Esta situación inesperada que ha colapsado todo un sistema a nivel global , por el momento, a generando también una serie de situaciones nuevas en donde la humanidad parece abrirse un nuevo camino. La mejor defensa o vacuna contra el virus es la solidaridad, empezando por ahí, después comenzar a trabajar la empatía , el...
Esta situación inesperada que ha colapsado todo un sistema a nivel global , por el momento, a generando también una serie de situaciones nuevas en donde la humanidad parece abrirse un nuevo camino.
La mejor defensa o vacuna contra el virus es la solidaridad, empezando por ahí, después comenzar a trabajar la empatía , el pensar en el otro.
El amigo del virus es el individualismo, el sálvese quien pueda, el yo tengo mi futuro arreglado, el vecino no.
Toca a todo el mundo, millonarios y pobres, entonces es por eso que los pudientes han comenzado a ser un poquito, solo un poquito, mas abiertos, debido a esta amenaza.
Otros sin embargo, se cierran en banda , creando una barrera invisible ante los demás, temiendo perder su estatus o dinero, como si eso fuera importante ahora en estos tiempos de pandemia.
Desde las instituciones se comienza a observar que es necesario mas inversión en Salud , educación y en las clases menos favorecidas, girando la visión , hace poco algunos gobiernos del mundo estaban solo en ir cortando cada vez mas este tipo de políticas.Podemos ver que los «grandes» reciben ayuda de los «pequeños».
El virus le ha dado un golpe demoledor al sistema neo-liberal , político, capitalista, bursátil, de mercado «libre», y se han removido sus cimientos.
El virus nos ha dado la enseñanza de que «nadie se salva solo» y que es necesario mas que nunca la unión de gobiernos, ciencia , vecinos, amigos, para la solución.
El virus nos avisa de que la humanidad necesita aprender , muchas cosas, no de técnica, de trabajo, no de economía, no de ahorro, no de consumo, sino de valores, de respeto, de empatía, de solidaridad con sobre todo.
El virus ha llegado para dar no solo enseñanzas, sino para poner a muchos en su sitio.
Jesús Antonio Fernández Olmedo