El acoso a los mitos y el crespúsculo de los imbéciles Noel Clarasó i Serrat, prolífico escritor español, barcelonés, que publicó libros de jardinería, cuentos policiacos y de terror y alguna novela psicológica, con el humor llegó más lejos. Escribió un par de guiones cinematográficos para José María Forqué (“El diablo toca la flauta” y...
El acoso a los mitos y el crespúsculo de los imbéciles
Noel Clarasó i Serrat, prolífico escritor español, barcelonés, que publicó libros de jardinería, cuentos policiacos y de terror y alguna novela psicológica, con el humor llegó más lejos. Escribió un par de guiones cinematográficos para José María Forqué (“El diablo toca la flauta” y “Un día perdido”) y la serie de televisión “Hermenegildo Pérez, para servirle” (Wikipedia). Dotado de un apreciable ingenio, abundan sus citas literarias, una de tantas: “Ningún tonto se queja de serlo; no les debe ir tan mal”. Para el asunto que me traigo entre manos, remato con otra de Molière: “Un tonto sabio es más tonto que un tonto ignorante”. Al meollo, que Rafa Nadal ha opinado sobre la desazonadora realidad en la que estamos inmersos y le han breado. No ha hecho una referencia directa al paro desbocado, a los miles de muertos, a los miles de sanitarios contagiados, a los oídos sordos de Europa ni a las batallitas entre políticos de signos diferentes; solo ha opinado, en general. Y le han sacudido más o menos como a Joan Manuel Serrat cuando reflexionó en voz alta sobre la radicalización catalana y sus paisanos le apedrearon. Merece la pena detenerse en los valores de los mitos para propiciar, auspiciar y colocar a quien corresponde en el crepúsculo de los imbéciles. Es necesario ponerles las cosas difíciles antes de que sus estupideces deriven en corriente de opinión y de tanto acosar a la gente de bien, o al mito, logren también su derribo. Sería una malísima noticia.
El 3 junio de 2018 Rafael Nadal metió en la vitrina su undécimo título de Roland Garros. En vísperas de la final, le preguntaron por la situación en España y con su sencillez característica, respondió: “A mi modo de entender, y no quiero ser imprudente, lo mejor sería votar. Con todas las cosas que han ocurrido, que no son pocas en estos últimos dos años, los ciudadanos quieren votar otra vez”. Hubo un referéndum ilegal, una moción de censura… Vamos, que la reflexión del tenista pasaba por ser la de cualquier persona normal; no dijo nada ofensivo ni nada que casi todo el mundo pensara. Casi todo el mundo. Como no sabía qué hacer para ser famoso, pues en la Asamblea de Madrid sólo se sabía de él en día de cobro, Isidro López, diputado de Podemos, buscó su minuto de gloria: “¡Nadal quiere elecciones! A mí sin embargo me gustaría que dejase de practicar un tenis soporífero, defensivo, hipermusculado y pasabolas”. Esta hubiese sido la respuesta de Clarasó a la ocurrencia, que rubrico de inmediato: “A veces más vale callar y pasar por tonto, que abrir la boca y demostrarlo”. El “pasabolas” derrotó en la final a una de las figuras emergentes del tenis mundial, el austriaco Dominic Thiem, por 6-4, 6-3 y 6-2. Tanto el resultado como la estulticia de Isidro, inapelables.
Durante esta malhadada crisis del coronavirus, Rafa Nadal puso su Academia a disposición de la sanidad balear y junto a Pau Gasol organizó una campaña de captación de fondos para Cruz Roja, y atender así las necesidades primarias de los más desfavorecidos. Nadal se implica y, probablemente, es el valor más sólido que tiene España para potenciar su imagen en el extranjero. Y Nadal opina, se moja, suele hacerlo con una corrección exquisita y procura no pisar ningún callo, ni cuando se refiere al Covid-19. “Me da igual si están gobernando izquierdas, derechas, centro… Me da absolutamente igual. Cuando hablo, no hablo pensando en política. Yo hablo como ciudadano, sin pensar si está gobernando el Partido Popular, el Partido Socialista, Ciudadanos, Podemos o Vox. Yo lo que quiero es que los que estén gobernando lo hagan de la mejor manera posible para todos”. Habla a pie de calle, no desde un atril o un estrado, es su derecho: “Ha habido equivocaciones y es humano reconocer los errores… Todo el mundo entiende que los políticos se equivoquen, es humano, yo me equivoco a diario. Lo que me gusta menos es cuando no se reconocen los errores, porque se deja de tener credibilidad”.
En una entrevista publicada el pasado viernes 8-M en el “Financial Times”, el camarada vicepresidente segundo admitía errores que antes de formar parte del Gobierno exigía purgar con la dimisión (“cuando un dirigente político se equivoca no pide perdón, dimite”, frase antológica): “Si pudiéramos volver atrás, seríamos más estrictos”. Respondía a la pregunta sobre la falta de medidas en los primeros días de marzo. Continúa en su puesto.
Tony Nadal escuchó las críticas a Rafa y respondió por su sobrino: “Siempre hay gente dispuesta a decir cualquier barbaridad y no sabe ni qué significa facha. Si la gente se cultivara un poco… Mejor si se leen algún libro y ven qué es un facha. Es curioso que esta gente, que normalmente denomina facha a los demás, pacte con Bildu. No deja de ser extraño”. Tony, seguramente no es tan raro.
La jauría rompe cualquier barrera cuando olfatea carne fresca. Es por instinto, un impuso irracional, al amparo de la manada y, en la mayoría de los casos, del anonimato. Sus componentes no saben ni de qué ni de quién hablan. Ven desplegado el paraguas del líder, rojo, azul, de lunares o negro, y le siguen sin pestañear. Corean las consignas por el móvil y se despatarran en el sofá encantados de haberse conocido. Con motivo del referéndum ilegal de 2017, Joan Manuel Serrat mutó de héroe de la resistencia catalana en “butifler”, traidor, villano y facha. No dijo lo que esa minoría que se cree mayoría quería oír. Pero antes, los antecedentes. El 25 de marzo de 1968, a las puertas de Eurovisión, época en que el Régimen celebraba en el Bernabéu los equis años de paz y la Demostración Sindical, Serrat, elegido para representar a España en el festival, dijo, con Franco atento a la pantalla en El Pardo, no bajo una lápida de tonelada y media en el Valle de los Caídos, que o cantaba en catalán o no cantaba. Y se armó. Le sustituyó Massiel, ganó con “La, la, la” y a él le vetaron en TVE. El 29 de septiembre de 1975, coincidió con su gira por México el fusilamiento de tres militantes del FRAP y dos de ETA en España. Le preguntaron su opinión y declaró que repudiaba la pena de muerte y “la violencia establecida y oficial”. En esta ocasión la represalia sobrepasó el veto televisivo, dictaron una orden de captura contra él y se exilió en México.
Nunca se ha escondido ni ha dicho lo que la secta del pensamiento único desea oír. Cincuenta años después de la última peripecia, celebraba en Barcelona el tercer concierto de la gira “Mediterráneo da capo” cuando escuchó una voz entre el público que le pedía que cantara en catalán. Interrumpió la actuación y se dirigió al interfecto: “Le pido que me deje hacer mi espectáculo tal y como está diseñado. Le aseguro que es la primera vez que tengo que pararlo porque alguien diga algo así. Es increíble que en los tiempos que corren haya gente que no lo entienda. Se puede sentir usted orgulloso”.
A Serrat le cogió el 1 de octubre de 2017 de gira por Chile; estaba al tanto de todo lo que se coció en Cataluña. “La convocatoria del referéndum no es transparente porque está creada con una ley elaborada por el Parlament, pero a espaldas de los demás miembros del Parlament. Este tipo de referéndum a mí no me da la sensación de que pueda representar a nadie”. Rugió el independentismo, vomitó: “Facha”, “traidor”, “fascista”… “O desconocen lo que es el fascismo o buscan un insulto a una persona como el que se puede buscar a un árbitro cuando pita algo que no nos gusta y nos acordamos de su madre. Sin que aquella señora haya tenido algo que ver”. Arreciaron los improperios; Serrat no cambió el discurso: “Sería insensato declarar la independencia. Uno no se puede acostar español y levantarse catalán”. Más leña, más iniquidades, más mierda, más denuestos, más insidias. Pero el “Cantante” no reculó un milímetro: “El ‘procés’ es la feria del disparate; sus líderes no saben dónde está la salida”.
Día 56 de Estado Alarmante. Los test, por mucho que se empeñe el secretario personal de Delcy Rodríguez en negar su utilidad, no tienen precio, porque escasean -pero eso da para otro capítulo-, y en el caso de Nadal y de Serrat, tampoco la coherencia está suficientemente valorada como punto de confluencia del pensamiento libre. “C’est la vie mon ami”. Y la vida de Nines se ha complicado un poco. Cuando se pone al teléfono escucho su voz apagada, me inquieto. “Me ha dado un cólico esta mañana, como esos que me daban antes –cíclicos-; pero ya se me ha pasado. He ido yo sola al baño, creí que no salía, he vuelto a la cama y he llamado a la auxiliar. Me ha ayudado a cambiarme y ya la he dicho: ‘Hoy no como nada. Si me pueden dar un poleo…’. Y así se me pasa del todo”. Hablamos por la mañana, por la tarde estaba bastante recuperada: “Me han dado un suero color naranja (?) y estoy mejor. No os preocupéis”. Antes del intercambio de besos, pregunta: “¿Y vosotros, cuándo salís del hormiguero?”. Y se ríe. Está mejor. También han mejorado las cifras habituales, aún dramáticas: 223.578 contagiados; 26.478 fallecidos (179 en las últimas 24 horas) y 133.952 restablecidos. #animopacienciaysolidaridad