, que lo podían hacer perfectamente, se les llena la boca con argumentos tan baldíos como “vamos a hacer lo imposible por frenar la estación de servicio” o “haremos todas las actuaciones legales necesarias para impedir la instalación”, por no hablar de la reacción del portavoz Vicent Sales acusando a la corporación anterior como responsable del entuerto, cuando es la alcaldesa Begoña Carrasco la que firma la declaración de impacto ambiental el pasado 23 de julio.
Para más inri, y en un alarde de acrobacia política, el PP propone una declaración institucional en el pleno municipal de hoy “en contra de la gasolinera” a la que, evidentemente se van a sumar todos los grupos políticos porque “es obvio que nadie quiere una actividad de estas características en el centro de la ciudad”. Todo muy absurdo, muy teatral, muy grandilocuente, pero sin toma de decisiones, eludiendo responsabilidades políticas y escasa gestión municipal. Es Toledo. No Castellón.
Vicente Cornelles
Escritor y periodista