Estado alarmante, día 55

Estado alarmante, día 55

Sexo, mentiras, fútbol y coronavirus Como todos los refranes, el de “no muerdas la mano del que te da de comer” además de sabio es susceptible de versionar, por ejemplo: “No muerdas la mano del que te saca de la cárcel”. ¡Ay, la política y los políticos! En más ocasiones de las deseadas, para no...

Sexo, mentiras, fútbol y coronavirus

Como todos los refranes, el de “no muerdas la mano del que te da de comer” además de sabio es susceptible de versionar, por ejemplo: “No muerdas la mano del que te saca de la cárcel”. ¡Ay, la política y los políticos! En más ocasiones de las deseadas, para no perder nuestro frágil equilibrio emocional, los romances del sector, esas cosas del querer, deberían incorporar los tres rombos, por lo menos, pues trascienden del culebrón a lo obsceno, pornográfico incluso. Por mucho que practiquen el intercambio, causa perplejidad la facilidad con que se engañan los unos a los otros. Son infieles por naturaleza.

Sobreviven en el “menage” como en la cuarentena, imperantes, picotean en el poliamor, se rebozan en el “dogging” y abusan tanto del “swinging” que terminarán haciéndose daño. Más les valdría probar con el “balconing”, si es que es más peligrosa una subida de feromonas que de adrenalina. ¿A cuento de qué esta diatriba sexual? Pues que el ínclito Oriol Junqueras, en un ataque de cuernos sin precedentes, le ha dicho al Gobierno que o con Ciudadanos o con ERC, que elija, que por esta infidelidad no pasa y que si persiste en su actitud no le ayuda a pagar el alquiler de La Moncloa, o lo que es lo mismo, a aprobar los presupuestos, que los de Rajoy sobreviven a tantas fatigas y tantos desacuerdos que se han quedado escuchimizados y obsoletos.

La paciencia es un bien tan preciado que empieza a escasear, y los ultimátum de Rufián y compañía “jartan” una barbaridad. Bodrio de amoríos. Después de las elecciones, si los revoltosos suben, lo recurrente es vituperar la Ley D’Hont y echar mano del valor de las papeletas en las urnas. El pasado 10 de noviembre ERC sumó 869.934 votos, lo que en su caso equivalió a 13 asientos en el hemiciclo nacional. Ciudadanos casi duplicó esa cifra, 1.637.540, ¡10 escaños! Quien hizo la ley hizo la trampa –seguro que no era la intención de Víctor (D’Hont)- y esa Ley del XIX, basada en las circunscripciones provinciales y la proporcionalidad, es más sólida que la mismísima Constitución, susceptible de cambios según el siglo y los intereses partidistas avanzan. Por ese sistema, Teruel Existe (19.696 votos) tiene un escaño en el Congreso y el PACMA (casi 200.000), ninguno.

El sistema de reparto electoral, aunque controvertido, está consolidado y no es ningún secreto. Lo cierto es que arcanos ya quedan pocos: la fórmula de la Coca Cola, el de si en el origen del coronavirus influyó malvadamente la mano del hombre y el de la Comisión de Expertos que asesora al Gobierno con las medidas que hay que adoptar por desterrar al Covid-19. Y no, tampoco es un misterio. Me han llegado los nombres de los quince técnicos, pero si el ministro Salvador Illa no cree conveniente hacerlos públicos, en el congelador los dejamos. No así sus respectivas profesiones, para hacernos una idea del terreno de juego en que nos movemos: cuatro médicos, un microbiólogo, dos economistas, un licenciado en Derecho, un historiador, una química, un periodista y antropólogo social, un diplomático, un doctor y licenciado en Ciencias Políticas y un astrofísico especializado en la superficie solar, los satélites y el cambio climático. ¿Son los idóneos? ¿Es que no los hay mejores, más especializados en virus y más adecuados? Son los que hay. Fin de la discusión. Amores que matan.

Seguro que el primer párrafo resulta más atractivo, menos plúmbeo y, sobre todo, más picantón que este tercero; pero hay datos que merece la pena manejar cuando quien los proporciona pone la mano en el fuego al facilitarlos. Por si acaso, y para no desviarnos de la coyuntura, aislamos los nombres y los sometemos a cuarentena, que es lo que está de moda, hasta que sean públicos, que es lo que debería ser.

Este jueves se cumplió un año de la muerte de mi gran amigo Íñigo Muñoyerro, periodista con quien recorrí varias veces España, Italia y Francia, con alguna parada en Alemania, Luxemburgo, Bélgica, Suiza, Austria, Liechtenstein y Holanda. Su cultura no tenía parangón y su amor por las montañas, casi tampoco. A mediados de los 80, El Correo, su periódico, le mandó como enviado especial al Everest. Formaba parte de una expedición patrocinada por un banco. Llegó al destino y lo primero que hizo fue contratar a un sherpa para que le llevara la máquina de escribir. El nativo debía de ser más pícaro que escalador, pues en cuanto Íñigo se descuidó él se despistó y le dejó la máquina mucho antes del campamento base. Protestó, buscó al desertor, no lo encontró y cargó con el bártulo. De no ser porque repudiaba la violencia, hubiese seguido los pasos de Ryszard Kapucinsky, legendario reportero que nos legó innumerables y espléndidas crónicas de conflictos bélicos y un libro para entretenerse: “La guerra del fútbol”. Las diferencias entre Honduras y El Salvador estaban larvadas: un país extenso con poca población y fronterizo, pegado a otro chiquito con la mayor densidad poblacional de toda América. Los salvadoreños, cerca de 300.000, se fueron instalando al otro lado de la frontera, hasta que un grupo paramilitar conocido como la Mancha Brava empezó a hostigarlos para devolverlos a su terruño. El 8 de junio se enfrentaban en Tegucigalpa ambas selecciones; en juego, una plaza en el Mundial de México’70. Los seguidores hondureños fueron hasta el hotel del equipo enemigo para amedrentar e incordiar a los jugadores. Perdieron por la mínima y una joven salvadoreña, Amelia Bolaños, 18 años, no soportó la derrota y se suicidó de un tiro en el corazón. Una semana después, 15 de junio, partido de vuelta en el estadio Flor Blanca de San Salvador. Los ánimos, incandescentes; carros blindados protegiendo a la selección hondureña en el trayecto hacia el campo. El ambiente en el coliseo, de batalla crucial. Perdió Honduras 3-0, “y menos mal que hemos perdido”, declaró al término el seleccionador visitante, Mario Griffin. Pensaba que no salían vivos del Flor Blanca. El 27 de junio hubo desempate en el estadio Azteca de Ciudad de México. Las aficiones, separadas en el graderío por miles de policías. Tras un empate a dos, la prórroga. Ganó El Salvador y se clasificó. Estalló la guerra.

“El fútbol ayudó a enardecer aún más los ánimos de chovinismo y de histeria pseudopatriótica, tan necesarios para desencadenar la guerra y fortalecer así el poder de las oligarquías en los dos países”, se lee en el libro de Kapucinsky. “La guerra del fútbol” también fue “La Guerra de las cien horas”, una situación bélica tan descabellada, librada entre dos países vecinos, hermanos, que el periodista resumió en esta frase: “Los dos ejércitos usaban el mismo tipo de uniforme, llevaban idénticas armas y hablaban la misma lengua”. Y, pese a todo, acabaron a tiro limpio. No se entendieron. Durante cuatro días de confrontación murieron 6.000 personas, con más de 20.000 heridos.

Día 55 de Estado Alarmante. Y qué pinta el fútbol en un relato que comenzó erótico, profundizó en el sistema electoral, se acercó al Everest y culminó en una contienda, pues que sin proponérselo se halla en el ojo de un huracán fruto de la misma contradicción: la riqueza y la miseria. Los futbolistas han regresado después de dos meses a la disciplina del club. El propósito es reanudar la Liga donde la dejaron, a falta de 11 partidos para terminarla. En Alemania empiezan a jugar el 16; en España, no antes de la tercera semana de junio. Si es que principia. Lo determinará Sanidad. Antes de calentar, los jugadores van a pasar reconocimientos médicos y se someterán a analíticas varias y disfrutarán del preciado test. Cuando hay más de 40.000 sanitarios contagiados, 44 muertos entre ellos, y muchos que no han pasado esa prueba por falta de bastoncillos o PCRs o como leches se llamen, la indignación sale a la superficie como esos sentimientos que sólo el fútbol despierta, para bien o para mal. En Samsung, por ejemplo, había 2.000 test dispuestos para los empleados. No hubo más alboroto que el que provocó Sanidad al requisarlos. Las empresas adquieren lo indispensable para echar a andar. El fútbol emplea a 185.000 personas, es el 1,37 del PIB y el salvavidas del Deporte español. Si no se juegan esos 11 partidos, LaLiga no podrá subvencionar con 200 millones de euros los próximos cuatro años al Consejo Superior de Deportes para que, a su vez, los reparta entre las federaciones nacionales antes de que se produzca su quiebra técnica. No son los futbolistas, es el panorama. A Nines le extraña no ver partidos de fútbol en la tele, ella es del Madrid. “Hijo, ¿es que tampoco hay fútbol?”. “Tampoco, mamá”. La imagino llevándose las manos a la cabeza: “¡Qué horror! Y menos mal que hoy Ángel nos ha sacado a la terraza. Vamos recuperando el color”. Algo es algo. El mal persiste y Sanidad ha desestimado incluir a Madrid en la fase 1, desatendiendo los informes de la Comunidad madrileña, que, entre nosotros, yo creo que se ha quitado un peso de encima con la decisión del Gobierno Central. No está el patio para recreos. Hay 222.857 contagiados, 131.148 recuperados y 26.299 muertos, 229 en las últimas 24 horas. #animopacienciaysolidaridad

Julián Redondo