Estado alarmante, día 57

Estado alarmante, día 57

“El poder es el mayor afrodisíaco” Matrimoniado con Jacqueline, que después, ya viuda, encandiló a Onassis y lo desposó, John F. Kennedy bebía los vientos por Marilyn Monroe. El romance entre JFK y la estrella más deslumbrante de la época no pasó inadvertido, ni siquiera para Jackie, que excusó su presencia en la fiesta del...

“El poder es el mayor afrodisíaco”

Matrimoniado con Jacqueline, que después, ya viuda, encandiló a Onassis y lo desposó, John F. Kennedy bebía los vientos por Marilyn Monroe. El romance entre JFK y la estrella más deslumbrante de la época no pasó inadvertido, ni siquiera para Jackie, que excusó su presencia en la fiesta del 45 cumpleaños de su esposo. La organizaron en el Madison Square Garden de Nueva York, el 29 de mayo de 1962. Asistieron 15.000 invitados y Marilyn, voz aterciopelada y un tanto achispada, ojos de gata, curvas de insomnio y de ensueño, embutida en un espectacular vestido de noche desgranó el inolvidable “happy birthday mister president…” y derritió al mandatario y a la concurrencia. Lucía un modelo de Jean Louis Berthault, “confeccionado en gasa de seda color beis, adornado con 2.500 cristales cosidos a mano, lo que la hacía parecer desnuda”. Ella lo describió como “piel y lentejuelas”. Y nada más, no llevaba ropa interior.

Dos meses y seis días después de aquellos fastos, un 4 de agosto de 1962, Marilyn Monroe, 36 años recién estrenados, en la apoteosis de su carrera cinematográfica, fue encontrada muerta en su apartamento de Los Ángeles como consecuencia de una sobredosis de barbitúricos. En la época, el devaneo entre el presidente y la diva llegó a ser considerado asunto de Estado, de ahí que prevalezca el misterio sobre el deceso: pruebas alteradas, testimonios falseados y tierra encima, del asunto y del cadáver. Pero por muy fascinante que resulte la vida de Norma Jeane Baker y sospechosa su muerte, ¿suicidio?, lo ineluctable es que la chispa entre el mandatario y la actriz prendió. Quizás por ello, y por muchas aventuras más que la política, la realeza, la cultura y el espectáculo han coprotagonizado, Henry Kissinger sentenció: “El poder es el mayor afrodisíaco”.

Me decía un buen amigo, periodista deportivo catalán, que cuando Reiziger le presentó a su mujer esto fue lo primero que pensó: “Si en vez de ser futbolista vendiera helados, no se habrían enamorado”. Seguramente ni se habrían conocido. Aquel espléndido lateral azulgrana estaba en las antípodas de Apolo, en cambio su señora competía con Venus. El dinero y la belleza forman parte intrínseca de los patrones y estereotipos del fútbol, de ahí las “wags”, “wives and girlfriends”, esposas y novias de los jugadores, generalmente guapísimas, en magnífica forma física y, por lo general, modelos. Diferente de la balompédica es la erótica del poder, más a tono con la percepción de Kissinger, así que considero innecesario traer ejemplos de parejas de hecho o de cohecho que la política ha unido. Sin embargo, esa manifestación antropológica de lo divino, lo humano y lo mundano, podría tener su origen en lo que Joaquín Luna, uno de mis columnistas favoritos, entiende como “El erotismo de uniforme”. Cuenta el periodista en una artículo delicioso, publicado en “La Vanguardia”, que un año en que se encontró en casa, “casero”, dice él, se apuntó a una de esas webs de mujeres que buscan “amor o novio”. Para inscribirse le exigían una breve descripción, o una definición concisa de sí mismo. Escribió: “Me gustan las mujeres que no me convienen”. En contra de lo que pudo pensar, ninguna le tiró los tejos, así que dedujo que si ninguna se dio por aludida es que todas le convenían. Pero el asunto son los uniformes; termina así el artículo: “Si a un sueño erótico se le añade un uniforme –salvo el de Manolo el del bombo- cobra potencia y alas el deseo porque de quien lo lleva se espera eficacia, sobre todo a la hora de solucionar urgencias y prestar los primeros auxilios”.

De los uniformes de la troika, esos señores de negro que para iluminar tenuemente las ruinas de Grecia primero la ennegrecieron, parece que nos vamos a librar si en Europa hacen caso de aquel consejo del ex presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, que en la crisis anterior nos previno del “déficit del futuro”. Otro de los riesgos a los que nos enfrentamos ahora es que el atuendo es la ideología. Y no todos los atavíos disfrutan de idéntico predicamento continental. Las sospechas sólo traen sospechas; o sea, “vuelva usted mañana”.

La discreción, el decoro y la vergüenza torera no deberían estar reñidos con la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad. Si no resultara tan sencillo apuñalar por la espalda, las ideas formarían un todo indivisible y no parcelas al gusto del consumidor. Tal vez por eso Ximo Puig, presidente socialista de la Comunidad Valenciana, avisa a Sánchez: «Lealtad no es sumisión». Con la decencia y la honestidad en el banderín de enganche se evitarían interpretaciones erróneas, confusiones provocadas y caballos de Troya, sobre todo intrusos. Menos propaganda y más hechos, al cumplirse un año, este 10 de mayo, del fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba, “un político de raza”, como lo definiría Anson, Luis María. Contado está en uno de los capítulos de Estado Alarmante que Pedro Sánchez dejó de hablar a Rubalcaba porque no le gustaba escuchar lo que le decía, ojito con los “indepes”, y le recordaba, cuando le temblaban las piernas, que en repetidas ocasiones abominó de los podemitas.

En su artículo en El País Semanal, Javier Marías rellenaba la hoja de reclamaciones porque se sentía estafado. Sin duda está infinítamente más cerca de Rubalcaba que de Sánchez: “Va pasando el tiempo y muchos de los que el 10 de noviembre votamos al PSOE todavía aguardamos alguna explicación. Lo votamos tras la promesa (del 20 de septiembre, sólo cincuenta días antes de las elecciones) de que Sánchez no gobernaría en ningún caso con Podemos, incluida su famosa afirmación de que, si se plegara a ello, ni él ni la mayoría de los españoles dormiríamos tranquilos. Ni siquiera partidarios de Podemos, subrayó. Dos fechas después del 10-N se apresuró a sellar con abrazos la alianza a la que jamás iba a prestarse”. En este caso, el poder no deja espacio a la erótica. El poder es otra cosa y la entrada de Pablo Iglesias en el CNI multiplica sus prestaciones. “¿Es prudente –se pregunta Marías- que esté al tanto de todos los secretos de Estado quien siente como misión acabar con la monarquía parlamentaria y el “régimen del 78”? Ante una nunca descartable reavivación de ETA o de un grupo afín irredento, ¿es de fiar quien se amiga sin cesar con Bildu y se funde en abrazos con Otegi, “ese hombre de paz”? ¿Quien, en la última o penúltima Diada, gritó a voz en cuello “Visca Catalunya lliure!”, como si estuviera oprimida?”. Y termina lo que más que un artículo es un alegato: “Sea como sea, este Gobierno no puede ser resultado de nuestra voluntad, cuando demasiados fuimos a votar condicionados por graves mentiras, creyendo exactamente lo contrario de lo que se nos ha endilgado. No sé otros, pero yo sigo esperando explicaciones que no me dan, porque me siento personalmente estafado. A este Gobierno que nos han colado con mala fe, jamás lo habría votado”. “Alea jacta est”.

Día 57 de Estado Alarmante. Cada quien es muy libre de elegir pareja, también en política, donde la erótica está o desterrada o muy subestimada; al menos no tiene sitio en la idea del erotismo que bullía en la cabeza de Octavio Paz: “En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación”. En este aspecto, es fácil deducir que el único que imaginó este matrimonio de conveniencia “progresista” fue el camarada vicepresidente segundo. Nadie puede restar mérito a su escalada, se la ha trabajado a conciencia; pero no hay quien garantice a la pareja años de riqueza y prosperidad con la que está cayendo. Y ya se sabe que con la miseria afloran los problemas y con el hambre, la ruptura, si es que uno ha de sobrevivir.

A propósito de hambre, que, a causa del cólico, Nines lleva dos días a dieta, sin más ingesta “que un suero de color naranja” (algún probiótico), y empieza a desesperarse, pero con moderación. “Es que me voy a quedar hecha un asco, y ya soy una sílfide. No me van a conocer mis nietos. Eso sí, duermo de maravilla”. Tiene la conciencia tranquila y no sufre pesadillas, como otros… Le han dicho que el lunes vuelve la peluquera a la residencia, “ya he pedido hora”. La recomiendo que esta vez el tinte sea más de Marilyn Monroe que de Maureen O’Hara. “Mamá, más rubia que pelirroja, no lo olvides”. “No lo voy a olvidar porque a mí también me gusta más claro”, me dice. Terminamos hablando muy brevemente de cómo está la situación, “mejorando” le confieso. Y es cierto, aunque las cifras no dejarán de ser dramáticas hasta que en este país no haya un muerto más por culpa del HdP. Son las que son: 224.390 contagiados; 136.166 curados, y 26.621 fallecidos, 143 en las últimas 24 horas. Estamos a mitad de camino.
#animopacienciaysolidaridad

 

Julián Redondo