Los actores implicados en transmitir la difusión, la promoción, la ilusión y la comunicación por los actos lledoneros han fallado como una escopeta de feria.
Los malos presagios que anunciaba la semana pasada respecto al escaso ambiente que vive la ciudad de Castellón en torno a las celebraciones del centenario de la coronación de la Mare de Déu del Lledó se han cumplido.
Escribo estas líneas a 24 horas de la llegada de la Virgen al centro urbano castellonense, y nada hace presumir la evocación que recuerda que se cumplen cien años de una gran gesta ciudadana, religiosa y mariana, la coronación canónica y pontificia de la patrona de la ciudad bajo la advocación del Lledó, o Lidón en una burda traducción al castellano del nombre de la Virgen en román paladino, aunque la denominación es lo de menos, porque la fe se lleva en el corazón y en el alma.
Una triste realidad en la que los actores implicados en transmitir la difusión, la promoción, la ilusión y la comunicación por los actos lledoneros han fallado como una escopeta de feria. Ni la comisión organizadora de los actos de expresidentes de la Cofradía, ni la propia junta de gobierno de la hermandad mariana (caballeros y camareras), ni el Ayuntamiento del PP (por muchos Clavario y Perot que sean, aunque siempre con el atávico complejo de que no se los tilde de beatos), ni los priores y consiliarios del ermitorio y de la congregación mariana, ni la concejalía de Ermitas, etc. han sabido captar a los castellonenses para vivir con emoción las fiestas jubilares del centenario.
Ni una calle adornada en homenaje a la patrona (sí unas cuantas banderolas), los reposteros brillan por su ausencia en los balcones (solo he contado tres en muchos de los paseos que me doy por la ciudad, uno en la calle Juan Herrera y dos en la calle Sant Félix), ni una actitud vital de los ciudadanos de vivir intensamente los festejos, y el poco entusiasmo del obispo Casimiro hablan de un anodino paisaje que nos ofrece la víspera de la llegada a Castellón de la calificada Madre, Reina y Señora.
Si hace 25 años, en el 75 aniversario de la coronación, la ciudad vibró y se emocionó con su virgen, entre otras razones porque hubo un trabajo preparatorio muy serio; un compromiso del obispo Reig Pla con la religiosidad popular y la entrega de populares personajes como Josep Miquel Francés, que arengaron a los castellonenses a ser protagonistas del recuerdo de la coronación de la Virgen más castellonera, ahora, tiempo después, no existe una vocación de expresión popular del sentimiento lledonero, más proclive a ser un círculo cerrado, elitista y burgués que de todos los castellonenses, de todo el pueblo que sabe rezar e implorar a su icono religioso y social más sagrado. Laus Deo!
Vicente Cornelles Castelló
Escritor y periodista