Hay palabras que son simplemente palabras y hay palabras que atraviesan el corazón y se clavan en la conciencia Hay palabras que son palabras de un instante, si tienen duende, palabras de un instante interminable Es el momento de la unidad. Es el largo y duro momento de la unidad. No nos cansaremos de repetirlo....
Hay palabras que son
simplemente palabras
y hay palabras que
atraviesan el corazón
y se clavan en la conciencia
Hay palabras que son
palabras de un instante,
si tienen duende,
palabras de un instante
interminable
Es el momento de la unidad. Es el largo y duro momento de la unidad. No nos cansaremos de repetirlo. Por eso, ante la gravedad de los acontecimientos que vivimos, nosotros -toda nuestra gente y todo nuestro país-, ha ido tomando conciencia colectiva. Una conciencia social que se ha ido imponiendo en España, un clima de opinión abrumadoramente mayoritario que exige unidad, solidaridad, disciplina social y un fuerte sistema de sanidad pública, para salir juntos de este trance.
Una voluntad de unidad que se plasma en miles de gestos, como el que todos los días a las 8 de la tarde, en las ventanas y balcones de toda España -de norte a sur, de este a oeste, en las grandes ciudades y en los pequeños pueblos- une a millones de personas saliendo a dar un emotivo y prolongado aplauso a los profesionales de la sanidad pública y a todos los demás que están siendo el dique frente al coronavirus. Es un acto colectivo que más allá, que expresa también con su aplauso un reconocimiento diario al esfuerzo colectivo, a la disciplina social, un mensaje de ánimo de unos vecinos a otros. Un ejercicio profundamente sano ante una situación que exige, y por tanto que refuerza, los lazos de solidaridad entre nuestra gente por todos los rincones de España.
Este es el sustrato en el que se sustenta la existencia de un amplio apoyo social a las medidas drásticas que supone la decisión del Gobierno de España de decretar el estado de alarma, y ello a pesar de las dificultades y los costes que esto va a generar. La ampliación del estado de alarma más allá del plazo de 15 días ahora fijado requerirá la aprobación del parlamento. Se da por descontado que deberá ser así y con toda seguridad el gobierno contará con un apoyo unánime.
Todo el arco parlamentario ha cerrado filas con el gobierno tras la aprobación del estado de alarma. El PP, por boca de Pablo Casado, tuvo que anunciar, por encima de sus críticas al gobierno, el apoyo al decreto que el gobierno presentó, incluso antes de conocer su contenido, y anticipar que votaría a favor de prorrogarlo. Ciudadanos, a través de Inés Arrimadas, expresó un apoyo cerrado al gobierno, afirmando que “no es tiempo de reproches sino de unidad”, anticipando su voluntad de permitir la aprobación de unos presupuestos extraordinarios.
En un comunicado conjunto, los principales sindicatos -CCOO y UGT- y organizaciones empresariales -CEOE y Cepyme- se han colocado detrás del gobierno, consensuando tres grupos de medidas: facilidades para aprobar ERTEs, suspensión temporal de actividad, para evitar que se conviertan en despidos definitivos; medidas que proporcionen liquidez a las empresas; y prestaciones para apoyar a las familias afectadas y los trabajadores -que todos, aunque sus cotizaciones no le den para ello, puedan empezar a cobrar el paro desde el primer día que se paralice la actividad de su empresa-; aunque obviamente se necesitarán más medidas para enfrentar las dificultades económicas para las clases populares y trabajadoras.
Los únicos personajes políticos que se han permitido atacar al gobierno o negar el apoyo -tras aprobar éste el estado de alarma- han sido Torra-Puigdemont y Abascal. Solo los sectores más agresivos de la burguesía burocrática catalana, que se enfrentan a la voluntad mayoritaria de los catalanes -según una encuesta de La Vanguardia un 93% de los catalanes apoyaban la decisión del gobierno central de decretar el estado de alarma- han utilizado, inhumana y torticeramente, la gravísima situación sanitaria, económica y social que atravesamos, tanto en declaraciones a medios de dentro y fuera de España. También las proclamas de la ultraderecha exigiendo la privatización de la sanidad pública han revelado ante la sociedad española su auténtico carácter criminal.
Las heridas son inevitables
son parte de la vida,
y de la muerte cuando son mortales,
no se puede vivir sin ellas
y se curan de alguna forma
o se gangrenan,
y se dividen en dos,
hay heridas y heridas
hay heridas que fortalecen
y hay heridas que debilitan
hay heridas de libertad
y hay heridas de ataduras
hay heridas de ternura
y hay heridas de tortura
Eduardo Madroñal Pedraza