Con la venia: Se acabaron las piculinadas; ya estoy metido en harina con El Encargo. Y manda muito carallo.
En principio pensé en convocar a una de las parejas de modelos con las que ya trabajé, para hacer un par de sesiones que me pusieran en situación. Pero la Tía Economía me llamó a capítulo, y me aclaró que no estoy en condiciones de pagar horas de posado. Así que, tras vencer al desorden de las carpetas, pasé una noche entera -absentadísimo- haciendo selección rigurosa de apuntes.
No me fue sencillo decidir, pero me ayudó la resaca con sus acertados descartes, y ya tengo la terna de bocetos que presentaré a los clientes. El tema -marca de la casa- es una Pareja Ardiendo, es decir; en pleno coito. Naturalmente sin el genitalismo ese -tan pobretón él- que ahora está de moda en la Red. Por ahí no paso.
Lo siguiente es que los mandantes elijan la imagen que mejor les parezca, acordando de paso las dimensiones del formato. Luego desto, en la intimidad del taller, con mis gafas bien limpias y el ánimo templado, entraré a dibujar a línea fina la base definitiva, acabada la cual volveré a consultar con los clientes.
Aprobada la base, la volcaré sobre cristal para proyectarla en la alcoba nupcial, por estar seguro del encaje. En estos casos, uso un epidiáscopo marca Droll -recalibrado por mi padre- que es tan aparatoso como exacto. En buena hora escaté esta joya de un coytra, cuando se limpiaron de «trastos viejos» los almacenes del Instituto Femenino, hoy IES Penyagolosa.
A estas alturas, algún Agatocles me dirá que hay en el mercado aparatos que hacen esta misma función -y un ciento más- con un tecleo en el programa adecuado. Pues mira, reyezuelo, yo te comprendo. Pero a ver si me entiendes tu a mí; cuando te sobre tanta plata como conocimientos digitales, te estiras una mijita y me regalas media docenica desos últimos gritos de la tecnología. Mientras tanto hazte de piedra y da tabaco.
Volvamos al proceso. En este punto, conviene usar el Droll en el taller para hacer una grisalla sobre papel Kraft, que instalaré en el dormitorio de los contrayentes, por si algo me impidiera acabar la pintura antes de la boda. De ese modo, los clientes podrán enseñar a sus amistades una muestra -a tamaño real- de lo que está por venir. Así, los visitantes caerán en el garlito y volverán para ver el resultado final. Esta jugada es lo que se llama un anzuelo pictórico.
El paso siguiente es la tría del soporte. En tanto que las medidas del formato lo permitan usaré lámina de fondo de librería -por la cara abujardada- porque tomará la luz sumando al color el efecto de la textura. Ya me gustaría que se ajustara el tamaño a mis recursos de almacén, porque mola mucho el resultado. Si no queda otro remedio recurriré al cartón triplex, o al lienzo doble ancho.
En cuanto a la elección de los mandantes, espero que no recaiga sobre el boceto que sitúa la escena en un parking subterráneo, porque resolver esa arquitectura me hará sudar sangre y linfa. Mejor sería que optaran por el que sucede en el interior de un 2CV, aunque sea vertical el jodío apunte. En verdad, mi favorito -sobrio, pero no sencillo- es el de la cama deshecha. Porque sea este último el electo, ofreceré a Dionisos abundantes libaciones, empezando ahorita mismo.
Y llegamos al meollo del asunto; el tratamiento que voy a darle a las figuras. No quiero que la luz me las distraiga, ni la sombra las comprima. Las quiero firmes de presencia, y suaves de gesto. Quiero que rimen sus torsos, brazos, manos, bocas y sexos. Quiero que conforme avance el día, el sol cuente en ellas -en cada minuto- una historia diferente y la misma. Quiero que se muevan. Quiero que al primer vistazo salte a los ojos un acto de amor. Amén.
Benditos sean estos novios por romper mi pequeña paz doméstica con El Encargo. Me giraron la vitamina, y ya no oficio de jubilata vagoneta. Ahora soy el ring donde, a ostia limpia (*), se soban el morro la Alegría que quiero cumplirles, y el Susto ese que siempre anda diciendo…¡Shé loco, te engañás vós! ¡Sós un boludo! ¡Y désta, fijo que acabás en cana!
Me enamora sentirme así.
B.S.R.
De Ibrahim Maalouf revisitemos su Beirut, pieza esta que se parece mucho a lo que espero conseguir.
(*) No es lo mismo un objeto religioso que una guantá con la mano en abanico. Para que se note la diferencia cuando escribo, mis ostias pueden llevar -y llevan- mala leche dentro, pero no hache inicial.
Manolodíaz.